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Sólo 300, pero parecían mil

  • La afición no le falló al equipo, que sintió su apoyo desde el calentamiento · Los sevillanos se hermanaron con los croatas, quienes también animaron a los cajistas

Treviso no queda precisamente cerca de Sevilla. La fecha, en el inicio de la Semana Santa, tampoco era la idónea y la crisis económica lo hacía todo, si cabe, más complicado. Sin embargo, la ocasión lo merecía, es un momento histórico y el Cajasol no podía estar solo en la localidad italiana. Unos 300 valientes, casi todos de azul, arroparon a los pupilos de Joan Plaza en un Palaverde que recordaba al de las grandes citas continentales. Un ambiente especial, mágico, envolvió al choque, con dos batallas paralelas en la pista y en la grada. Había que ganar la de la pista, pero la otra también contaba... y cómo.

La hinchada andaluza había pasado la previa del encuentro cogiendo fuerzas para su guerra visitando fugazmente Venecia y, sobre todo, en las trattorias de Treviso, después de acudir a la quedada organizada en la Piazza de Signori, donde medio centenar de cajistas puso la nota de color en este céntrico enclave. Incluso colgaron de un mirador una pancarta en la que rezaba, junto al escudo del Cajasol: "Nadie nos podrá quitar la ilusión". De eso la afición sevillana va sobrada, y con ella animó a los suyos desde su llegada al pabellón.

Allí, en un fondo compartido con los hinchas del Cedevita, se aliaron en la primera semifinal con sus vecinos, más numerosos y tremendamente bulliciosos. Había que buscar aliados en la batalla del Palaverde ante la clara inferioridad. Algún avispado que otro se integró con la marea roja croata, animando como un balcánico más esperando que después sus nuevos amigos le respondiesen de igual forma.

El frío ambiente de los compases iniciales del primer choque fue subiendo de temperatura. Cuando los jugadores del Cajasol saltaron a calentar fueron ovacionados por la deseosa hinchada hispalense a la que, tras muchos años de miserias, le tocaba por fin vivir un momento mágico. Eran 300, los 300 de Treviso, pero rugían como mil. El mágico "sí se puede" que empezó a sonar en San Pablo cuando el equipo se jugaba hace unos año la permanencia resonó también en el Palaverde, pero el sentido ahora era otro.

Mientras los italianos preparaban su encerrona los nervios aumentaban en la esquina tomada por los azulones. Poco antes el inicio de la batalla en la pista, comenzó otra en la grada del coqueto recinto, en la que al grito de "Caja, Caja..." respondían los locales con abucheos y con su "forza Treviso". Un espectáculo increíble, con los tifosi ondeando sus banderas y cantando sin parar. Y los sevillanos tampoco desfallecían. Eran menos, sí, y qué. El "a por ellos" nunca dejó de sonar. Balón al aire. Triguero toca para Kirksay, asistencia a Katelynas y mate del lituano: 0-2. Explosión de la afición cajista. ¡Árbitro la hora! No, todavía no, que hay un espectáculo en la pista... y en las gradas.

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