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Se acabó el limbo para el fútbol

Rafael Nadal, Alberto Contador o Mireia Belmonte, tres de las principales estrellas del deporte español, bien pueden seguir con una sonrisa de satisfacción la nueva temporada de fútbol, que tras vivir en un prolongado limbo deja de ser ajeno a algo habitual para otros muchos: los controles antidopaje de sangre que se sumana los de orina.

Era el último día de julio y Messi, Neymar, Piqué, Puyol y 15 jugadores más se sentaban cual obedientes alumnos en una clase mirando al frente. Junto al pizarrón estaba Ana Muñoz, la jefa de la Agencia Española de Protección de la Salud en el Deporte (Aepsad), que es la encargada de que España deje de ser el país eternamente señalado como encubridor de dopados. En aquella reunión, de una hora y media, las estrellas del Barcelona se enteraron de algo que es una novedad para ellos: deben estar localizables cada día del año y serán sometidos a controles de sangre y orina dentro y fuera de la competición.

Nada nuevo para Nadal, Contador o Belmonte, porque en el tenis, el ciclismo o la natación esos controles existen. El deporte más popular en España, en cambio, funciona como zona liberada, porque los tests eran responsabilidad de la Federación Española de Fútbol que, según fuentes de la Aepsad, nunca hizo controles de sangre, mucho más sofisticados que los de orina a la hora de detectar sustancias prohibidas.

Messi siguió aquella exposición de Muñoz en primera fila y le planteó una importante batería de preguntas a la abogada, que ha elevado en forma notoria el perfil de la lucha antidopaje. Así, Messi podrá contarle a su compatriota Gerardo Martino cómo funcionarán las cosas, porque el nuevo técnico del Barcelona no participó en la reunión. "Con la nueva ley, el fútbol ya no es diferente en España, ningún deportista es diferente: igualdad en los derechos y obligaciones", dijo Muñoz.

El periplo didáctico de la directora de la Aepsad ante las megaestrellas del fútbol no termina con la visita al Barcelona. Habrá otras, entre ellas al Real Madrid y al Betis en septiembre, dos equipos que pidieron a dicho organismo el encuentro con sus jugadores.

El impacto de la nueva política es impredecible, porque el fútbol, el deporte que más pasiones y millones mueve, es llamativamente oscuro con su política antidopaje. Hay que remontarse al positivo por seudoefedrina de Maradona en el Mundial de Estados Unidos (1994) y a una serie de sanciones en Italia para encontrar casos de impacto.

Jiri Dvorak, jefe médico de la FIFA -una organización que invierte la modesta cifra de 2,5 millones de euros en controles- dijo recientemente estar convencido de que "no hay una cultura de dopaje en el fútbol". La reciente introducción del pasaporte biológico, así como el paso adelante dado en España, podrían servir para confirmar si Dvorak está en lo cierto o no.

España, además, tiene la oportunidad de demostrar que es capaz de hacer las cosas mejor que Alemania, donde el reciente anuncio de la Bundesliga de que introducirá controles sanguíneos terminó convertido en un boomerang: 75 controles a 36 clubes en toda la temporada, lo que equivale a dos pruebas al año por club. Una cifra ridícula comparada con las que sufren otros deportes.

Los controles de sangre son caros (alrededor de unos 300 euros), aunque probablemente la Bundesliga, con una cifra de negocios de 2.500 millones de euros por temporada, esté en condiciones de hacerse cargo de ellos y terminar con la oscura sombra del dopaje que invade el fútbol germano.

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