El baloncesto tiene su llave en la calle

La multiculturalidad toma las pistas de básket callejero en Sevilla Los expertos en psicología social aseguran que favorece la integración de inmigrantes

El dominicano Dante juega a baloncesto en las pistas callejeras del Alamillo.
Fran Moreno Sevilla

31 de julio 2016 - 05:02

Jimmy Cuartas es colombiano y lleva quince años en España. Desde que llegó, juega a baloncesto en las pistas del barrio de El Plantinar, probablemente la más multitudinaria de la ciudad hispalense. Ha terminado un partido en el que estaba enchufado: a pesar de jugar como interior, cuenta con una muñeca letal desde la línea de tres que aprovecha día a día.

El sol sevillano presenció cómo en este lugar se forjaron amistades que se mantienen con el paso de los años. Jimmy formó un grupo de amigos de varios países. Uno de ellos, Alexandro Trdescanu, roza la treintena y hasta hace un año trató de vivir del baloncesto: era jugador profesional de 3x3 en un equipo de Ploiesti. Ahora busca estabilidad en Sevilla, pero ha viajado mucho: nació en Canadá, se crió en Rumanía y ha vivido por casi toda Europa compitiendo en la última década. Tras su experiencia, asegura que el deporte le ha aportado muchas facilidades: "El baloncesto me ha ayudado a la integración. En Sevilla, en Alemania y allá por donde he ido, siempre me ha abierto muchas puertas", asegura.

En los Youngbulls, equipo de la liga local de Sevilla, se reúnen hasta cinco jugadores de cuatro nacionalidades distintas: dos colombianos, un venezolano, un dominicano y un canadiense-rumano. Su entrenador, Rafael Sánchez, es de Sevilla. "Si el choque de culturas afecta es positivamente. Si acaso, se notan las expresiones distintas en el lenguaje, pero al final todo acaba derivando en bromas y risas; somos un equipo de amigos", explica. El equipo nace como consecuencia de la afinidad provocada por las tardes en El Plantinar.

Para Alex, la pista es "especial"; reconoce que, a la vez que encuentra en su día a día a personas "un poco racistas", en el deporte en general y en el baloncesto en particular se interactúa más: "Te puedes entender con gente de todo el mundo, de otra manera". Y es que, como asegura su compañero y amigo Jimmy, "no hay diferencias". "Nada de que por ser extranjero, moreno o lo que sea no juegas. Es un balón y una pista y entra todo el mundo", asegura Alex.

Tal y como expone Rocío Bohórquez, doctora en Psicología, especializada en deporte, los aficionados encuentran en estas actividades un "espacio seguro en el que mantener relación con personas de diversa índole". El acercamiento está basado en las similitudes entre las personas -el interés por una modalidad deportiva- y no en las diferencias que las distinguen. Cuando el objetivo es común, están obligados a cooperar.

Junto al puente del Alamillo se sitúa otra de las canchas más conocidas de Sevilla. En especial en verano, muchos son los aficionados que acuden a este lugar. Encontramos el germen: amigos desde hace más de ocho años, visitan la zona varias veces a la semana. "Nosotros prácticamente hemos mantenido esto. Cada verano hacemos una colecta y compramos lo que hace falta para la pista", explica Darwin Olivar, venezolano de 23 años que ha podido "escaparse" un rato para disfrutar de su hobby. "Hoy he podido venir porque he dejado a mis dos niños en la playa con mi suegra. Si no...", nos confiesa.

La mayor bandera rojigualda en la ciudad hispalense ondea cerca. A sólo unos metros de la enseña nacional, lanzando a canasta, se reúnen filipinos, dominicanos, colombianos... Juan llegó de pequeño a España, procedente de Machada (Ecuador). A sus 28 años sigue practicando el streetbasket, algo que lo ha favorecido mucho en su vida: "Me ha hecho madurar en muchos sentidos". Hoy está totalmente integrado en Sevilla, pero recuerda cómo en sus inicios lo pasó realmente mal en la escuela. Reconoce que, dentro de su afán por practicar deporte, el baloncesto siempre ha sido un método para encontrar personas sociables y abiertas. "Nunca he tenido malos rollos, aunque en otros sitios sí", puntualiza.

Por su parte, Dante es dominicano y también lleva varios años en Sevilla. Trabaja en una zapatería y aprovecha sus ratos libres para jugar. Conversando, nos aporta el valor de la calle: "En el instituto quizás no te relacionas muy bien. El baloncesto callejero te enseña a respetar más, porque la calle es otra historia".

Jimmy desabrocha sus botas en El Plantinar. Mientras, un sevillano, habitual por las pistas, se acerca a saludarlo: "¿Y tu niño? ¿Sigue jugando?". El colombiano responde afirmativamente. "¡Al Real Madrid ya!", bromea su colega. Al igual que él de pequeño, su sucesor ha decidido probar primero con el fútbol. Si sigue sus pasos, pronto será el pequeño quien calce las botas en aquel lugar. Como Jimmy explica, señalando a un grupo de jóvenes, "de los viejos quedamos pocos".

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