EL OTRO PARTIDO

El eje de la posesión por la ruptura

  • N'Zonzi y Krohn-Dehli demuestran que la trama la mantienen los actores secundarios. Cuan helado de vainilla y chocolate, saben dignificar el postre.

Los buenos guionistas saben que los actores secundarios son los que mantienen la trama. Es así en el cine, en el teatro y también en el fútbol. Dénme unos buenos guerreros que encontraré un inmenso general. Steven y Michael, dos nombres de pila de los clásicos de toda la vida en países de habla anglosajona, forman un eje crucial en la trama que teje el fútbol de Unai Emery. No llegaron como estrellas de Hollywood, no tienen su nombre en el paseo de la fama, pero siempre están donde se cuece en el juego.

Como una de las mejores asociaciones de sabores que pueden existir -también clásica como pocas-, N'Zonzi y Krohn-Dehli se comportan en el terreno de juego como un helado de chocolate y vainilla. Pictóricamente, nunca pueden desentonar juntos dos colores tierra y por eso el eje posesional recae en estos dos hombres inteligentes como pocos en un rectángulo de 90 x 60 como dimensiones mínimas para practicar este deporte según el reglamento de la International Board de la FIFA.

Tienen, además, una particularidad añadida a ese pegamento que los une como característica común. La inteligencia en el fútbol puede medirse por la ruptura, de los espacios, de las líneas... y tanto el francés como el danés juegan al engaño y unen lo que los rivales tratan de separar. Krohn-Dehli aparece por el extremo pero surge en la horizontal; N'Zonzi muestra una figura de torre de control para el dominio del espacio aéreo, pero la pide entre los centrales, se convierte en lateral para hacer coberturas a Coke o rompe en zona de tres cuartos para dar el empuje final, el voto de calidad en unas elecciones reñidas.

N'Zonzi y Krohn-Dehli, junto con las gotas de distinción que pone Banega, forman el eje de la salida de este Sevilla, el que marca la línea de puntitos para que los demás tracen la línea. Puede que, en determinadas fases de los partidos, algunos de ellos ya no estén, como en el cuarto de hora final, cuando Emery ya había sacado del campo al danés y al argentino y aparecía al borde del área Gameiro dibujando un pase a Iborra calcado al que Krohn-Dehli puso en bandeja de oro y mirando al tendido a Vitolo en el primer tiempo. La mejor satisfacción para un entrenador: que los mismos movimientos se repitan en el campo con actores distintos.

Hasta para interpretar el juego de transiciones hay que tener lo necesario para manejar los tiempos. En su regreso como titular tras la lesión muscular que sufrió antes del parón, el ex centrocampista del Stoke emergió como un coloso en la Catedral. Magia para esconderla, aplomo para salir de una presión atosigante en la banda y poner al compañero mirando hacia la portería rival con el balón en ventaja, nervio y músculo para saltar por encima del más fiero león... N'Zonzi no jugará la final del Calderón, pero se ha empeñado en jugar la del St. Jacob Park.

La vainilla de este sabroso helado fue la que Emery dejó reposar en el congelador el tiempo preciso. No se vistió ante la Real Sociedad, el petardazo del año en el que no estuvo el danés y cuando salió el francés ya era tarde. Forman una pareja singular, una figura esbelta de tez oscura y un cuerpo menudo de piel de luna y ojos de husky siberiano. Un dúo de actores secundarios que nunca puede faltar.

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