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A espantar fantasmas

  • El Sevilla, ya con Vitolo y Llorente, recibe a un Barcelona que también tiene sus dudas con la necesidad de recuperar la identidad y la sonrisa Llenazo pese al ambiente de decepción

Han pasado 53 días y parece que ha sido una eternidad. Nada queda de aquel subidón de orgullo e ilusión que supuso la digna reacción del Sevilla en la segunda parte de la histórica Supercopa de Europa. Aquel 5-4, resuelto in extremis por Pedro, ahora en el Chelsea, aquella reacción heroica que levantó las pajarillas de los sevillistas pese a la derrota son hoy humo. Humo negro y tóxico. Nada queda de la cascada de elogios, desde el propio Fútbol Club Barcelona a ex sevillistas como Jesús Navas. Nada de la exagerada interpretación que algunos hicieron de aquella noche de fútbol en estado puro. Aquellos mismos que incluso se atrevieron a sacar pecho posicionando al Sevilla entre los candidatos a pelear por la Liga afilan ahora sus dardos en la piedra de la frustración. Es ley del fútbol, como lo es que un triunfo apaga todos los fuegos y espanta los más temibles fantasmas.

Este deporte vive de la visceralidad. Y la pasión del amante engañado saca las más bajas inquinas. Al cúmulo de problemas que tiene el Sevilla de Unai Emery se le ha unido la zafiedad de la rumorología en las redes sociales, más propias de tertulias rosas con tanto tirón de audiencias. Cuando un equipo pierde su identidad hasta ensuciar el orgullo el hincha busca culpables. Y da igual quién caiga por el camino. Los héroes descienden al averno de los villanos, por mucho que el Olimpo les perteneciera hace sólo cuatro meses, que fue cuando el Sevilla, más o menos este Sevilla, se coronó como tetracampeón de la UEFA.

Para ascender al paraíso desde el infierno, el Sevilla tiene que disfrazarse de Dante y, no ya buscar, sino encontrar su identidad, la beatificadora identidad que le devuelva su verdadero ser. Porque no es lógico que en sólo 53 días la ilusión se haya convertido en la más negra de las desesperanzas. Esto también es propio del fútbol y la ventaja con que cuentan los futbolistas es la capacidad que tienen para aislarse de tanto mal humor y sacar lo mejor de sí mismos. A ver si es verdad que ellos van a su bola... Porque ellos son los portadores de la felicidad, la Beatriz que acompañó a Dante. Sin identidad no hay paraíso.

Pruritos literarios al margen, no es cuestión baladí ésta de reencontrar la identidad. Para ello, Emery debe desandar el mal camino andado. Es más que lógico que la figura del técnico sevillista ilustre las dianas de los más críticos, a tenor de decisiones como desubicar a tres futbolistas, léase Konoplyanka, en su primera titularidad, Reyes y Krohn-Dehli, por miedo al rival, por mucho que el rival sea la poderosa Juventus. Volver a emplear los recursos que tiene con sentido común y lógica futbolística, sin temor a afrontar el propio destino, es la única senda para que la luz venza a las tinieblas.

El primer paso ya lo dio ayer Emery cuando giró su tono discursivo hacia uno menos exculpatorio y más optimista. El de Fuenterrabía evitó las excusas en forma de bajas o mal ambiente del vestuario, antes de conocer incluso si Vitolo o Llorente completarían una buena sesión de entrenamiento como para ser convocados. Si es verdad que hay energía positiva en la plantilla, sólo queda borrar de las mentes de los futbolistas las pésimas impresiones que dio el equipo en Las Palmas o Turín, desterrar el temor a que el Barcelona repita el recital que dio en este mismo escenario el Celta y mirar al otro convencido de las propias virtudes y cualidades.

Porque el Sevilla, aun con siete bajas, cuatro de ellas al menos de mucho peso -Rami, Carriço, Pareja y Banega, para no reabrir el nefasto debate de la portería-, conserva mimbres para acentuar las dudas del Barcelona, que también las tiene.

La mejor manera de espantar todos los fantasmas pasa por pasarles todo el temor a los de Luis Enrique, que sufrieron de lo lindo, ya sin Messi, para doblegar al Bayer Leverkusen. Aun con un día más de descanso, el esfuerzo de los azulgrana por remontar puede que pase más factura que el feble e impotente trotecito de los blanquirrojos en Turín, en el mismo escenario donde alcanzaron la gloria por penúltima vez. El partido ante los alemanes dejó la baja en el contrincante de otro futbolista con peso específico y frente a las ausencias de Messi e Iniesta el Sevilla tiene las presencias de Vitolo y Llorente.

Jugar a adivinar el once de Emery se ha convertido ya en un laberinto inescrutable. Su elección final dependerá en gran medida del estado físico de algunos de los que jugaron el miércoles y de los dos que ni viajaron. Pero, alinee a quien alinee, la consigna debe ser clara. El único camino es buscar la luz, cuanto más cerca de la portería del Barça, mejor. Porque acularse en la propia es acercarse de nuevo a la oscura cueva de la desesperanza, donde el Sevilla no es sino un deformado reflejo de sí mismo. Ahí es donde están los fantasmas. Y el Sevilla de Emery debe espantarlos ya.

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