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Que la fiesta gane al debate

  • Debut El Sevilla inicia su segundo camino en la Champions ante una afición afanada en discutir no sólo por Jiménez, sino hasta por el diseño de las camisetas Fácil Sin enemigo en el desconocido campeón rumano

Un club y un equipo que no es el Real Madrid, cuya participación cada año en la máxima competición continental puede ser lo que al Sevilla históricamente es permanecer en Primera División, inicia hoy su segundo e ilusionante camino en la Liga de Campeones con sensaciones contradictorias. Lo que debe ser una fiesta, volver a escuchar en el Sánchez-Pizjuán ese himno que es un orgullo para los aficionados al fútbol, no puede ver restado ni un ápice de protagonismo por esa fiebre instalada en el sevillismo tendente a debatirlo todo. No se sabe muy bien si fue internet, si fueron los foros, si fue la corriente por la que algunos medios de comunicación audiovisuales decidieron volver la tortilla y apoyar con pinceladas de información la tertulia y la opinión... El resultado ha sido que el simple aficionado, tanto el que se rasca el bolsillo para sacar su carné como el que no, ha creído que su opinión tuvo más importancia y estuvo siempre más cerca de la verdad que la de, no ya de los periodistas, sino la de los propios profesionales, léase Monchi o el vigilado Jiménez.

Si hasta un resultado como el que el Sevilla logró el pasado sábado ante el Zaragoza puede ser escrutado y radiografiado de arriba abajo con el afán de buscarle defectos cabe pensar que, a no ser que el equipo del arahalense juegue todos los días como los ángeles y consiga anotar cuatro goles por partido, el camino hacia los objetivos va a estar plagado de espinas a lo largo de esta temporada. Y no debería ser así cuando el momento que vive el Sevilla puede ser catalogado como el mejor de su historia. Comenzar la participación en la Champions no puede verse alterado con debates en algunos casos nimios, como el suscitado por el diseño de las camisetas, que esta noche será otro tema abierto a plebiscito cuando el equipo salte a la hierba verde del Sánchez-Pizjuán, un color que por obra y gracia de la fotosíntesis afortunadamente todavía no se puede discutir.

El fútbol, con todos sus atractivos condicionantes, queda demasiadas veces olvidado y eso es lo que debe recuperar el sevillismo. Al menos hoy, cuando debe convertir en una fiesta el partido ante el desconocido campeón rumano, que hasta el sorteo parece haber querido favorecer el disfrute de los blancos. Otra cosa es la obligación. El Sevilla, por el potencial de su plantilla y por su condición de cabeza de serie, debe igualar el rendimiento en la liguilla de cuando no lo era, es decir, hace dos años cuando pasó a octavos como primero de grupo por delante del Arsenal pese a recibir un buen sopapo en Londres en el estreno (3-0) mientras Juande Ramos aún gestaba su huida hecha oficial sólo un mes más tarde.

Desde aquel estreno en la Champions a éste de hoy han pasado muchas cosas en el Sevilla. Hasta la calidad de la plantilla ha crecido notablemente y eso tiene que desnivelar la balanza de una forma brutal esta noche ante el Unirea Urziceni, un desconocido campeón rumano que debe ser la cenicienta del grupo y que no sólo ha de quitarse de enmedio en el camino del Sevilla sino que convendría que propiciase una victoria holgada en lo numérico para evitar que se rice el rizo del debate. Jiménez, en el centro de todo, moverá algo el vestuario, pero no mucho. Puede ser una ocasión para jugadores que han perdido presencia en el equipo, como Capel, o para otros a los que hay ganas de ver, como Sergio Sánchez o Fazio en esa posición de medio centro en la que debe de imponer su físico y su visión de juego. Con Kanoute, descansado tras cumplir sanción en la Liga, aparentemente no debe haber dudas, pero sí es una incógnita si Luis Fabiano seguirá siendo la referencia ofensiva o lo será Negredo en esa rotación de craks a la que han obligado a Jiménez los gestores del club. La racha del brasileño está siendo espectacular y conociéndolo no querrá perderse la oportunidad de comenzar como mínimo con un doblete en la lista de goleadores de la Champions para aumentar su ya laureado prestigio. Será tarea de Jiménez gestionar todas estas cuestiones, aunque siempre habrá sevillistas que no estén contentos.

Pero sea así o no, la fiesta debe primar por encima de todo. Volver a una competición en la que el Sevilla quiere consolidarse como un grande es suficiente motivo para hacer un paréntesis. Las órdenes del técnico a sus jugadores no irán en otra dirección que no sea machacar al rival desde el primer minuto. Estos partidos se ganan con ritmo y ha de ser la hora de Zokora. Para eso ha llegado incluso ante rivales desconocidos.

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