EL DERBI SEVILLANO· EL OTRO PARTIDO

La fina ironía, esa arma tan sevillanísima

  • Pique sano entre abanicos por el calor de sobremesa y ambientazo en un estadio que lució imponente para un derbi que confirma la naturalidad

Fue don Miguel de Unamuno quien dejó una de las mejores descripciones del sevillano. Quizá fuera de otro sevillano, no del actual que entra al trapo en los piques insanos de las redes sociales. Pero aún conserva la ciudad gotas de su quintaesencia y en un derbi se puede recoger un muestrario. El fútbol es reflejo de la sociedad. No es la coerción, sino la educación lo que debe primar para que en los estadios no campe a sus anchas la violencia. El anotador de la LFP, ese hombre con alma de chivato que va al fútbol con libreta y dieta, tuvo trabajo en el derbi de la cálida sobremesa. Menos mal que la primavera es tardía y la calor se hace de rogar, porque poner un partido a las cuatro de la tarde un 24 de abril en Sevilla es violencia.

"Ah, sevillanos, finos y fríos", dijo el prócer de la Generación del 98. La ironía se adueñó del derbi con un guasón cruce de cánticos. Lo de los insultos, por mucho que apunte el chivato de la LFP, es imposible de erradicar en un partido así. Pero lo que brillaron fueron las puyas. Ganó el Sevilla y entonó fuerte el sevillismo el "pobre, pobre palangana" con que el beticismo busca zaherir al eterno rival. Eironeía, en la trasncripción etimológica del griego. Finos estuvieron también los biris cuando fue cambiado Musonda. Pidieron el Balón de Oro para el joven belga. La réplica supporter fue inmediata: "¡Llorente, selección!". El riojano fliparía mientras realizaba calentamientos en la banda. El delantero sevillista fue un sufridor más del calor de sobremesa. Corrió y corrió para nada.

En Gol Norte, Gol Sur y Fondo agradecieron el precioso mosaico que preparó el club anfitrión. No hubo mejores abanicos que esas grandes cartulinas blancas, rojas y negras con las que el Sevilla les dio lustre a sus colores y símbolos. El partido, intercambio de mensajes de dos rombos e ironías aparte, fue casi versallesco. Hace tiempo que el derbi bebe de las fuentes de la mejor diplomacia gala, por mucho que el rebelde corso Rami quisiera hacer una broma poco afrancesada. La naturalidad es una señal ya rutinaria del derbi. Al terminar el partido, una niña con la camiseta del Betis baja las escaleras de la mano de un hombre con la camiseta del Sevilla. Y no fue algo aislado. La convivencia se nutre de guiños, de guasas irónicas... y de gestos que no son para la galería: los cánticos en los minutos 16 y 26 dedicados a Puerta y Miki Roqué fueron escrupulosamente respetados por las hinchadas contrarias.

La peor parte se la llevaron los béticos. Además de sufrir el sol de plano y el corte de agua por colapso de la red -el Sevilla pidió disculpas-, tuvieron que esperar tras el pitido final para abandonar el estadio... Cosas de la seguridad. "Pobre, pobre palangana, qué amargado se te ve...", seguía cantando la hinchada local mientras buscaba ya la sombra y el agua.

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