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Una final para la gloria

  • Emery y Pizzi ansían el reconocimiento definitivo de sus aficiones con la clasificación para la gran cita de Turín. El sevillista busca sobre todo reforzar su crédito.

Nada es igual sin una final, sin esta final. Unai Emery y Juan Antonio Pizzi, al margen del pulso que se librará en el campo, protagonizarán uno muy especial desde los banquillos. La cita de Turín es la clave para ambos, dos entrenadores que buscan el reconocimiento definitivo desde el sevillismo y desde el valencianismo, dos aficiones tradicionalmente exigentes y que no han dejado de demostrarlo en esta campaña.

Para el entrenador vasco que dirige actualmente al Sevilla, pese a tener ya una oferta de renovación encima de la mesa de su despacho y la mano de José Castro, es muy importante dejar rematada la faena. No porque peligre su continuidad como máximo responsable del vestuario sevillista, sino por plena autoconfianza y para despejar esas dudas que sigue albergando cierto sector de la hinchada nervionense. Emery ha estado más que tocado no hace mucho, dos meses a lo sumo, e incluso en su impresionante racha de nueve victorias de diez en la Liga y dos rondas pasadas en la UEFA Europa League sigue sin contar con la confianza plena de sus incondicionales. Le afean, por ejemplo, el planteamiento de Bilbao, donde el Sevilla tiró por tierra la posibilidad de competir codo con codo con el Athletic en la lucha por la cuarta plaza, o lo que es lo mismo, un puesto en la Liga de Campeones.

Rematar la faena

Por eso mismo, y por la cercanía de este paso atrás que la afición olvidó con facilidad ante la dimensión de la oportunidad que tiene mañana en Valencia, un paso en falso del de Fuenterrabía en su modo de actuar en el partido de vuelta con un marcador como el 2-0 que debe defender en Mestalla significaría una pérdida de crédito importante para su popularidad. La responsabilidad de rematar la faena con el debido estoconazo o, al menos, la media estocada bien colocada que sea suficiente para no pasar apuros y evitar que suene el clarinazo de los desagradables avisos.

Emery se juega mucho y nadie lo va a negar. Es prestigio, no contrato lo que está en litigio para él. Está a un paso de la final, pero no tiene el plácet de todo el sevillismo. No obstante, es algo que el vasco conoce bien, pues estuvo en la casa que hoy visita en los mejores años de su conocida exigencia. Mestalla es un escenario que pide más y más, no sólo ganar. Emery fue tercero hasta en tres temporadas con el Valencia y rara vez se lo agradecieron. Por eso no se inquieta el preparador sevillista, pero a todo el mundo le gusta que lo adulen.

Meterse en la final de Turín significaría para Emery muchas cosas. Reforzaría su concepto de fútbol, ése que defendió a capa y espada pese a las críticas aunque al final modificó para ser lo que es actualmente, un híbrido entre lo que le pedían y lo que defendía en épocas del 7-3 en el Bernabéu. Su bloque ha ganado un pulso y sus automatismos han dejado la mente libre a otros criterios. Los automatismos lo que permiten es eso, que los sentidos puedan pensar en la siguiente acción mientras realizan mecánicamente la primera. Y eso lo ha logrado el entrenador que más partidos ha ganado de todas las ligas europeas en los dos últimos meses.

A la tercera, la vencida

Para Emery, además, llegar a la final de un torneo por eliminatorias significaría saldar una deuda, al margen -claro está- de acariciar la posibilidad de ganar su primer título como entrenador. Para el técnico del Sevilla, la que disputa actualmente es su tercera semifinal de un torneo de alto nivel. Sin suerte en las dos anteriores citas al frente del Valencia, en Copa del Rey y también en la Liga Europa, Emery busca que a la tercera sea la vencida. Cayó ante el Barcelona en la Copa de la temporada 11-12 (1-1 en Mestalla y 2-0 en el Camp Nou) y también en la Liga Europa frente al Atlético (4-2 en el Calderón y 0-1 en Mestalla) en la misma campaña.

Pizzi, labra su futuro

Enfrente estará un entrenador al que aún le queda para labrarse el nombre que hoy día tiene en España Emery. Juan Antonio Pizzi sólo aventaja, entre comillas, al guipuzcoano en que tiene en su haber un título (Torneo Inicial 2013) con San Lorenzo de Almagro, pero Argentina no es Europa ni es España. El ex delantero internacional con España y nacido en Santa Fe inicia su andadura en una liga de prestigio con el señuelo -seguro- de lo logrado por Simeone. De momento, se afana por convencer en Mestalla, un estadio que ha bajado notablemente su nivel de exigencia en la medida en que se fueron marchando jugadores como Soldado, Mata, David Silva, Jordi Alba... A diferencia de Emery, sí puede decirse que Pizzi tiene en esta competición la oportunidad de asegurarse su continuidad en el cargo, puesto que la trayectoria del Valencia en la Liga, a siete puntos del último puesto europeo con nueve por jugarse, ha sido decepcionante aun sin que tenga una responsabilidad completa como sustituto de Djukic.

Mestalla, por tanto, puede dejar marcado para la gloria a uno de estos dos hombres.

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