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Del limbo al césped

  • El Ramón Sánchez-Pizjuán acoge un acto de confraternización entre Sevilla y Betis, cuyos presidentes y capitanes transmiten a un grupo de colegiales los valores de una "sana rivalidad".

En un mundo tan poco inocente como el futbolístico, no hay nada como rodearse de un grupo de niños para dejar en evidencia el contraste. Es sabido que lo más ingenuo en un césped, una vez decretado el inicio de un partido, es el pito. Ayer fue distinto. Tanta era la edulcoración suministrada en el Sánchez-Pizjuán que, más que nubes, a más de uno le pareció que el cielo se llenaba de algodón azucarado. Y en la hierba se estaba como en el cielo, como en el limbo.

"Hazme una foto. Es para mi madre", le pide a un periodista María, alumna de quinto curso en el colegio Vicente Neria de Coria. No fue María una de las afortunadas que se llevó alguno de los premios que el Sevilla y el Betis, dentro del programa educativo Sácale partido al cole y Del cole al fútbol, entregaron durante el acto celebrado en el interior del estadio sevillista. Para María, sin embargo, su premio era otro, el marco de la foto. "Mi madre me dijo que le enviara una foto con Coke", explica la colegiala, que junto a sus aproximadamente cuarenta compañeros partieron a las 10:00 en un autobús desde Coria en dirección a Nervión, Eduardo Dato, Sánchez-Pizjuán, para más señas.

Tres horas después, tras una detallada visita a los intestinos del estadio, desde las plantas nobles -el cielo- al mismísimo caldero del coliseo nervionense -el terreno de juego- los chavales se encontraban frente a frente a los presidentes de los dos clubes sevillanos, José Castro y Ángel Haro, y sus dos capitanes, Coke y Jorge Molina. La media de edad en la sala del antepalco no alcanzaba la pubertad, esa tábula rasa de Locke sobre la que dejar grabados los valores con más virtud del fútbol. "Tenemos uno de los mejores derbis del mundo, por eso hay que disfrutarlo. Nuestra rivalidad está en el campo. La rivalidad es sana y necesaria, pero aquí nadie es enemigo del otro", comunicaba el dirigente del Sevilla, José Castro, a unos niños inevitablemente distraídos y engolosinados por el circo mediático que los rodeaba.

"¿Del Nido está todavía en la cárcel?", preguntaba un chaval a su compañero desde la octava fila, que es lo mismo que trasladarse desde el purgatorio al limbo en una sola pregunta. Pese a los paseos y las charlas, el público no da muestras de cansancio y se porta de maravilla. Coria del Río, localidad de honda estirpe futbolística, cría saber estar como ha criado glorias del balompié sevillano: pero sólo los mayores tienen memoria para ese olimpo bético, formado por Rogelio o Bizcocho, o sevillista, con Herrera I, Ruiz Sosa o el técnico Manolo Cardo.

Al civismo también contribuyó Ángel Haro, presidente del Betis, en sus palabras: "La violencia y los malos modos nada tienen que ver con el Betis y el Sevilla. Los valores béticos, además -continuó el dirigente-, son la honradez, el esfuerzo y la humildad. Espero que nadie estropee con su mal comportamiento un partido tan esperado por todos". Y un valor último, como el amén del colofón, cuando Haro mencionó a los abuelos y padres como verdaderos transmisores de la herencia balompédica según Sevilla. "A ellos debemos agradecérselo", remató el regidor como quien se marca una chilena desde el borde del área.

A continuación el turno correspondió a los capitanes. Era el momento esperado por la chavalería. Sin ser productos de las canteras locales, Coke y Jorge Molina no tienen nada que envidiar a los protagonistas del derbi de la primera vuelta, Reyes y Joaquín. Para qué se necesita el carisma y el chiste, cuando el discurso se eleva a tal grado de trascendencia. En las bocas de los capitanes, los consejos sonaban a pura música celestial. Enfrente, el coro de angelotes y querubines.

"El partido del domingo contra el Betis es el más intenso de cuantos quedan. Espero que podamos sentirnos orgullosos de él, que Sevilla en el derbi sea el escaparate que tan bien sabe ser en la Semana Santa y la Feria", refirió Coke, madrileño de origen y sevillano de adopción. En la misma línea se mostró Jorge Molina. El futbolista alcoyano, referente en las temporadas atrás, está viviendo quizá el último gusanillo de un partido de máxima rivalidad. "Que prime la rivalidad sana y la guasa sevillana. En eso tiene que quedar el partido y que no pase más allá", concluyó.

Un atronador aplauso infantil siguió a cada una de las intervenciones. La emoción se palpaba. Ahora sí afloraba el nerviosismo. Llegaba el momento de la entrega de premios, de las fotos y de los autógrafos, aunque no faltó la acostumbrada rueda de prensa previa. Ahora era a los dos futbolistas a quienes les temblaban las piernas. No obstante, en esta ocasión las preguntas no pasaron del calibre de un canal afín. Y los comparecientes salieron del trance sin necesidad de un regate o de un achique de espacios.

A Molina le preguntaron si sentía nervios en los partidos; a Coke, si alguna vez se había rendido. "Sobre todo antes y en partidos como el derbi", respondió el capitán bético; "nunca puede uno rendirse, ni en el fútbol ni en la vida", repuso el capitán sevillista. Más preguntas. Que si le costó esfuerzo jugar en el Sevilla, cuestionaron a Coke -"a vuestra edad uno debe esforzarse al máximo y atender a los consejos de vuestros padres y maestros"-; que si comenzó jugando en alguna escuela futbolística, interrogaron a Molina -"al principio jugaba en el colegio y luego pasé al juvenil del Alcoyano"-.

Desde lo más celeste del antepalco bajaron todos juntos al césped, las calderas de Pedro Botero. Allí se celebraba el simulacro del inicio de un derbi. Entretanto, unos operadores limpiaban los asientos del estadio mientras sonaba el Himno a la alegría de Beethoven por megafonía, trasladándose por unos instantes del estadio sevillista al cielo sevillano.

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