Liga Europa: Valencia - Sevilla · el otro partido

El mejor epitafio para Boskov

  • M'Bia, con todo perdido, hizo de Palop y obró un milagro en el que ya nadie creía para luchar por otro título. Del drama a la euforia, la verdad del fútbol.

¿Qué más da si fue suerte o fe, si fue un guiño del destino o un milagro? El Sevilla estará el 14 de mayo en Turín frente al Benfica, para defender su pedigrí de campeón europeo, el que apareció ayer cuando el drama se había apoderado del sevillismo. Y eso ya no se lo quita nadie. Que se lo digan a los cerca de 6.000 sevillistas que recorrieron los 659 kilómetros que separan Sevilla y Valencia por carretera. La senda de la gloria estaba escrita en rojo y fue M'Bia el conductor de la felicidad. El camerunés, emocionado con su gol, casi no podía hablar tras el partido. Daba igual, ya había escrito el mejor epitafio para Vujadin Boskov, fallecido el pasado domingo, casi al tiempo que el Sevilla tiraba la opción de meterse en la Champions para jugárselo todo a la carta de la Liga Europa, que casi también dilapida. Quedó claro: "Fútbol es fútbol". A veces, como anoche, es el único argumento.

No fue el mejor partido del torneo europeo, como reconoció un felicísimo José Castro. Medió la fortuna, como en aquel testarazo de Palop que provocó la prórroga en Donetsk. Como entonces, todo estaba perdido, o más aún, porque en esta ocasión fue en el minuto 94 de un partido que dominó casi siempre el Valencia. Y en esta ocasión fue M'Bia el que con un cabezazo impresionante, con una fuerza telúrica que no se sabe de dónde la sacó ya a esas alturas de un pleito intensísimo, vibrante, muy físico y cruel para el local por su desenlace, silenció la caldera de Mestalla e hizo estallar de júbilo a miles de sevillistas, a los desplazados hasta Valencia y a los que juraban en arameo ante el televisor en Sevilla. ¿Por qué quitó Emery a Bacca? Qué más da ahora...

El fútbol ofrece situaciones así, extremas hasta la extenuación, en las que el ganador grita de rabia y el perdedor se hunde en el inconsolable llanto. El Sevilla sacó el espíritu de todas sus grandes noches épicas para adornarla con esa dosis de suerte que es consustancial a un deporte capaz de movilizar a casi 6.000 personas en plena crisis. Por vivir un momento como el del saque de banda de Coke, la peinada de Fazio y el remate de M'Bia en el último suspiro merece la pena el esfuerzo, el sufrimiento y hasta la ignominia sentida minutos antes de ver cómo el caramelo de la final de Turín se quedaba en Valencia. Pero no fue así.

El equipo se acordó de los días que ya están escritos en las páginas de oro de la historia reciente del club de Nervión. Beto lució el sombrero de la última final disputada, y ganada, la de la Copa del Rey en 2010. Entonces, en manifiesta inferioridad numérica de seguidores por el capricho de que se jugase en Barcelona, el Sevilla le dedicó el título a Antonio Puerta. Ayer se lo dedicó a sí mismo, a su lema de la casta y el coraje, a la suerte de los que tienen casta de campeón, como atesora este Sevilla desde que aquel muchacho de Nervión abriera de par en par las puertas de la gloria cierto Jueves de Feria de 2006.

Aquello acaeció un 27 de abril, el mismo día que murió Boskov. M'Bia lo recordó ayer con un testarazo que convirtió el drama en euforia, en un solo segundo. Y Unai Emery rompió su feo estigma europeo, al igual que Reyes podrá disfrutar la gloria por fin con su Sevilla. Porque fútbol es fútbol.

Fiesta en Valencia, en el camino y en la Puerta de Jerez

Los miles de sevillistas presentes en Mestalla, que ya sentían el acre sabor de la hiel agarrado a sus gargantas, estallaron de júbilo en ese minuto 94 involvidable ya para el sevillismo. Fueron 5.500 los desplazados hasta Valencia, la mayoría por carretera, y la fiesta se prorrogó durante toda la noche de vuelta, en una caravana de felicidad. La misma que se desató en cientos de bares y hogares en Sevilla. Los más jóvenes se dieron cita en la Puerta de Jerez, casi olvidado centro de celebración.

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