La penúltima pica de Manuel Pellegrini

El Betis se limitó a no cometer errores y esperar los regalos que le llegaron en cascada

La euforia bética contrasta con la decepción sevillista.
La euforia bética contrasta con la decepción sevillista. / Antonio Pizarro

01 de diciembre 2025 - 06:15

AUNQUE los derbis sean partidos de un pelaje especial, lo normal es que pase lo que pasa en la mayoría de los partidos de fútbol profesional, que gane el mejor. Y el Betis hoy es bastante mejor equipo que el Sevilla aunque le falten Isco, Antony, Amrabat y lo Celso. El Sevilla sufría menos bajas que su vecino, pero anda tan corto de potencial, que se puede decir que fueron aún más decisivas a la hora de componer un once competitivo: esa banda izquierda con Carmona y un Alfon muy fuera de forma era una confortable alfombra para el Betis.

Los verdiblancos ganaron por puro peso específico, se limitaron a que la inercia del juego volcara el resultado a su favor. No necesitaron ni apabullar con sus recursos técnicos, como ocurría de lado sevillista en la época de Juande, Emery o Lopetegui. Ahora quien manda es Pellegrini, que ya clavó su penúltima pica, ganar en Nervión como Serra.

El Betis lo tenía tan claro sobre la yerba como lo vio antes Manuel Pellegrini en su mente. Simplemente no cometer fallos atrás, no regalar nada y que las dádivas cayeran del lado sevillista, como así fue pese a la mejor puesta en escena de los anfitriones tras el descanso. Y esas dádivas fueron cayendo en cascada: Batista Mendy con esa desmañada y suicida conducción de espaldas tan cerca de su portería, Almeyda partiendo por la mitad al equipo con sus cambios, José Ángel Carmona con esa absurda falta a Pablo García que originó el 0-2 y, ya con el partido imposible, esa tarugada de Isaac.

Si este Sevilla con mucho menos carácter del que quiere inculcarle Almeyda se va a la lona en la primera ocasión que recibe un golpe, tanto más si quien lo propina es el Betis. Aún quedaba muchísimo cuando Fornals olisqueó la temeridad de Mendy y tiró de calidad para el 0-1, pero de nuevo los sevillistas quedaron groguis, como la tarde del Mallorca, como tantas veces. Antes, el Betis había tratado a su rival con demasiado respeto. Jugaba quizás el peso de la historia. Pero la historia, hoy, es otra.

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