Como en este análisis no tiene cabida -o no debería tenerla- el resultado final, el que hizo al sevillismo marcharse contento por los puntos, radiografiar el comportamiento en el juego del equipo de Sampaoli tiene más que ver con el sentimiento general que ese juego motivó en la afición durante los 90 minutos. En la primera mitad, el fútbol sin desequilibrio arriba y desguarnecido atrás motivó que el público pitara a un Sevilla que tras el descanso tuvo una ligera, sólo ligera, mejoría producto de las circunstancias. La forma en la que consiguió remontar es una anécdota que no debe tapar las carencias que dejó ante Las Palmas.

Para empezar, independientemente de las piezas elegidas, que ayer se antojaban demasiado estáticas (sobre todo Ganso), jugar al pie es en el fútbol de alta competición construir castillos de naipes en el aire, que, además, se derrumban de un soplo, de una simple pérdida de balón con todo, absolutamente todo, el equipo arriba. Porque es mucho riesgo y o Sampaoli afina bien en esa idea de dominar en campo contrario o empieza a idear otra fórmula para generar peligro de verdad, ocasiones, balones en el área...

Defensa

El 4-1-4-1 que al final es todo el equipo por delante del triángulo que forma N'Zonzi con los centrales exige un esfuerzo titánico de concentración al hombre que ocupe la función del francés. Muy solo para todo, un simple error de cálculo, como el que cometió al salir en vez de recular en una de las muchas pérdidas kamikazes desencadena contras que un equipo profesional puede culminar con un amplio porcentaje de acierto.

En este sentido, Ganso fue un enemigo para su defensa, pero no sólo él por su paupérrimo ritmo, sino el modelo en sí. Si muchos jugadores esperan el pase por delante del balón, irremediablemente, muchos jugadores correrán tras él cuando lo recupere el contrario.

Ataque

El Sevilla interpreta un fútbol, por momentos, imposible. Un juego continuamente al pie, sin darle importancia a los espacios, y sólo roto por alguna conducción que sólo con Vitolo llega a tener sentido. Sampaoli dibujó de salida una línea muy amplia con cuatro jugones que, encima, debía bascular a la izquierda para dejar pasillo a Mariano. Con el objetivo de dominar en campo rival, la acumulación de hombres por delante de la línea del balón lo hace todo sumamente previsible y fácil de domeñar para cualquier defensa organizada. En el fútbol los equipos se matan por buscar los espacios, que sólo aparecen por desequilibrios y basculaciones, ya sean de un lado a otro o de atrás adelante (la espalda de los centrales). En la segunda mitad, Vitolo tiró de esa línea hacia la derecha, Sarabia explotó la izquierda y Nasri empezó a bajar para recibir. El resultado no fue que surgieran espacios, pero sí al menos un poco de aire y por ahí...

Virtudes

Fe. Si acaso eso y algún retoque.

Talón de aquiles

La puesta en escena y lo que queda.

Uno por uno

Sergio Rico. Salvó un par de acciones que, de ser gol, hubieran impedido remontar.

Mariano. Demasiados focos a veces para él, como en la primera parte. Buenos pases.

Pareja. Va ganando en sitio.

Rami. Debe coordinarse bien con N'Zonzi o el cierre de turno.

Escudero. Se entrega y lo intenta siempre. Cumplidor. 

N'Zonzi. Está solo para todo y le pasa factura, como en la presión equivocada en el 0-1. Para crear, agradeció la ayuda de Nasri. 

Nasri. Interesante debut y con ganas. Empezó sin saber dónde ubicarse, para acabar bajando a recibir, lo que para un crack en el desborde es un desperdicio.   

Franco Vázquez. Sin aire hasta que Vitolo tiró la línea a la banda.

Ganso. Una obra de arte en la única ocasión del primer tiempo. Perdió balones hasta por detrás.

Correa. Jugador interesante con un sistema más ortodoxo.

Ben Yedder. No apareció y la que tuvo la falló solo ante Varas.

Vitolo. Puso empuje y simetría.

Sarabia. Dos golpeos; dos goles.

Carlos Fernández. Hizo dos tantos (uno anulado) de listo.