Ni un sparring siquiera
El Sevilla, con un planteamiento inexplicable desde la alineación inicial de Jiménez, no llegó ni a incomodar al Barcelona. Iniesta necesitó dos minutos para aprovechar las facilidades
Deplorable imagen del Sevilla en su visita al Barcelona. Por muy majestuoso que sea el juego de los azulgrana, el aún, y a este paso no se sabe por cuanto tiempo, tercero de la Liga española no puede saltar como un verdadero pelele al Camp Nou. Los blancos, desde su entrenador, Manolo Jiménez, hasta el último de los hombres que participaron en un partido tan vergonzoso, ofrecieron una imagen de equipo menor desde la misma confección de la alineación por parte del técnico arahalense hasta la puesta en práctica de sus futbolistas de lo que, supuestamente, habían hablado antes de comenzar el encuentro.
Apenas había sobrepasado el cronómetro los dos minutos de juego cuando quedó claro lo que sería aquello. Un simple robo de Keita a Luis Fabiano en el centro del campo bastó para demostrar el desorden de este Sevilla, pues la pelota le llegó a Iniesta completamente en solitario. ¿Dónde estaban Maresca y Romaric, los medios centro? Pues claro, como encima nadie se le acercó en un perímetro de dos metros de distancia, el internacional español tuvo tiempo para otear el horizonte, pensar en las opciones que se le podían presentar y elegir la ejecución más adecuada. Balón suavito por encima de Javi Varas y el gol del Barcelona. El primero.
Estaba claro que aquello no era un partido de fútbol, ni siquiera se asemejaba a una sesión de entrenamiento para el más potente de los contrincantes, pues el nivel del rival no llegaba a la categoría de sparring. Así de triste era la imagen que ofrecía el Sevilla que había confeccionado Jiménez. Y el técnico tiene una cuota de culpa bastante elevada, porque, por muchas explicaciones que pueda buscar en su cabeza, no se entiende cómo Jesús Navas es el marcador de Daniel y cómo Kone ejerce de secante, más en cursiva que nunca, de Yaya Toure mientras que los de atrás, desde los cuatro defensas hasta la pareja de medios centro, no le entraban jamás a quienes llegaban por allí. Es increíble que sea así, pero era tan cierto que costaba trabajo incluso encontrarle una explicación a semejante planteamiento.
El técnico, es verdad, podrá alegar que Jesús Navas desperdició un gol increíble con el 1-0 por no darle el balón, al contrario de lo que hace el ciento por ciento de las veces, a Luis Fabiano con el brasileño absolutamente desmarcado y a apenas tres metros de él, pero sería una excusa pueril. Porque cuatro minutos antes de esa acción Eto'o ya había tenido otra ocasión clara para marcar con muchos metros de espacio sin que se sepa muy bien dónde estaban los encargados de taponarlo.
Era el resultado, todo, de un Sevilla mal confeccionado desde el principio, de un equipo mucho más preocupado de taponar al rival que de sacar provecho de las habilidades que lo han podido conducir hasta ocupar la tercera plaza del campeonato durante la mayor parte del mismo. Que Kanoute podía descansar ayer entraba dentro de lo previsible, que también podía hacerlo Renato, pues también, porque ambos son los que tienen menos reservas físicas para aguantar dos partidos en una semana. Y por ello dentro de las elucubraciones que son necesarias para acertarle una alineación a Jiménez se podían manejar esas posibilidades. Lo que no tiene mucha explicación es que precisamente en un partido tan exigente en el aspecto defensivo se olvide el técnico de ese pivote defensivo al que tantas veces ha apelado, con éxito, para sacrificar a Duscher, sentado a su vera en el banquillo. Tanto Xavi como Iniesta agradecieron, sin duda, semejante decisión por la cantidad de metros que tuvieron para tocar la pelota con su habitual precisión.
Éste, como se podrá comprobar, podría ser el relato del arranque del encuentro, pero es que no hacía falta mucho más. El Sevilla siempre fue un equipo de chiquillos enfrentado a un grupo de hombres que además manejan el balón con una exquisitez suprema, un conjunto que recibió goles hasta cuando los rivales, Henry concretamente, no querían disparar a puerta. Ni siquiera un sparring. Ah, y después hasta obligó Jiménez a Kanoute a esforzarse en el ridículo mientras Jesús Navas, como extremo izquierdo siempre, seguía siendo el marcador de Daniel y Diego Capel era el extremo derecho todo el partido. Un verdadero dislate, sin duda, en un equipo que se alejó muchísimo del nivel exigible al tercero de la Liga. Aunque con tantos disparates...
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