El derbi europeo · frente a frente

De sueños y pesadillas canteranas

  • Alberto Moreno se erige en protagonista con su participación en los dos goles sevillistas y la definición de su penalti. Nono, que sostuvo al Betis, tuvo la peor recompensa en la tanda.

Si toda Sevilla, la que se apasiona con su singular y único fútbol al menos, estaba ayer al borde del ataque de nervios al filo de la medianoche, cabe pensar cómo estarían los canteranos que defendieron los dos escudos que dividen a la ciudad de forma irreconciliable. No hay término medio en el balompié hispalense y cualquiera nacido en esta tierra que obliga a definirse desde pequeño hubiera dado algo por poder tener la oportunidad de tirar un penalti en la tanda que decidió el hermoso cruce de octavos de final de la Liga Europa. El primer derbi continental de la historia cayó del lado rojo en un segundo partido espectacular, con remontada visitante, prórroga y penaltis, como en las grandes noches históricas del fútbol mundial, y ahí el canterano sevillista vivió su sueño más bello y el bético sufrió el cruel reverso de la peor pesadilla.

Esta dicotomía consustancial a la capital de Andalucía, no sólo en lo balompédico, fue vivida en sus carnes por Nono y Alberto Moreno. El primero, portuense como ese ídolo de todos los béticos que ahora defiende la hermosa camiseta violeta de la Fiorentina, falló el penalti decisivo. Tanto quiso ajustar la pelota que la mandó fuera. El segundo, sevillano del Cerro del Águila y sevillista de cuna, se encumbró con los dos pases que terminaron en los goles de Reyes, un canterano especialista en amargar a los béticos, entre los que siempre se encontró su padre, y Bacca. Alberto Moreno, además, fue uno de los elegidos por Unai Emery para lanzar en la tanda decisiva. El único zurdo que participó en el angustioso carrusel de la suerte suprema la clavó en la red pese a que Adán rozó el balón con su guante. Y le quitó al meta madrileño el honor de ser el máximo protagonista de la eliminatoria fratricida, como amagaba con ser con la doble parada en la prórroga a Gameiro y Bacca tras su exhibición en la primera parte de este larguísimo euroderbi disputado en Nervión.

El fútbol según Sevilla no admite medias tintas y el disfrute de uno es amargura del otro. Siempre fue así, y así seguirá siendo, en una continua revisión del mito del dios Jano y sus dos caras. Disfrutó de la euforia desbocada Alberto y lloró su pena amarga Nono. Y esa diferencia tan abismal es precisamente lo que dota de singularidad al fútbol sevillano.

Fue tan cruel el destino con el bético como sonriente con el sevillista. La lesión de Perquis en el minuto 15 obligó a Calderón a recomponer su equipo introduciendo a Nono, que se situó primero en el sitio de N'Diaye para que éste retrasara su posición a la de central y luego se reubicó como medio por la derecha cuando volvió a adelantar al franco-senegalés. Desde ahí sostuvo a su equipo e incluso le dio la mejor opción de marcar con un excelente balón de cuchara a Baptistao, cuyo disparo seco y cruzado detuvo con el pie Beto.

Alberto, mucho antes de esa ocasión en el minuto 64, había abierto de par en par la puerta de la proeza sevillista con su gran pase a Reyes, en el que medió el yerro de N'Diaye. Y luego determinó la remontada con un pase espectacular a Bacca, tras recibir un gran balón de Marin. Luego llegaría la prórroga y ambos sacaron de sus pechos las fuerzas que ya no tenían para empujar a sus equipos en esta lucha de pasiones. Y la pasión estalló en rojo el mismo día que irrumpió la primavera. Un sueño para Alberto, una pesadilla para Nono.

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