Ya sea culpable el destino, la fatalidad o el brujo que autopromocionó su hechizo contra el portugués días atrás, la certeza de la lesión que sufrió el miércoles Cristiano Ronaldo es su nulo sentido de la oportunidad. Un esguince de tobillo de grado 1 no es una dolencia seria ni debería llevar más que unos días receso en el peor de los casos, pero la inminencia de un duelo de alta gama como es el del domingo en Nervión o la definición de las eliminatorias mundialistas para la comprometida Portugal le dan otra dimensión a la buena salud de su tobillo.

"Son cosas que ocurren. Intenté continuar la jugada y evitar el golpe, pero se me vino encima con mucha fuerza", dijo Cristiano Ronaldo sobre la dura entrada de Diawara que terminó con penalti para el Madrid, expulsión del senegalés y un problema para el delantero y sus circunstancias.

Su presencia está en duda para el esperado choque del domingo en el Sánchez-Pizjuán ante un Sevilla intratable. "Es un partido muy importante para el club", concedió el extremo, consciente de la rivalidad existente con los blanquirrojos y de la amenaza que representan para los intereses madridistas.

La influencia de Ronaldo en lo que su equipo lleva jugado de temporada se cuantifica fácilmente: es el pichichi blanco con cinco tantos en Liga y el goleador de Champions con cuatro. Cinco de ellos sirvieron para abrir el marcador o para desnivelarlo a favor de los de Manuel Pellegrini en momentos clave.

Portugal también prende velas para su recuperación. En ocho días, los de Carlos Queiroz se juegan ante Hungría en Lisboa su gran carta para entrar al menos en la repesca del Mundial, y los lusos no dependen de sí mismos ni para esto.