Liga adelante

La victoria más tonta (1-0)

  • El Betis, pese a lucir un fútbol deplorable, suma un importantísimo triunfo que lo distancia en 8 puntos del tercer clasificado · Aun aletargado, se aprovechó de un rival indecente

Si algo positivo puede extraerse como consecuencia de la victoria lograda ayer por el Betis, amén de los tres puntos sumados, es, precisamente, que la consiguiese. Si todos los equipos suelen tener días tontos, el de Pepe Mel no iba a ser menos. Y ayer le tocó. Pero la principal diferencia entre los equipos buenos y los malos es que aquéllos son capaces incluso de ganar esos partidos que a los demás se les acaban atragantando como a este Betis, un tanto, los polvorones.

Y es que una de las claves para justificar la actuación perpetrada ayer por los verdiblancos podría estribar en las secuelas de esas vacaciones navideñas. No es que los futbolistas, y menos hoy en día, cometan excesos en las fiestas. Pero desconectan y, aunque sean escasos días, tardan en arrancar. Es algo similar al futbolista que sufre una lesión mínima que lo obliga a perderse varios entrenamientos, pero con la diferencia de que en este caso les ocurre a todos los integrantes de la plantilla.

No tiene por qué ser la tónica general, pero en el Betis de ayer se echó en falta esa marcha de más que posee y que apenas le duró los diez primeros minutos. Arriba, Jorge Molina, Rubén Castro y Emana tampoco acudieron a la cita con el gol con esas aviesas intenciones que suelen; es más, tanto el alcoyano como el camerunés, en sendos ejercicios de vanidad y de indolencia, desaprovecharon ocasiones pintiparadas para el gol que debieron haber servido para sellar el partido en el primer acto.

Pero se daban otras circunstancias para que el partido fuera tan apestoso. El rival no motivaba lo más mínimo. Es de los peores grupos de una categoría ya de por sí muy escasa esta temporada. Salvando a cinco o seis rivales, y con la primera vuelta a punto de doblar, el Betis se está encontrando con mucha morralla como este Nàstic en su caminar. Por fortuna, porque ello también influyó en que fuese capaz de salir airoso tras una segunda parte en la que se sintió inseguro e incluso le regaló el balón al rival. Quizá la temporada pasada, por no remover excesivamente en los arcanos, el Betis no hubiese ganado este partido, como no lo hizo en algunos de similar pelaje: Girona, Huesca...

Pero este Betis solvente y gallardo es otra cosa. La hora tan temprana tampoco le gusta y no suele cuajar buenos partidos a las cuatro de la tarde. Pero... gana.

Quizá ante el Nàstic lo vio francamente fácil. Sólo mirar a su pareja de centrales o lo mal que incluso ejecutaban las jugadas a balón parado daba grima. Así, y convirtiendo sobre el césped en un 4-5-1 lo que en la pizarra seguramente sería un 4-3-2-1, pronto se convirtió en reo de un Betis que, al menos en los albores, semejó ser el de siempre. Apretó arriba, robó balones en campo ajeno con un Beñat clarividente y las llegadas a la meta rival se fueron sucediendo pese a que el ritmo de juego decayó pronto.

El problema de no jugar al cien por cien es que hay futbolistas que manejan estas situaciones, léase Iriney, Dorado..., pero empero hay otros que se vuelven locos. Emana, a tope, en un fútbol vertiginoso, es letal. Arranca con fuerza, exprime su herencia genética y enfila la portería rival como un descosido. Pero cuando ve a su alrededor que hay síntomas de pachanguita se aplatana. Se frena, regatea, se le abre un abanico de opciones, o cuando menos dos, y siempre se equivoca.

El camerunés es así. Y si otras veces ha podido colegirse que él ha contagiado al equipo con sus fruslerías y sus frivolidades, ayer puede decirse que se vio imbuido por el ambiente y la calidad reinantes en el partido.

Mel lo intentó todo, aunque las lesiones de Belenguer y Salva Sevilla, le condicionaron los cambios. A raíz del gol de Emana de penalti, la siesta verdiblanca fue aún más profunda. El técnico fue a un 4-4-2, cambió a Salva Sevilla de costado, a Rubén lo movió hasta por dos veces y hasta dio entrada a Juande en pos del balón. Nada surtió efecto, aunque ni falta que hizo. El único remate a puerta del Nàstic llegó tras un saque de esquina. Fue obra de Seoane, solo, y Goitia no tuvo ni que lanzarse por el balón para pararlo. Así es la categoría. Y así hay que entender partidos como éste. Máxime si se mira la tabla y se ve al Rayo ya a 8 puntos.

 

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