José Luis Manzanares Japón, fundador de Ayesa: "Yo no haría la pasarela peatonal del complejo Vera porque es sólo un golpe de imagen"
El presidente de honor y accionista de esta multincional admite que le hubiera gustado hacer un Puerto Banús donde ahora está Torre Sevilla
José Luis Manzanares Japón, fundador de Ayesa, Premio Nacional de Ingeniería Civil 2025
El Ministerio de Transportes y Movilidad acaba de otorgar el Premio de Ingeniería Civil 2025 al sevillano José Luis Manzanares Japón (Sevilla, 1941), en reconocimiento a su extensa y extraordinaria trayectoria profesional en los campos del agua y la ingeniería estructural. Manzanares participó hace 60 años en la fundación de Ayesa, una multinacional en la que recientemente ha entrado el fondo AMCE, dejando de ser una ingeniería familiar. La compañía factura hoy casi mil millones, tiene 14.000 empleados y está presente en 23 países. Manzanares no oculta el orgullo por tener en Sevilla una glorieta con su nombre junto a la Escuela de Ingenieros y ahora por recibir el premio de la Administración central. "Yo he sido profeta en mi tierra", asegura.
Su vocación como ingeniero de Caminos -recuerda- nació casi por casualidad. Hijo de un perito industrial, su primera intención era estudiar Ingeniería Industrial. Sin embargo, un compañero de colegio le convenció de que los más brillantes elegían estudiar Ingeniería de Caminos, Canales y Puertos porquera era considerada la carrera más difícil del país. Orgulloso, decidió aceptar el reto y no dejarse superar. Estudió con una beca, ya que la empresa de su padre quebró justo el año en que inició sus estudios en Madrid. Allí, en medio del contraste entre la modernidad que veía en el cine y la precariedad de la posguerra que sufría en su barrio de Triana, comprendió que el ingeniero de Caminos tenía la misión de transformar el territorio para favorecer el desarrollo. Desde entonces asumió su profesión como una especie de cruzada personal para mejorar su tierra.
Nacimiento de Ayesa
Al terminar la carrera, comenzó a trabajar en la Confederación Hidrográfica del Guadalquivir, donde permaneció casi dos años en la presa de Iznájar. Su trayectoria dio un giro cuando aceptó unirse a José María Rodríguez Gabás, entonces director de la CHG, que a sus 70 años quería fundar una empresa. Pese a que nadie confiaba en ese proyecto, Manzanares vio la oportunidad de oro y fue el único en acompañarlo. Como él estaba especializado en estructuras y Gabás en aguas, bautizaron la firma como Agua y Estructuras S.A. (Ayesa). Él fue su primer y único empleado durante un tiempo, con apenas 25 años.
Entre 1981 y 1987 Ayesa fue propiedad de Abengoa porque Javier Benjumea Puigcerver compró las acciones a la muerte del Rodríguez Gabás. Manzanares recuerda cómo convenció al fundador de la multinacional Abengoa de que era mejor que Ayesa recuperara su independencia. Le compró las acciones a plazos y, a cambio, colaboró en la creación de Focus-Abengoa, dirigiendo la rehabilitación del Hospital de los Venerables Sacerdotes. Aquella relación, asegura, convirtió a Benjumea en “otro padre” para él.
El espíritu emprendedor de Manzanares no nació de un afán de negocio, sino del deseo de transformar Andalucía. Su carrera, sin embargo, no se limitó a la ingeniería. Ha sido docente universitario y escritor. Reconoce que no separa su vida en facetas, porque ha disfrutado con cada una de ellas y -afirma- “todo le ha salido bien”. Explica que la providencia siempre jugó en su equipo y que, cuando Ayesa atravesaba dificultades económicas, recurrió a la docencia para mantener a su familia. Fue así como entró en la Escuela de Arquitectura de Sevilla, donde más tarde obtendría la cátedra de Estructuras. Gracias al apoyo de su esposa en la crianza de los hijos, pudo compaginar estudios y trabajo, reconoce. De los arquitectos aprendió la importancia del paisaje y el valor de vincular el nombre del autor a la obra, algo poco habitual entre ingenieros.
Puentes en Sevilla
Entre todas sus obras, confiesa que la que más satisfacción le produce es el Puente del Cachorro. Recuerda cómo de niño veía las inundaciones que anegaban Triana cada año y cómo aquella infraestructura no sólo cambió la fisonomía urbana de Sevilla, sino que protegió definitivamente a su barrio natal de las riadas. Respecto a la planificación urbana, evita pronunciarse sobre los puentes que Sevilla, si bien confiesa que "lo que no haría es la pasarela peatonal frente al complejo Vera porque va de ningún sitio a ningún sitio y además ya existe el puente de San Telmo. Me gusta invertir en sitios donde haga falta. Esa pasarela es un golpe de imagen más que otra cosa".
En su trayectoria también quedó alguna espina, como el proyecto Puerto Triana, con el que soñó en transformar el Guadalquivir en un eje de negocio y turismo, aunque finalmente fue sustituido por la Torre Sevilla. Pese a ello, participó en la ingeniería del rascacielos. "Yo quería hacer una especie de Puerto Banús al lado del puente del Cachorro, de forma que los turistas fueran en barco hasta allí. Me hubiera gustado hacerlo porque era convertir el río Guadalquivir en un eje de negocio. Urbanismo de Sevilla no quiso porque Alfredo Sánchez Monteseirín soñaba con un gran rascacielos. Como yo no tenía dinero para sacar adelante el proyecto ni quería ser financiero de un gran rascacielos, pues me quité de en medio", cuenta.
Sobre la transformación de Sevilla tras la Expo 92, considera que la ciudad salió fortalecida y se convirtió en uno de los grandes atractivos turísticos de España. Lejos de hablar de maltrato, celebra la evolución que ha experimentado su ciudad natal.
El ingeniero reflexiona también sobre los desafíos actuales en materia de agua e infraestructuras. Defiende la construcción de presas, embalses, sistemas de riego y plantas de tratamiento, porque el desarrollo depende de ellos. Sobre el cambio climático, asegura que es un fenómeno inherente a la historia de la Tierra y que lo importante es adaptarse. En cuanto a la posibilidad de beber aguas residuales tratadas, como ya ocurre en otros países, considera que en España no es necesario gracias a la capacidad de almacenar agua en años de abundancia.
Crítico con la gestión ferroviaria en España, atribuye sus problemas más a la gestión de la Administración que a la ingeniería. También se pronuncia sobre la denuncia por competencia desleal contra Ineco en Bruselas anunciada por los ingenierios, recordando que en países como Francia es habitual que parte de la ingeniería de las obras la realicen empresas estatales. No obstante, desde su posición en el sector privado, admite que alzará la voz en defensa de las compañías que generan empleo.
Ingeniería y ChatGPT
Reconoce con orgullo que Ayesa ha sido pionera en digitalización, proceso que lideró su hija Arancha. Considera que la ingeniería del futuro se apoyará en la simulación digital y también en la inteligencia artificial, aunque advierte que esta debe ser un instrumento al servicio del ingeniero y no un sustituto. En tono humorístico, cuenta cómo puso a prueba a ChatGPT con un problema de cálculo hidráulico y detectó su error. Cuando se le pregunta si sustituirá la Inteligencia Artificial a los ingenieros, contesta que "en algunas cosas sí pero los ingenieros usarán la IA como un instrumento. Eso sí, yo no me fiaría de un puente calculado con Inteligencia Artificial (risas)".
Además de sus logros técnicos, Manzanares ha cultivado la escritura, publicando ensayos, novelas y reflexiones sobre España. En sus libros ha descrito un país que pasó de no querer ser pobre, a creerse rico, y a vivir después el fin de una crisis. Hoy, afirma, conviven una España que aún se cree próspera con otra que amenaza con arrastrarla de nuevo a la pobreza. A su juicio, "lo que hace falta es que los políticos dejen de pelearse entre sí y se dediquen a construir un país tan maravilloso como tenemos".
"Ayesa ha dejado de ser una empresa familiar"
José María Manzanares participó en1966 en la creación de una empresa líder en ingeniería como es Ayesa. En 2021 vendió casi el 66% de su capital al fondo AMCE, argumentando que había sido un acto de responsabilidad. Cuando se le pregunta si se han cumplido sus expectativas de que Ayesa jugara en la Champion League de las ingenierías gracias a esa operación, contesta sin dudar que sí, aunque ello haya sido a costa de que la familia haya perdido poder en la compañía. "Para mí era duro ceder la mayoría pero tengo más de 80 años y quería que la empresa siguiera creciendo en el mercado internacional cuando yo falte. Una ingeniería que quiera ser líder tiene que estar presente en todo el mundo, donde está todo por hacer. Vendí porque no tenía más remedio. Yo soy el tío pobretón que empezó una empresa sin dinero y hemos ido creciendo con lo que hemos ido ganando. Llegó un momento en que Ayesa tenía que crecer y comprar otras empresas, y yo no tenía dinero. Vendí parte de las acciones a un señor que tenía dinero con la condición de que tenía que multiplicar por dos Ayesa. Así se ha hecho y ha sido un éxito. Ayesa compró Ibermática, Emergya... y la empresa ha pasado de tener 5.000 empleados a 14.000 empleados y a facturar casi mil millones de euros". Admite este ingeniero y escritor que "Ayesa ha dejado de ser una empresa familiar. La empresa familiar está bien cuando estás vendiendo una finca o un producto determinado, pero no cuando estás vendiendo cerebro. No creo en las ingenierías familiares".
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