El Fiscal

La otra lección de Francisco

  • Se mojaban el vicario de Cristo en la Tierra y un Cristo del siglo XVI y no cundió nunca el histerismo

El papa Francisco besa los pies del crucificado de San Marcelo en una tarde lluviosa

El papa Francisco besa los pies del crucificado de San Marcelo en una tarde lluviosa / Pool (Ciudad del Vaticano)

Una tarde de cuaresma fue elegido pontífice y años después, también en cuaresma, ha dado una lección al mundo en silencio, bajo la lluvia y en una plaza de San Pedro donde no había nadie y estábamos todos al mismo tiempo. Francisco conmovió a los fieles y a muchos meros espectadores. Reconcilió con el silencio al mundo del ruido y de las prisas. El Papa caminó bajo la lluvia, rezó e impartió la bendición. Caía una manta de agua sobre el adoquinado y no se inmutó. Ninguno de sus ayudantes lo hizo. Y allí estaba el crucificado de la iglesia de San Marcelo, trasladado expresamente para la ocasión porque es el particular Cristo de San Agustín para los romanos en la peste del siglo XVI. Esta imagen de cinco siglos se mojó. ¡Vaya si se mojó! Y no pasó nada. Le caían por los brazos los goterones de la lluvia. La imagen cumplió su labor fundamental, la que sigue cumpliendo a pesar del paso de los siglos, los saqueos, los incendios, los traslados... Por encima de todos y de todo, la función evangelizadora. 

La otra tarde en Roma ocurrió lo que pasaba en los años cincuenta cuando la lluvia sorprendía a la cofradía del Silencio. Cuentan que los nazarenos se quedaban quietos, como si no sucediera nada. Ni los siglos del crucificado ni la edad del pontífice alteraron los planes. Se cumplió con lo que estaba previsto: rezar por el mundo, bendecir al mundo. Llegó lluvia lateral por el efecto del viento que sopló desde los montes Albanos y mojó al crucificado, que estaba situado debajo de tres metros de cornisa. Pero no pasó nada. Ni nervios, ni histerias.

Los goterones de agua en el brazo del crucificado Los goterones de agua en el brazo del crucificado

Los goterones de agua en el brazo del crucificado / Pool (Ciudad del Vaticano)

Tal vez debamos aprender esta otra lección. La serenidad en tiempos de lluvia, el reencuentro con el silencio, la belleza de la lluvia que tanto le gustaba a Juan Pablo II, como siempre recuerda el periodista y sacerdote Antonio Pelayo. ¡Cuántas cofradías no se han quedado sin salir por culpa de una sobreactuación! La lluvia nunca ha sido aliada de las cofradías, más bien una vieja y temida conocida de ellas, pero no pocas veces su anuncio ha generado más nervios de la cuenta en una sociedad fuertemente condicionada por las retransmisiones en directo y las manidas teorías sobre un concepto adolescente de la responsabilidad. Llovió y no pasó. Se empapó el pecho del crucificado y nadie puso el grito en el cielo.

El agua de lluvia sobre el pecho de la sagrada imagen El agua de lluvia sobre el pecho de la sagrada imagen

El agua de lluvia sobre el pecho de la sagrada imagen / Pool (Ciudad del Vaticano)

"¡Es agua, no ácido!", exclamó una vez un señor en Semana Santa por el revuelo formado ante un chispeo. Quizás hemos hecho demasiado el tontucio durante los últimos veinticinco años. Esa fue para muchos la otra lección del Papa en clave sevillana. Hay cosas más importantes en el mundo. El crucificado se secará y seguirá cumpliendo su función. Como los nazarenos del Silencio continuaban caminando cuando tocaba camino de San Antonio Abad o del refugio establecido. Sin imposturas ni nervios. Con la serenidad de un Papa cuando reza por el mundo en días de pandemia.

Quédense quietos 

No hace falta hacer nada especial, ni armar tanto ruido, ni montar planes alternativos en las redes sociales. No habrá procesiones de Semana Santa y punto. El último invento de organizar un vía crucis en Twitter durante las horas en que las cofradías harían estación en la Catedral revela una necesidad de calmar ciertas frustraciones o de llenar un vacío que habría que sobrellevar sin más. Dejen paso a la Semana Santa interior, muchas veces muy edificante. O zámpense una torrija, simplemente. ¡Quédense quietos! ¡No hay pasos en la calle! ¡No!

Qué curioso

El Consejo como institución es para que lo lleven al diván del psiquiatra. Unas veces es el presidente y su núcleo cerrado de los cargos generales. Como cuando hubo que poner el Martes Santo al derecho con toda razón y acierto. Y otras veces el Consejo son todos los hermanos mayores. Como cuando hay que decidir el destino del dinero de sillas y palcos recaudado por una carrera oficial que no habrá y que se sabe con tiempo que no habrá, pero se trata de unos euros que en parte ya han sido prematuramente ingresados en las cuentas de las hermandades. ¡Qué bueno lo de la pluripersonalidad Consejo! El Consejo tiene más identidades que Mortadelo, el de los disfraces. 

La verdadera intención

¿No será que la cúpula del Consejo quiere utilizar a los hermanos mayores como blindaje?La técnica, o el truco mejor dicho, es muy vieja. ¿Por qué no se sometió a la consideración de los hermanos mayores la vuelta al derecho del Martes Santo, el pago por primera vez del cartel oficial de la Semana Santa o innumerables cuestiones que se han gestionado en los últimos años? Porque entonces no interesaba. Simple y llanamente. No hay más. Los hermanos mayores, generalmente mudos en las asambleas, serán tomados como un escudo ante las más que previsibles denuncias. 

Preciosa

La carta que recibieron los hermanos más pequeños del Amor para que todos rezaran una oración a la hora en que era la función al Señor de la Sagrada Entrada en Jerusalén. Un gesto sencillo. No hace falta más. En la vida hay cosas que ocurren y hay que aceptarlas, muchas veces no hay que tratar de buscar fórmulas alternativas a lo que sencillamente no la tiene. Mucho mejor cuanto antes se aprenda en la vida. Las imágenes nos esperan todo el año en sus altares. Y, además, con tantas salidas extraordinarias, raro es el mes que no sale un paso a la calle.

El pertiguero

Primer golpe. El retorno. Sí, señor. Rosco ha anunciado que se presenta de nuevo a hermano mayor del Cachorro. Segundo golpe. Oído:“Eso de ver las imágenes de la Semana Santa de años anteriores me pone de peor humor. Es como un castigo emocional añadido. Prefiero que pase todo cuanto antes y poder hacer borrón y cuenta nueva”. Tercer golpe. Hoy hubiera sido el pregón de Julio Cuesta. ¿El alquiler del teatro se paga igualmente o se lo devuelven al Consejo? Y ciriales arriba. Nos hemos quedado sin ver cómo funcionaba la nueva empresa de seguridad en la carrera oficial. Sí, era uno de los estrenos menos sabidos.

El Lagarto de la Catedral: "La verdad es que quien sí está dando la talla en esta crisis es el arzobispo Asenjo. Se ha visto su altura de miras más que en ningún otro momento. Quizás algunos se hayan dado cuenta por qué fue secretario general de la Conferencia Episcopal, cuando estaba entregado a los grandes asuntos".

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