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Amador Fernández-Savater: "El problema hoy no es que haya falta de atención sino falta de deseo"

Amador Fernández-Savater.

Amador Fernández-Savater. / Ramón Núñez

Autor de Habitar y gobernar; inspiraciones para una nueva concepción política (2020) y La fuerza de los débiles; ensayo sobre la eficacia política (2021), el investigador, activista, editor, ‘filósofo pirata’ Amador Fernández-Savater coordina junto a Oier Etxeberría la obra El eclipse de la atención (Ned, 2022) donde reúnen a doce autores que se cuestionan sobre lo que nos están diciendo los desórdenes de la atención, “más agresivos en nuestro tiempo”, dice, y cómo se pueden combatir desde la reflexión y el arte de la presencia.

–‘El eclipse de la atención’. No habla de déficit, ni de pérdida, ¿por qué?

–Porque la idea es desplazar la percepción del problema. Lo que nos viene a la cabeza, efectivamente, es hablar de pérdida, déficit o distracción y nosotros lo que pensamos es que hay es un efecto de saturación, de captura de la atención. La imagen del eclipse está implícita en esa escena famosa de la filosofía que narra el encuentro de Alejandro Mango y Diógenes el Cínico. Alejandro le dice te admiro muchísimo, pídeme lo que quieras que yo te lo concedo, y el filósofo en su tonel sólo le pide que se aparte que le está tapando el sol. Y en este libro, uno de los autores, utiliza esta historia para decir que hoy miles de pequeños alejandros magno, que son los dispositivos, el móvil, las redes sociales, nos dicen también te voy a conceder tus deseos. Así lo que necesitamos es reconectar con el sol de nuestra atención.

–¿Cómo capturan nuestra atención?

–Economía de la atención, nuestra atención se convierte en mercancía: ¡mírame a mí!, “mira mi producto”, “yo estoy hecho para ti”, “soy especial”. Otra manera de saturación es la delegación de la atención que hacemos en algoritmos, en protocolos, en estándares, en patronos... Lo que llamamos la automatización de la atención.

–Me lleva a la cuestión de la sanidad pública. Hemos tenido a médicos en huelga, entre otras cosas, por protocolos de tiempo que consideran escaso para atender a los pacientes

–El caso de los sanitarios me parece el mejor para explicar que la atención es un asunto colectivo y político. La atención no tiene que ver con una cuestión de concentración sino que es la base de la relación con el otro, es una manera de la escucha. La atención no es sólo mi atención, tiene que ver con condiciones de atención que son colectivas y, por tanto, políticas. Maestros o sanitarios, por mucho que intenten hacer bien su trabajo, si no hay tiempo, si no hay recursos, si hay precariedad, hay presión o mucha demanda... Las condiciones de atención son malas. En la atención se juega, de alguna manera, el mundo, la relación con lo otro.

–Las redes nos controlan, las pantallas nos controlan... ¿Hemos dado la batalla por perdida?

–Creo que, en general, hay un recurso muy fácil a la queja permanente y una satisfacción perversa en el victimismo. La culpabilización de las tecnologías es para mí poner el problema donde no está. En El eclipse de la atención hemos recuperado un texto de Simone Weil que dice “allí donde hay deseo, hay atención”. El problema hoy no es que haya falta de atención sino falta de deseo. Pero si activamos el deseo, que no es capricho, que no es deseo de un objeto, que no es deseo de consumo, sino el motor que te empuja en la vida, entonces habrá atención. Yo diría que nuestra falta de deseo real hace que vayamos a los compensadores: a los móviles, a las redes... A todos esos compensadores que esta sociedad nos da y que son infinitos. Y, sí, la responsabilidad está en nosotros y a lo que culpamos es al efecto y no a la causa.

–La pregunta del millón, ¿cómo recuperamos el deseo?

–No soy capaz de dar recetas de nada. No soy capaz de responder cómo se hace, creo que lo que puede aportar el pensamiento es redibujar el mapa de lo que vemos porque mi receta tiene que ver con mi experiencia y, por tanto, sería una desatención al otro. El pensamiento puede inspirarnos pero cada cual tiene que buscar la manera de activar su deseo. En todo caso, sí es interesante hacer esa distinción entre deseo y el capricho, el consumo o ese deseo que te satisface momentáneamente. El deseo puede pasar por momentos bajos o, incluso, por fases de sufrimiento, no confundamos el deseo con facilidad.

–¿Ese deseo real es el que despierta, por ejemplo, una vocación?

–Sí pero también el amor: a una pareja, a la familia, a una amistad... Eso también despierta un cuidado, una elaboración de trama de relaciones... Pensando en la pregunta anterior, además, el deseo no se transmite, en todo caso se contagia, es decir, no se deja dirigir. Y se contagia a través del amor. Un profe que nos ha marcado en la escuela, lo ha conseguido porque de alguna manera ha conseguido activar nuestro amor por un objeto de conocimiento y porque con esa persona hemos tenido una relación afectiva fuerte.

–¿Es cierto que ha aumentado el síndrome TDAH en los niños?

–Me costaría mucho responderte en nombre propio, pero en el libro, José Ramón Ubieto y Marino Pérez hablan de una desatención en ese diagnóstico. Ellos dicen que cada chico debería ser mirado singularmente y teniendo en cuenta su contexto familiar, social, su relación con las tecnologías, su relación con la escuela... Y la solución no sería un medicamento, el mismo para todos, sino un acompañamiento singular. Hablan de que hay una facilidad en ese diagnóstico que tiene que ver con el negocio, con nuestra comodidad de tener una solución, que tiene que ver con nuestra pereza a la hora de escuchar singularmente un caso.

–Se define como ‘filósofo pirata’, ¿qué es eso?

–Es un juego. La filosofía para mí es algo que se asalta, se aborda, como hacían los piratas que querían desvalijar a otros barcos. La filosofía pirata es un lugar desde donde se aborda el saber exterior al saber mismo y también una relación con el saber que no es de veneración o contemplación sino de profanación, de agarrar lo que necesites para pensar lo que te pasa.

–Conocía bien el movimiento 15M, ¿qué cree que ha quedado de él?

–El 15M fue un movimiento de escucha. La gente hacía un esfuerzo por escucharse y la opinión del otro importaba muchísimo. Había un querer saber lo que el otro quería decir, había también una expectación porque no sabíamos lo que el otro podía decir porque no sabíamos ni siquiera quiénes éramos. Así que yo me preguntaría, ¿dónde encontramos hoy una política de la escucha? Bajo esa premisa, los herederos del 15M no están en la política institucional, ojalá la política institucional registrara algo sincero del 15M, pero creo que los herederos más auténticos son los que construyen espacios horizontales de escucha y diálogo. Quizás el movimiento feminista llevó más allá lo que ocurrió el 15M y, ahora, el movimiento ecologista lo ha vuelto a ampliar, un movimiento de gente joven que de alguna manera está escuchando algo del mundo.

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