Entrevista | Escritora

Claudia Capel: “El español que se habla al otro lado del Atlántico es el andaluz”

Claudia Capel, en la Plaza de San Francisco.

Claudia Capel, en la Plaza de San Francisco. / Carmen Castellano

Nacida en Buenos Aires y con residencia en Sevilla, Claudia Capel es escritora, poeta y profesora de talleres literarios. La autora acaba de publicar ‘Ancestras. Once escritoras’, libro en el que Capel relata episodios poco conocidos sobre Gloria Fuertes, María Zambrano, Pilar de Valderrama o Victoria Ocampo, entre otras. Además, en su trayectoria cuenta con una biografía acerca de Jorge Luis Borges, titulada ‘Borges invisible’, y ha publicado tres poemarios. Claudia Capel es ejemplo de una vida dedicada a la literatura, y a la divulgación, desde el aula hasta las redes sociales.

–¿Cómo se enseña a escribir?

–No se enseña exactamente a escribir, sino a mejorar el estilo. Cada persona escribe lo que quiere y tiene su propia voz. Lo que se puede dar son herramientas para mejorar el estilo. Es decir, se dan técnicas.

–¿Y cuáles son esas técnicas?

–La síntesis, que es lo más difícil; la emoción también; y la precisión. Contarlo breve, contarlo con emoción, contarlo con palabras precisas. No escribir dieciocho palabras si lo que tienes que contar lo puedes decir en cuatro bien escogidas, claro.

–Qué importante es saber elegir las palabras.

–Sobre todo los adjetivos. Es lo más complicado. Al ser las palabras gratis, escribes y pones tres adjetivos. Pero con uno solo, bien elegido, ganas mucho más en expresión.

–¿Qué es un buen poema?

–Eso es muy difícil de decir. Yo sólo sé que hay cosas que te llegan y cosas que no te llegan. Y más que bueno o malo, te podría decir verdadero o falso. Cuando algo es verdadero funciona; cuando es falso, aburre.

–¿Y cómo cribar lo falso de lo verdadero?

–A nivel personal lo cribas solo, porque no te interesa, sin más. A nivel profesional, depende de los criterios de cada grupo. Pero creo que lo importante es que el texto te produzca una emoción.

–¿Qué le supuso a usted, como escritora y como poeta, descubrir la obra de Borges?

–La obra de Borges la descubrí a los doce años. Leí entonces un poema de Fervor de Buenos Aires, el cual se llama Despedida, y a mí me produjo lo que yo llamo el relámpago. Es decir, ese momento en el que te das cuenta de que a ti te pasa algo con la poesía. Cuando gané el premio Juan Crisóstomo Lafinur, sentí que Borges que estaba haciendo un gran regalo. Porque ese premio me cambió la vida, al menos literariamente. Por eso también estudié la obra de Borges durante siete años para publicar una biografía, Borges invisible.

–¿Qué leemos en esa biografía, qué es lo “invisible” de Jorge Luis Borges?

–Pues que principalmente él era poeta. De principio a fin. Y que el personaje público llamado Borges era un personaje con el que el escritor no se identificaba para nada.

–¿Y por qué Borges no se identificaba con aquel yo público, digamos?

–Porque él no creó esa imagen. La crearon los expertos, los estudiosos, los interpretadores. Toda esta gente que construyó un personaje que no era Borges.

–¿Cómo definiría usted la personalidad de Borges, sin el personaje?

Tierno. Muy sencillo. Divertido. Y buena persona, honesto.

–¿Qué distingue a Borges de otros grandes de la literatura universal?

–El estilo, que es único, y también la filosofía de fondo. Toda la obra de Borges tiene una filosofía de fondo.

–Usted ha estudiado con detenimiento la poesía japonesa. ¿Qué destaca de esta tradición?

–La sencillez, la belleza, la precisión y la síntesis. Y el hecho de que la poesía japonesa, waka, nace con una escritura femenina. Porque toda la literatura era china, y sólo los hombres podían aprender los caracteres kanji. Las mujeres, al no poder escribir ni leer ni nada, se inventaron el silabario hiragana, que es el que se utiliza actualmente para escribir tankas. El tanka es, además, muy anterior al haiku, pues el haiku nace en el siglo XVII.

–Recientemente ha publicado un libro titulado ‘Ancestras. Once escritoras’, donde recoge a autoras españolas e hispanoamericanas. ¿Qué las une?

–Son once autoras en lengua española, de ambos lados del océano, que han dado pasos muy importantes en la literatura para la voz de la mujer. Rosalía de Castro, por ejemplo, de la que tenemos esa idea de la poeta gallega bucólica y observadora del paisaje, pero que es la autora del primer manifiesto de literatura femenina. También incluyo a Alfonsina Storni o a María Zambrano, esta última primera mujer Premio Cervantes. Un premio en el que sólo han sido premiadas seis mujeres. Similar ocurre con Carmen Conde, admitida en la Real Academia Española en el año 1978, y desde entonces sólo ha habido once académicas. Es fuerte.

–Menciona igualmente, entre otras, a Elena Garro.

–La historia de Elena Garro es la historia más triste del libro. Todo se hizo en su contra. Es una gran poeta que nunca pudo publicar poemas… Ella tuvo una desgracia fundamental en su vida, que fue conocer a Octavio Paz, quien fue su marido. Él se ocupó de que no se publicaran los poemas de Garro y de que no se publicaran sus libros, hasta que los dos se separaron. Y en el 68, ante una movida política gorda que hubo con los estudiantes, el grupo de intelectuales, el grupo de Octavio, culparon a Garro de aquella movida. Ella tuvo que exiliarse, con su hija, pasando hambre. Una historia muy dura.

–De Argentina a Japón. Pasando por Sevilla. ¿Qué le ha aportado esta vida viajera a su literatura?

–Músicas del español. Creo que es un idioma muy grande. Y desde luego el español que se habla al otro lado del Atlántico es el andaluz. No se habla castellano.

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