Sergio del Molino | Escritor y periodista

"España es más patriotera ahora, pero no demasiado"

Sergio del Molino

Sergio del Molino / Antonio Pizarro

Sergio Molino (Madrid, 1979) le ha dado la vuelta a la visión de España. Escritor y periodista, publicó en 2016 La España vacía, una reflexión y un recorrido por ese país inhabitado que es la mayor parte del territorio español. Obtuvo el Premio de los Libreros de Madrid al Mejor Ensayo. Vuelve ahora con Lugares fuera de sitio, esas ciudades y comarcas situadas en las fronteras insólitas de España. Ceuta, Melilla, Gibraltar, el condado de Treviño, Olivenza, Andorra... las esquinas dobladas del mapa de una España muy distinta.

-Cuando era más joven, Ceuta y Melilla eran Andalucía, y todavía compartimos los obispos, que son los de Málaga y Cádiz, y los prefijos telefónicos. Hoy las llamamos ciudades africanas, están como más lejanas.

-La autonomía las alejado, es verdad, pero es curioso, porque al tener tan pocas competencias, son las más españolas que hay. La presencia del Estado es muy importante en estas ciudades.

-Ante la lectura del libro, da la impresión de que lo que le ha motivado son esas singularidades que hay en torno al Estrecho: Ceuta, Melilla, Gibraltar...

-Sí, es el germen, el núcleo duro del libro, porque son los territorios más complicados, donde los dramas son más actuales; los otros territorios son más pequeños, más irrelevantes y con una conflictividad menor. Las historias que hay ahí, en torno al Estrecho, justifican por sí mismas un libro. A final, es verdad, me he engolfado un poco con ellas.

-En contra de los que alertan contra la marroquinización de Ceuta y Melilla, lo que le asombra es la españolidad de los musulmanes ceutíes y melillenses.

-Claro, políticamente y demoscópicamente es así. Después de la regularización de los años ochenta, se creía que iba a surgir un partido islamista o promarroquí, pero no ha ocurrido: el electorado musulmán es trasversal y muy repartido. La idea de ciudad compartimentada es más ficticia que real.

-Llega a decir que hay un interés por parte del Estado de que Ceuta y Melilla dejen de ser españolas un día. No sé si es ironía.

-No, lo digo en serio. La existencia de Ceuta y Melilla es un problema para cualquier administración española, es un dolor de muelas constante y no sólo por el conflicto migratorio, sino por el problema diplomático que genera con Marruecos y porque cuesta dinero. Cualquier ministro de Exteriores votaría por quitárselo. Lo mismo, y en eso sí especulo, esos avisos de que viene el lobo islamista son más un deseo que una realidad, como si quisieran oír que esas ciudades quieren unirse a Marruecos.

-Al final, parece que es un problema de pobreza entre un lado y otro. En Gibraltar, los llanitos no son españoles, aunque muchos de ellos proceden de San Roque.

-Pero la brecha cultural se abrió mucho después de la Segunda Guerra Mundial, y ahora comienza a darse un fenómeno nuevo, y es que hay gibraltareños que no saben nada de español. O lo hablan como mucha dificultad. La identidad de Gibraltar es muy fuerte, se han enrocado en ello, no concibo una vuelta a España porque no quieren ser españoles. Decía Leguineche que no hay ningún pueblo que se envuelva tanto en su bandera.

-También conoce La Línea.

-Claro, vaya sitio interesante, es muy desesperanzador, lo que me llama la atención es lo extendida que está la teoría de la conspiración de que el Estado trabaja contra ellos. De que, realmente, hay una confabulación para destruirles y, viendo cómo les ha ido, tiene sentido que se lo crean. La Línea y el Campo de Gibraltar corren el riesgo de quedarse como lugares malditos.

-Se podía tirar la Verja. También está Andorra en el libro. Andorra no tiene una verja que la sitie.

-No, porque están las montañas. A mí no me han parado nunca en Gibraltar y sí en Andorra, los controles son mayores. Los andorranos no quieren hacer nada que ponga en peligro el negocio, supongo que los suizos también serán así; es una sociedad cerrada, difícil y dura. La gente que va a trabajar allí no aguanta más de tres años, es claustrofóbica y la sociedad andorrana es muy elitista.

-Olivenza debe ser lo contrario, es idílico, encantados de ser españoles de cultura portuguesa.

-Han encontrado la solución.

-Pero es pura emocionalidad, no se ha resuelto de otro modo. ¿No es posible eso en Cataluña o el País Vasco?

-Debería serlo. Es tener la suerte, muy rara en el mundo, de poder aglutinar varias culturas y lenguas en un mismo lugar. Además de enriquecer en lo cultural, se le puede sacar rendimiento económico. Olivenza es un feudo del PSOE extremeño, y la Junta lo ha cuidado mucho, es como un parque portugués y le funciona muy bien. Tienen dos pasaportes y un legado con el que vivir en Madrid o en Sao Paulo.

-¿Portugal?

-Portugal es un país muy nacionalista, mucho más que España, lo que ocurre es que es un nacionalismo más de saudade, como son ellos.

-Ahora hay mucho nacionalismo español.

-Sí, es verdad, hay más, pero menos que en otros países europeos, el nivel de patrioterismo es bajo. Y me gustaría que siguiese siendo bajo, porque es lo que hace vivible a la sociedad.

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