Rosa Belmonte y Emilia Landaluce son dos periodistas que trabajan en medios de comunicación diferentes, pero que se unen para escribir como lo hicieron en Sobre nosotras, sobre nada y ahora con La Mala Víctima.

–En este libro se habla mucho de periodismo, de Cádiz, de la opinión pública... La mezcla da un resultado que tiene mucho de novela de misterio.

–Ambas somos periodistas, tiene mucho de lo que vivimos, pero eso no quiere decir que se puedan identificar personas de nuestro entorno. Evidentemente, nos inspiramos en rasgos de las personas que nos rodean para crear personajes, pero que nadie busque a ninguna persona conocida en la novela, porque no hay.

–¿ Cómo se escribe una novela entre dos. Hay que llevarse bien y ceder cuando toca?

– Hay que tener claro el tema, discutir mucho y aceptar de buen grado las aportaciones de cada una.

– La protagonista es una periodista que ha vivido la evolución de las redacciones desde la máquina de escribir hasta la edición digital.

–Aquí es un poco como nosotras. En el caso de Socorro, la protagonista de nuestra novela, encima trabaja en un periódico centenario y este cambio se nota aún más. Cuando empecé en el año 1996, aún se entregaban las columnas picadas en papel. La modernidad llegó con el disquete. Emilia es más moderna y ya había correo electrónico cuando entró. Socorro, la protagonista, sabe la importancia de la edición digital. De hecho, hay información que redacta y se guarda solo para la edición digital del periódico donde trabaja.

–El título de la novela, La Mala Víctima, es una expresión poco afortunada que la protagonista incluye en la crónica de un juicio por violación. Por eso es criticada en las tertulias televisivas.

–En realidad es un malentendido que nadie quiere aclarar. Socorro lo dice por el juicio paralelo al que se someten las víctimas de este tipo de delito, pero las tertulias lo ven como una forma de ganar audiencia atacando a la periodista.

– La protagonista tiene algunos complejos por su origen humilde.

–Socorro tiene un gran complejo porque su madre es la asistenta en casa de la familia dueña del periódico. Ella ha llegado a ser periodista, ha evolucionado en la vida, y cree que la forma de tratar su madre a los jefes roza el servilismo. La relación con ella es compleja, pero más preocupada por lo que digan los compañeros que porque tengas problemas con su madre en sí.

–Saben que sus lectores van a buscar paralelismos entre los personajes y la vida real.

–Todo en la novela es inventado. No busquen parecidos o algún personaje de la vida pública.

–La novela empieza con el cadáver de una mujer joven que parece haber sido violada en una finca entre Sanlúcar de Barrameda y El Puerto de Santa María, salen los pinchazos en discotecas, todos temas que pueden aparecer en las páginas del periódico.

–Es una forma también de poner en la palestra la histeria colectiva que causó el verano pasado el tema de los pinchazos en las discotecas y ferias.

–¿Cuál es la esencia de la novela?

–Es un retrato certero de cómo funciona el periodismo. Es una novela negra con buen tiempo que transcurre en Cádiz y Sotogrande.

–¿Por qué en Cádiz?

–La madre de Emilia es de Rota y veranaba en El Puerto de Santa María, una localidad con la que también tengo relación yo (Rosa). Queríamos hacer una novela de verano. Escribimos sobre los lugares que conocemos e inventamos sobre lo que nos interesa. Creemos que hemos conseguido crear intriga y reflejar las dinámicas de poder.

–En la novela están muy presentes las relaciones de poder.

–Es uno de los temas transversales de La Mala Víctima. Está la de los propietarios de los medios con los periodistas, la de los más veteranos de la redacción con los más jóvenes; la de los empleados domésticos con sus jefes, la de la familia protagonista con sus miembros más díscolos...