FÚTBOL El defensa bético Félix Garreta, en coma inducido

Pablo Cambronero

"Ciudadanos desapareció en el momento en que Inés Arrimadas se puso al mando"

Pablo Cambronero Piqueras.

Pablo Cambronero Piqueras. / Carmen Castellano

-¿Cómo ha sido su experiencia en la política?

-Ha sido bonita. Al principio entra uno con mucho vértigo, pertenecía a un grupo parlamentario que me dio mucha repercusión, pues me hicieron portavoz de Interior y Defensa. Me dieron mucha responsabilidad de inicio. Se trabaja muy bien en el Congreso cuando estás en el grupo parlamentario. Pero ocurre que ha sido una legislatura histórica en lo convulso, con la pandemia y todo lo que sucedió después, con mociones de censura y rupturas de gobierno en varios sitios, con mucha movida parlamentaria y extraparlamentaria que nos ha afectado. 

-¿Cuándo decidió abandonar Ciudadanos?

-En medio de una de esas situaciones terribles por la pandemia, con el Gobierno dictando reales decretos en los que metía mucha carga ideológica. En Ciudadanos creíamos que había que contrarrestar esa carga ideológica y entendíamos que el Gobierno tendría que hacer una ley de pandemias. En el primer estado de alarma ya manifesté que era inconstitucional, pero voté a favor. En el segundo Marcos de Quinto se desmarcó y dijo que ya no votaba más cosas ilegales y entregaba su acta. Votó a favor y se fue. Yo voté a favor pero dije que estaba en desacuerdo. A la semana siguiente, tras una interpelación que tenía con Marlaska, presenté mi solicitud de entrada en el Grupo Mixto porque abandonaba Ciudadanos.

-Se le criticó mucho por no dejar el acta.

-Fue muy traumático al principio, hubo mucha presión mediática y mi cara estaba en todas las televisiones. Yo en ese momento no quise hacer ninguna declaración. Me negué. Después colgué mi motivación en redes, pedí que se me dejara trabajar y a partir de ahí que se me juzgue. Me negaron el despacho durante siete meses. Estuve ese tiempo trabajando en la cafetería del Congreso, donde establecí literalmente mi despacho, con mi nombre y todo. Allí mantuve numerosas reuniones.

-¿Qué hizo después?

-Al final me dieron despacho, pero decidieron que yo no iba a hablar en el pleno, votarían siempre en contra. La única iniciativa que me dejaban era la que es personal, que son las preguntas parlamentarias. Le dije a Meritxell Batet que era inconstitucional y planteé un recurso de amparo a la mesa de la Cámara, que me dio la razón pero no hizo nada para solucionar esa situación. 

-¿Por qué no entregó el acta?

-El acta era mía y no renuncié a mi labor. Se me acusa de tránsfuga pero no me fui a ningún otro partido. Mantuve el acta con arreglo a un programa electoral que he intentado mantener hasta el último día y creo que casi lo he conseguido. Todo lo que he registrado no es incompatible con el programa de Ciudadanos.

-¿Fue Ciudadanos quien cambió?

-Es evidente. Ciudadanos desapareció en el momento en que Inés Arrimadas se puso al mando. Es así, porque ha ido dando bandazos, y han ido perdiendo fuerza hasta el punto en que están ahora mismo, en el que todos han abandonado el barco y están prácticamente disueltos. Al final el tiempo nos ha dado la razón a Marcos de Quinto y a mí. Decíamos que aquello se moría. Si no reaccionábamos de alguna manera, si no nos mostrábamos ideológicamente férreos, el proyecto se moría. Y se ha muerto. Ahora se están matando por los pequeños rescoldos que quedan de dinero, lo que también es muy patético, por cierto.

-Son muchos sus ex compañeros que han pasado a engrosar las filas del PP, pero nadie les llama tránsfugas, ¿no cree?

-Muy curioso eso, ¿eh? Aquí en Sevilla tenemos a gente que ha pasado de Ciudadanos al PP, casi encabezando las listas, y resulta que son maravillosos y divinos. Sin embargo a mí, que no he cambiado de partido, se me llama tránsfuga. Quizás sea porque fui el primero. No entiendo por qué se me llama tránsfuga cuando no he cambiado de partido político ni de ideología. Pero bueno, es un apelativo con el que convivo, aunque admito que me sigue fastidiando.

-¿Se arrepiente de salir de Ciudadanos?

-Para nada. Han sido los dos años y dos meses más bonitos que he tenido en el Congreso. Brutales de actividad, eso sí. Se me han acercado miles de personas. Abrí dos vías de comunicación directa en Twitter y en la página web y por ahí me ha llegado de todo. Colectivos de todo tipo, como médicos, controladores aéreos, etc. han visto que no hay filtro y que lo que me llegaba lo trasladaba en forma de pregunta. Son miles de personas, me ha costado leerlos a todos y aún sigo leyendo mensajes. He registrado 1.500 iniciativas en dos años y un mes.

-¿Tantas?

-Creo que es un récord, o eso al menos me dijeron los del registro.

-Alguna pregunta chirriaba un poco, ¿no? 

-Se refiere a la de la presunta manipulación del clima, supongo. Fue muy llamativa y se me calificó de extraño. 

-¿Había un intento de acercarse a la ultraderecha?

-No, no, ningún acercamiento a Vox. Es cierto que hay ciertas preguntas que pueden considerarse así, pero al final son preguntas. Si yo tuviera certezas no presentaría preguntas parlamentarias, sino una proposición no de ley o alguna iniciativa con más rango. También hubo algunas respuestas extrañas y que generaron noticias, como la vez que el Gobierno me admitió que mandaba 600.000 euros a una cooperativa de anacardos en Costa de Marfil.

-¿Cuántas se quedaron sin responder?

-188. Ayer las conté. Me las contestaban todas porque no querían que hablara. Había una posibilidad de hacerlas orales si pasaba el plazo para responder, pero no querían que cogiera el micrófono, por el tema del pacto antitransfuguismo.

-¿Cómo afronta la vuelta a la Policía Nacional, en una semana tan complicada para esta institución?

-Me siento un poco raro. Es una semana complicada también para mí. Supone un cambio de vida total, en lo profesional y en lo personal. Estoy intentando recomponer todas las piezas para que todo encaje. Pero vuelvo con mis compañeros, no he perdido el contacto con ellos nunca. Por ahí no trauma.

-¿Tiene ya planchado el uniforme?

-Tengo que recibirlo aún porque ha cambiado desde que me fui. Y el arma, la placa y demás.

-Dicen que anda escribiendo un libro, ¿es secreto o puede contarse?

-Sí, podemos contarlo, llevo poco tiempo aún pero no es ningún secreto. Es un libro en el que mezclaré algunas de mis preguntas parlamentarias con mi historia personal en el Congreso.

-Anécdotas tendrá unas cuantas, ¿no?

-Todas las del mundo. Una muy bonita es del día de la despedida de Casado, con el que me crucé en el pasillo justo cuando iba a salir para dar su último discurso. He hecho amigos allí, aunque también es cierto que algún enemigo, malencarado además.

-¿Con qué se queda?

-Con la cantidad de gente con la que he trabajado. Hay quien me implora que cree un partido. Eso es maravilloso. He conocido a gente técnica, muy buena. Por ejemplo, en Sanidad, una materia de la que yo no tenía ni idea. Presenté una lista de 58 medicamentos que no estaban financiados con informes que decían que eran muy efectivos. El primer caso que se aprobó fue el del Trodelvy, para el cáncer de mama metastásico. El Gobierno decía que no estaba financiado por la racionalización del gasto público. Así que pregunté que cuánto valía. Y me mandaron una fórmula matemática en respuesta, que decía que 90.000 euros por paciente y año. Pero claro, cuánto cuesta el Falcon, los coches oficiales y los asesores. Multiplican por mil esa cantidad. No hay tantas pacientes con cáncer de mama metastásico. Eso lo publiqué en redes, tuvo repercusión en prensa y Santiago Abascal lo defendió en una sesión de control. A las dos semanas se financió el Trodelvy. Luego se han aprobado otros cinco. Me han llegado mensajes de pacientes diciéndome que les he salvado la vida. Para mí eso es un sueño.

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