RUGGERO | ACTOR, CANTANTE Y COMPOSITOR
"Mi Macondo particular es mi casa, mi familia"
Carmen de la Fuente. Presidenta de la SAMIUC
La intensivista Carmen de la Fuente sabe lo que es pasar noches enteras junto a pacientes entubados que se debaten entre la vida y la muerte en los boxes de una UCI. Presidenta de la Sociedad Andaluza de medicina Intensiva y Unidades Coronarias (SAMIUC) desde marzo de 2016, es jefa de Servicio de Medicina Intensiva del Hospital Universitario Reina Sofía y antes lo fue también del servicio de Medicina Intensiva, Urgencias y Dispositivos de Cuidados Críticos extrahospitalarios del área sur de Córdoba. Actividad a la que se dedicó durante 20 años. Comparte su labor asistencial con la de integrante de grupos de investigación del Instituto de Investigación biomédica (Imibic) Córdoba y en el Ciberinfect del instituto Carlos III.
–La donación de órganos cuenta con un gran arraigo en nuestra Comunidad. De hecho, Andalucía acaba de superar los 1.000 trasplantes en un año y la tasa de donación es la más elevada de la serie histórica. ¿Se puede ir todavía a más?
–Es un mérito que el 85% de los familiares a los que se le ha planteado la donación hayan aceptado, pero, claro, siempre las negativas pueden mejorar, poco más, porque somos una de las comunidades más solidarias de España, de hecho estamos en cifras récord, pero, probablemente, se podrá incrementar porque se están abriendo nuevas nuevas vías y nuevas estrategias para promocionar la donación de órganos. Con todo, no es baladí que en Andalucía estemos a la cabeza de donación en muchos ámbitos y creo que la coordinación autonómica de trasplante está haciendo una gran labor, junto con el resto de los coordinadores, y que siempre tenemos muy presente que esto se produce, no sólo por el trabajo secundario de los profesionales, sino por la generosidad de la población andaluza que es impresionante.
–¿Qué papel juegan en estas cifras históricas los médicos intensivistas andaluces a los que representa?
–El intensivista actúa en muchos niveles. Para empezar, a nivel de Andalucía, todos los coordinadores de trasplantes son intensivistas. Pero más allá de la coordinación, en su día a día, también juega un importante papel en la detección de posibles pacientes que pueden ser donantes y, sobre todo, en la mediación con familia, en la interacción con ella, la información y en el generar un clima de confianza. Luego, por otra parte, también es clave en el mantenimiento de esos donantes para conseguir que los órganos sean lo más óptimo posibles, porque el donante es un paciente más que requiere un tratamiento especializado por parte de los intensivistas para extraer sus órganos. Y, en último lugar, los especialistas también participan en la atención del paciente trasplantado.
–¿Hacen los trasplantes mejor a un hospital?
–Eso es mucho decir, pero sí que es verdad que pone a prueba el trabajo multidisciplinar, el de engranar una cadena que es bastante compleja. En este sentido sí podemos decir que es uno de los máximos exponentes en un centro hospitalario. Esto no significa que los hospitales que no hacen trasplantes no sean óptimos en la cartera de servicios que llevan, pero la calidad de servicio de la donación y el trasplante es cierto que exige un esfuerzo suplementario en integración, en coordinación y en innovación que hacen posible muchos equipos porque refleja un trabajo multidisciplinar.
–¿Qué supone cada donante?
–Lo primero que supone es la generosidad de una familia que en una situación tan grave y con tanto dolor y tan vulnerable, la situación más vulnerable como familiar diría yo, hace hacia otras personas. Es decir, el ser capaz de ver que esa muerte tiene un sentido para dar vida a otras personas. Creo que esto es casi lo más importante de la donación. A nivel asistencial, supone la atención a ese donante, la detección del mismo, la realización de un estudio muy exhaustivo de causas que podrían ser excluyentes o el trabajo crucial de los coordinadores a nivel de información y también de integración con la ONT. Pero, sobre todo, la generosidad.
–¿Cuánta vida da con sus órganos?
–Cada persona con sus órganos puede dar muchas vidas, puede haber trasplantes de un pulmón o bipulmonar, de hígado, de uno o dos riñones o páncreas. También existe la donación de tejidos o de córneas, es decir, que puede generar vida, pero también puede generar una mejora en la calidad de vida.
–¿Cuándo alguien dice no, ¿qué aduce?
–Esto lo viven mucho más los coordinadores que son lo que solicitan en el órgano, nuestra misión es más de la informar de que desgraciadamente no hay más que hacer por ese paciente. Pero, en general, porque son familiares desestructuradas o porque son pacientes que no tienen no tienen apoyo familiar o alguien que tome la decisión. Otras veces porque culturalmente haya algún atávico en el que no quieran deshacer. Pero generalmente cuando la información es buena, creo que los coordinadores hacen una magnífica labor de información que les hace ver que ya, desafortunadamente, sus órganos no sirven para para nada en este mundo y pueden dar mucha vida.
–Los que dicen sí, suelen llevar mejor el duelo, ¿verdad?
–Yo creo que sí, indudablemente. Ninguna muerte tiene sentido realmente, pero hay muertes muy bruscas, accidentes, personas muy jóvenes, ictus... Circunstancias que suponen golpes muy fuertes en la familia y pueden dar lugar a que la vida pueda dejar de tener sentido para sus familiares y este gesto les hace verlo. Es decir, ver la posibilidad de que la muerte de su familiar ha servido para algo.
–Su profesión le lleva a convivir con la muerte y la vida casi en el mismo instante. ¿Se acostumbra a eso?
–Nunca te acostumbras. La muerte siempre impacta y no todas las personas que se mueren, desafortunadamente, pueden ser donante, o sea, no existe una linealidad. Hay muertes que pueden venir de procesos crónicos, de pacientes ingresados mucho tiempo en UCI, muertes muy traumáticas, otras que no se ven venir, que son más rápidas, y siempre nos siguen impactando y, aunque tengamos la esperanza de dar vida a otra persona, son sentimientos diferentes que conviven. Puedo decir que nos acostumbramos en el sentido de que lo vivimos con mucha frecuencia por nuestro trabajo, pero eso no significa que estemos menos sensibles a esa muerte y, sobre todo, a esas entrevistas con la familias a las que le tienes que comunicar ese fallecimiento. Son momentos desgarradores.
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