"Una ciudad feliz se levanta sobre la libertad, pero una libertad para todos"

charles montgomery | escritor y urbanista

El autor canadiense Charles Montgomery.
El autor canadiense Charles Montgomery. / Emma Avery
Pilar Vera

02 de agosto 2023 - 04:00

LA CASA TAMBIÉN ESTA FUERA. Los galardonados ensayos de Charles Montgomery (NorthVancouver, 1968) combinan reportajes de investigación con historias reales para explorar la conexión entre cultura, ciencia, diseño y bienestar humano. Es cofundador de Happy Cities, un equipo interdisciplinar que utiliza la evidencia, el compromiso y el diseño para fomentar comunidades más felices, saludables e inclusivas, que ha ayudado a transformar espacios urbanos en cuatro continentes. Capitán Swing publica su Ciudad feliz, donde defiende los diseños y políticas urbanas hechos a medida humana. Aunque hoy día, asegura, su principal preocupación como especialista en urbanismo no es otra que la turistificación.

–Vive en Vancouver. ¿Diría que es una ciudad feliz?

–Esa solía ser una pregunta fácil pero ya no lo es. Es cierto que Vancouver es una de las ciudades más vivibles del mundo: verde, bonita, paseable. Diría que hemos conseguido diseñar una ciudad feliz, pero tiene un problema idéntico al que sufren muchas ciudades europeas, como Barcelona: nadie se puede permitir ya vivir aquí.

–Un problema en el que cobra especial vigencia algo que vertebra todo el libro: para quién son las ciudades.

–Soy muy insistente sobre esto: para quién son los espacios, las calles, los edificios. Pero, desde que escribí Ciudad feliz, mi atención se ha vuelto hacia para quién es el vecindario, quién se puede permitir vivir allí. ¿De dónde son tus lectores?

–De Andalucía, en el sur de España. Un gran asunto, el de la turistificación, porque se supone que el turismo era nuestra apuesta.

–Y, de repente, se vuelve en contra. Mira, si algo he visto con el tiempo es que las ciudades más inteligentes lo son más allá de su diseño: lo son por su política. Pienso que un modelo para las ciudades andaluzas podría ser lo que se hace en Santa Mónica: si quieres alquilar un Air B&B, el propietario tiene que vivir allí. Retener a la gente es el principal reto. Ya sabemos cómo hacer unas ciudades más amables. Es hora de asegurar la vivienda y cuidar a la gente que vive, estudia y trabaja allí.

–Y aun así, nos encaminamos hacia una sociedad eminentemente urbana, que irá organizándose en megalópolis. ¿Cómo hacer para no colapsar?

–La experiencia de una ciudad depende de dos cosas: el estado del vecindario y la distancia que tienes que recorrer en tu vida. Por ejemplo, México DC, que uno podría pensar es un sitio horrible, con bolsas de pobreza y demás, tiene algunas de las zonas más maravillosas que he visto: La Condesa, La Roma. Y todo responde mucho a la forma en que organizas esas ciudades:alrededor de los coches o de las personas. Si lo haces alrededor de los coches, vas a colapsar. Si lo haces alrededor de la gente, el tejido urbano será más adaptable y puede responder mejor ante los cambios. Una ciudad paseable, con buen transporte público, tranvía, bicis, es mucho más resistente.

"Una ciudad democrática es aquella que tiene un transporte público que te permite moverte con rapidez"

–¿Hasta qué punto influye en el bienestar de una ciudad el número de habitantes que tiene?

–Depende si hablamos del total de población o de la densidad de población, y puede serlo en dos sentidos. Por ejemplo, en Estados Unidos, las ciudades modernas fueron levantándose bajo la idea de que todo el mundo tenía que tener un montón de espacio privado, con casas enormes con sus jardines, y poder acceder con el coche a todas partes. Y todos y cada uno de ellos pagan esos privilegios con unos atascos horrorosos, más polución y menos tiempo para estar con su familia y amigos. Impide que la gente se vea en la calle. Y luego está el tema económico: es un modelo muy caro de mantener, que ha arruinado a muchos ayuntamientos.

–Por cierto: ese modelo, 'peak oil' mediante o reducción de emisiones mediante, no parece tener gran futuro.

–Bueno, es el modelo en el que las ciudades norteamericanas se han ido construyendo en los últimos 50 años, pero ya le estamos dando la vuelta. Y es que, cuando se construyen espacios que son más amables, más bonitos, más paseables, la gente quiere vivir allí.

–Realizar cambios de esta escala, ¿es algo a mano de los ciudadanos normales?

–Una de las cosas que más me ha sorprendido ha sido las veces que la gente se ha unido para defender sus ciudades, con iniciativas como Transportation Alternatives. Si consigues que los técnicos de un ayuntamiento entiendan la necesidad de un lugar público, puede cambiar. En vez de cerrar las calles al paso, abrirlas: para esa concienciación sirven mucho las jornadas sin tráfico.

–Una de las palabras que más se usan para no cambiar el status quo urbano es “libertad”: libertad para ir adonde quiera cuando quiera, para que la gente venga a mis tiendas...

–Es curioso, porque una ciudad feliz se levanta sobre la libertad: pero la libertad para todo el mundo, para que todo el mundo pueda moverse adonde quiera en la forma que quiera. El sistema del coche es muy injusto: fagocita espacios y calles y es el modo más caro de moverse. Además, en la mayor parte de las ciudades europeas, todo es accesible. Aquí también, en un principio, las asociaciones de comerciantes eran reacias a limitar el uso del coche, pero fueron cambiando su postura: los coches no compran, compra la gente.

–Como experiencia, además, la libertad parece asociada a estar detrás de un volante. Es un contraste doloroso con la grisedad y embrutecimiento que procuran al transporte público.

Y, curiosamente, cuando preguntas a la gente que usa el transporte público para ir a trabajar, dice que los viajes suelen estar bien, en comparación con coger el coche, si no tienen que esperar mucho: si quitas esos factores de estrés e incertidumbre, entonces el viaje es más fácil. Y la mejor manera de que un autobús llegue a tiempo es que no esté esperando eternamente detrás de decenas de vehículos en un atasco. Una ciudad democrática es aquella en la que hay un sistema público de transporte, con buses y tranvía, que te permiten moverte con rapidez.

–En un escenario de turistificación, ¿cómo podemos hacer que las ciudades no se conviertan en escenarios de cartón-piedra?

–Pues lo primero es construir vivienda accesible a todo el mundo, a la gente trabajadora, con más VPO pero también introduciendo conceptos como el cohousing y asegurando la protección del tejido inmobiliario de sistemas fagocitadores como Air B&B, además de impedir a los constructores levantar más edificios en tramos de conexión que pueden ser vías o espacios verdes.

stats