Francisco Kovacs. Médico especialista en espalda y experto en técnicas de educación temprana
"La escuela, instruye, pero quien educa es la familia"
Máximo Valverde
Se torció un tobillo en el desmontaje de la obra Con ganas de reír, que pasó por el teatro Quintero y pese a que el médico no se lo recomendó, fue con la hermandad del Rocío en su salida andando hasta Bormujos. En las paradas del camino, Máximo Valverde (Sevilla, 1944) siempre se acuerda de los amigos ausentes, entre ellos de Carmina Ordóñez, a la que conoció en la finca de su padre, Antonio Ordóñez. Tercero de los nueve hijos de un abogado y agricultor, desertó de los bufetes y los arados. Trabajó en las series de Canal Sur Plaza Alta y Arrayán. En el cine ha sido pareja de Ana Belén, Lola Flores, Victoria Vera, Concha Velasco, Amparo Muñoz, Nuria Espert, María José Cantudo o Charo López en la Manuela de García Pelayo.
-¿Cómo empieza en el cine?
-Me fui a Madrid para torear y había que buscarse la vida. Trabajé en los albañiles, descargando fruta y pescado en el mercado de Legazpi y de extra de cine.
-¿Aprovechó esa puerta?
-Yo tenía 24 años. Hice de extra en Fortunata y Jacinta. Debe ser la única vez en la historia del cine que alguien empieza de extra y acaba de protagonista. Juan Luis Galiardo tuvo un problema con Emma Penella y lo quitaron de la película, que producía Emiliano Piedra, marido de Emma. Hubo un casting y me dieron el papel de Juanito Santacruz, el marido de Jacinta y amante de Fortunata. Me dieron el premio del Sindicato del Espectáculo, los Goya de la época, al mejor actor revelación.
-¿Y los toros?
-Poco dinero y mucho sacrificio. El cine era todo lo contrario: éxito, dinero, popularidad.
-¿Nunca hizo de torero en una película?
-Es algo que nunca entendí. Son papeles para toreros. Hay muchas películas taurinas, todas fracasos. Anthony Quinn es un actor muy versátil, pero en Santos el Magnífico estaba para matarlo.
-¿Y el torero se hizo galán?
-No tenía ninguna experiencia cinematográfica. Al principio me doblaban la voz porque tenía un acento andaluz muy marcado, pero retrataba muy bien, y eso cinematográficamente se valora.
-Vivió el boom del cine del destape: mucha cama, poca ropa...
-A mí me perjudicó el cine del destape. Era un dinero fácil, las películas no tenían ninguna complicación, y en lugar de renunciar a esos papeles, los acepté. Me equivoqué. Las protagonistas de esas películas no eran los actores o las actrices, eran los cuerpos de éstas. Después de años de represión y censura, querían verlas desnudas y a la gente le daba igual el guión. Fueron ríos de dinero. Juan Luis Galiardo también era galán, pero emigró a México y volvió convertido en un actor de carácter.
-¿Quiénes sobrevivieron?
-Los cómicos. Alfredo Landa hizo muchas de esas películas, pero lo bordó en Los Santos Inocentes. José Sacristán es un actor inconmensurable; o Paco Rabal, que se convierte en un gran actor cuando se quita el peluquín.
-¿Usted fue a Perpiñán?
-Como todos. Y también a París a rodar Españolas en París con Ana Belén. He hecho 53 películas, algunas tan buenas como Triángulo, con Nuria Espert, que en España no se entendió mucho, o Clara es el precio, de Vicente Aranda, el debut cinematográfico de la Miss Universo Amparo Muñoz.
-Hoy sería impensable, por políticamente incorrecta, una película como Las Ibéricas...
-Fue un invento de Masó, que hizo Las colocadas y dirigió esta historia de once famosas jugando al fútbol que tenían once novios famosos. Mi novia era La Contrahecha, una bailarina guapísima.
-¿Cine, teatro o televisión?
-El cine te da dinero y prestigio; la televisión, popularidad; y el teatro, el placer de ser actor.
-¿Le tocaron los buenos años de la televisión?
-No hice ningún Estudio 1porque en esa época creé mi propia compañía de teatro con la actriz Mari Paz Pondal y con su marido, Fernando Pereira.
-¿Por qué tardó tanto tiempo en volver a su tierra?
-He ido por toda Andalucía, pero a Sevilla hace treinta años que no venía. Con Un inglés de Gibraltar, que hicimos en un teatro que ahora es un bingo. Y un año antes, en 1982, vine con Isabel Pantoja, que era actriz, cantante y empresaria de Tengo 22 abriles, un éxito apoteósico en el que traía a Martes y Trece y Chiquetete.
-Actor, empresario. ¿Y dramaturgo?
-Escribí un drama, La corrida, pero no está el país para dramas. Ganas de reír es mía. He escrito guiones de películas y poesía.
-Casi nunca falla en la salida de Triana al Rocío...
-Sólo dejé de ir cuando estaba en la Universidad y me coincidía con los exámenes.
-¿Qué carrera hizo?
-Derecho, pero sólo hasta cuarto. Yo quería ser torero, no abogado. De mi curso eran Ana María Ruiz Tagle, Amparo Rubiales, uno de los Pérez Royo. Veía a Felipe jugando al dominó en un cafetín.
-¿Dónde le cogió la muerte de Franco, detonante del destape?
-En Italia, rodando El taxista de señoras, españolada a la italiana.
-¿Cómo se presenta el verano?
-No es buena época para el teatro en Andalucía. La gente se va a la playa. Nos vamos al Norte. Es una obra muy andaluza, pero gusta muchísimo en el norte. Llevamos cuatro años seguidos yendo a Noja, un pueblo de Cantabria.
-¿La crisis es la nueva censura?
-Ahora vas a taquilla y te la juegas. Además habían acostumbrado a la gente a ir gratis al teatro.
-¿Volverán los cómicos de la legua que reflejaba Fernán Gómez en El viaje a ninguna parte?
-Un retrato maravilloso del año catapún, pero esta época es parecida. Ahora ni llenando el teatro ganas dinero.
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