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José C. Clemente | Profesor de Genética y Genómica en Monte Sinaí

"Somos tan microbios como humanos"

El profesor de Genética en Monte Sinaí José C. Clamente.

El profesor de Genética en Monte Sinaí José C. Clamente. / José Ángel García

Como investigador y profesor en la Escuela de Medicina de Monte Sinaí de Nueva York, José Carlos Clemente Litrán (Sevilla, 1974) ve adecuado posar bajo la estatura de Antonio Machín, junto a la casa familiar, porque, al igual que los científicos, los artistas recurren más a la transpiración que a la inspiración. Ingeniero informático especializado en biotecnología y genética, Clemente estudia la composición de los microorganismos que viven con nosotros, el microbioma, en busca de señales de patologías. Pasando del bit a la flora intestinal, la ciencia está encontrando posibles asociaciones gracias al análisis de millones y millones de datos entre las características de la microbiota y la prevalencia de enfermedades de tipo alérgico o autoinmunes.

–A Arquímedes el eureka lo pilló en una bañera...

–A mí el último me pilló pateando la ciudad. Me gusta pasear, me permite pensar tranquilo. Tampoco nos engañemos: buenas ideas hay muchas pero luego hay que trabajarlas en el laboratorio... y que yo tampoco soy Arquímedes, claro.

–Las tecnologías han facilitado el procesamiento de millardos de datos, algo que los ordenadores hacen bastante bien. ¿Qué pinta ahí el ser humano?

–Ante las embestidas de información, hay que saber templar. Debemos sintetizar, interpretar y poner en contexto. El conocimiento útil es algo que los humanos aún hacemos mucho mejor que las máquinas.

–La robótica está y estará cada vez más presente. Hay quien piensa en la creación de impuestos a los robots. ¿Acabarán soñando con paraísos fiscales eléctricos?

–[Kurt] Vonnegut ya escribió en los años 50 de un futuro en que los humanos viven mantenidos por los beneficios que generan las máquinas. Pero no lo describía como una utopía, sino como una sociedad alienada por la automatización extrema y el sentirse superfluo. Cobrar impuestos a los robots resuelve parte del problema, pero la otra parte, qué hacer si no tenemos objetivos en la vida, me parece casi más importante.

–Por ahora, la inteligencia artificial ha introducido metodologías en la medicina con muy buena pinta, ¿no es así?

–Mejores diagnósticos, predicción de respuesta a intervenciones, reposicionamiento de medicamentos… Pero también se pueden amplificar desigualdades si no se usa correctamente. Los datos que utilizan estos algoritmos incluyen sesgos raciales y económicos. Eso limita nuestra capacidad para extrapolar conclusiones a otros grupos de población.

–Usted trabaja analizando el microbioma, los virus, bacterias y otros microorganismos que viven en nuestro interior. ¿Qué somos sin ellos?

–El microbioma está involucrado en la fermentación de la fibra alimentaria y en la síntesis de algunas vitaminas que el cuerpo no produce, pero además juega un papel fundamental en la enfermedad inflamatoria intestinal, las alergias alimentarias y las enfermedades cardiovasculares. En cierto modo, somos casi tan microbios como humanos.

–¿La presencia de una u otra especie microbiana condiciona las enfermedades?

–Se estudian varios microorganismos como posibles biomarcadores de la enfermedad inflamatoria intestinal o del cáncer de colon. Pero la ausencia de otros también puede favorecer la formación de cálculos renales. El problema es que tener o no tener estos microbios no implica necesariamente que la enfermedad se desarrolle, lo que sugiere que hay otros factores implicados.

–¿Cómo de diferente es el microbioma de un neoyorquino del de un andaluz?

–La globalización es un pasapuré biológico: las diferencias que pudieran existir hace dos o tres generaciones han desaparecido. Las dietas tienden a homogeneizarse y esto lleva a un microbioma similar. Varios estudios han demostrado cómo hemos perdido diversidad microbiana en la medida en que nuestra dieta ancestral ha sido reemplazada por la occidental y cómo este proceso está asociado a enfermedades inmunes y metabólicas.

–Además de la alimentación, ¿qué factores condicionan que vivan con nosotros unos seres u otros?

–La medicación. El uso indiscriminado de antibióticos. Aunque salvan vidas, a menudo se toman de modo innecesario y, a largo plazo, tiene un coste en pérdida de microbios beneficiosos para el organismo.

–Un poco de ciencia ficción, ¿qué enfermedades actuales no tendrán nuestros nietos y al revés?

–Pese a pandemias puntuales, creo que habrá una disminución progresiva de enfermedades infecciosas y un incremento de enfermedades crónicas, sobre todo cáncer y enfermedades relacionadas con el sistema inmune.

–Ahora una del género de catástrofes, ¿pillará desprevenida la siguiente pandemia a la humanidad?

–Si no se dedican los recursos necesarios para monitorizar la emergencia de nuevas cepas patogénicas, nos van a coger a la contra otra vez. Comparado con el coste que ha tenido esta pandemia, es una inversión ínfima.

–Usted, que trabaja en Manhattan, debe de ser difícil oírse las pisadas allí, ¿no?

–Decía Belmonte, en la biografía de Chaves Nogales, que un sevillano va pisando fuerte para que se escuche el sonido de sus pisadas. En esta ciudad tienes que pisar como si fueras Antonio Canales o no te escucha nadie.

–Mucha animación y mucha vanguardia, pero de fútbol allí nada de nada...

–Tiene algo de tirón entre la gente joven, sobre todo las chicas, pero, claro, ni comparación con la cultura futbolística en España: que te lleven al estadio de niño, juntarte con los amigos a ver el partido en el bar, las puyas después de un derbi… En fin, todo eso que no se puede conseguir sólo con dinero y con superestrellas.

–En el número de bares por habitante tampoco nos ganan los neoyorquinos, ¿verdad?

–Ni en bares ni en iglesias. En lo importante ganamos por goleada.

–Machín cruzó el Atlántico con unas maracas y usted, cuando lo hizo en el sentido opuesto, ¿qué llevaba consigo?

–Una maleta de Bolsos Casal y bastante ignorancia de lo que es el mundo por ahí fuera.

–Después de 30 años aquí, Machín decía que era el más cubano de los españoles y el más español de los cubanos. ¿Le pasará a usted igual cuando esté 30 años en Estados Unidos?

–Siempre se le pegan a uno cosas de donde vive, pero, como decía mi padre, yo siempre seré de mi pueblo.

 

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