José Ramón Sánchez | dibujante

"Ya nadie quiere tener películas preferidas"

"Ya nadie quiere tener películas preferidas"

"Ya nadie quiere tener películas preferidas"

Los españoles que superan la cuarentena lo veían cada semana dibujar y hablar de cultura a José Ramón Sánchez en la tele, en el célebre programa infantil Dabadabadá. Ilustró carteles electorales, la edición escolar de la Constitución del 78 y firmó una serie de dibujos de cine que llevó por primera vez a la mayoría de españoles a una exposición artística. José Ramón Sánchez (Santander, 1936), inquieto siempre, no deja de trabajar en una dimensión accesible sólo para los grandes maestros. A los 81, su primer cómic, Moby Dick, es una muestra más de su genio, como su visión de El Quijote años atrás.

-Usted ilustró la Transición.

-Aquellos años fueron fundamentales. Fue un verdadero renacimiento, político, cultural, ciudadano, social, importantísimo. No me alegro más de haber sido testigo de aquel tiempo y haber puesto mi granito de arena con las campañas del PSOE. Y me molesta mucho cuando alguien dice que la Transición era un invento de cuatro locos crédulos.

-¿Volvería a ilustrar ahora una campaña electoral?

-Sería un error. Aquel era un tiempo de ilusión; éste es un tiempo de realidad. La realidad chocaría con aquella visión tan utópica del socialismo, de la vida, de los tiempos que venían, de la esperanza. Ahora ya lo que nos espera es otra cuestión más realista. Ya hemos visto que nadie hace milagros.

-La política de ahora no es la de entonces.

-Aquel fue un momento de grandes líderes porque hubo tres personajes en el Partido Socialista -Felipe González, Alfonso Guerra y Javier Solana- que eran extraordinarios políticos, de un prestigio inamovible. Por desgracia, ahora no los hay. Pero esa pérdida de carisma se ve en todo el mundo.

-¿Hace falta otro renacimiento en el país?

-Siempre. La vida del mundo, la historia, siempre tiene épocas de renacimiento, de decadencia y vuelta otra vez. El paso del hombre por la tierra es cíclico. Y yo espero -aunque ya no lo veamos quienes tenemos 80 años- un momento de esplendor porque ya lo ha habido. Lo hubo hace 35-40 años.

-Los niños y los jóvenes de ahora también son otros.

-El problema de la infancia ahora es que tienen tantas cosas que es como si no tuvieran ninguna. Y, además, han perdido hábitos que no pueden perder la infancia, la adolescencia o la juventud, como es la lectura.

-¿Sus programas infantiles en la tele ya no encajarían?

-Claro, ahora no los necesitan. Porque aquellos tiempos tenían un ritmo y una manera, y estos tienen otras. Qué les vas a contar a unos niños que tienen ya todo, todo. Ya no consultan un libro porque le dan a un botoncito en un soporte o en otro y encuentran la respuesta inmediata.

-Se ha perdido mucho.

-Ha perdido una infancia que ya no está. A un chaval ya ni le interesa grabar las películas porque ya lo tiene todo. Y cuando una sociedad lo tiene todo, empieza a hartarse de todo, y empieza a tener la sensación de que no tiene nada.

-Siempre nos quedará el cine clásico.

-Hombre, siempre nos quedará París y Casablanca. O Lo que el viento se llevó y Cantando bajo la lluvia.

-Las que homenajeó en una serie espectacular...

-Fue un homenaje a todas las obras maestras del cine, a mis películas favoritas, y eso ya es inviable porque ya nadie quiere tener películas preferidas.

-Es aún la muestra más vista en el Museo de Huelva.

-El secreto es que tocaba la fibra emocional muy fuerte porque a nadie se le había ocurrido hasta entonces hacer una colección con películas dibujadas. Cuando alguien hace una de 120 cuadros con esa temática, o es un desastre o es un bombazo. Y fue un bombazo. Los museos empezaron con visitas de los colegios a partir de La gran aventura del cine.

-Se vio mucho tiempo.

-Diez o doce años sin parar. No puedo decir una ciudad o un pueblo importante en el que no estuviera. Después la retiré porque estaba muy estropeada. Los cuadros necesitan un reposo y una restauración, y a lo mejor a los 50 años, en 2032, sería una bonita retrospectiva de la primera exposición de un ilustrador infantil que entró en un museo.

-Luego ha realizado otras obras excepcionales.

-Pero no han sido lo mismo. En aquel momento supe que era irrepetible, y esos momentos en la vida los tienes una vez. Yo tuve siempre la idea de que siempre tenía que hacer algo más difícil. Ha sido la norma que he tenido toda mi vida.

-¿Es consciente de que ha estimulado los sueños de una generación entera?

-Esa consciencia me la ha dado el tiempo. Entonces pensé que era una oportunidad pedagógica para comunicar cosas respecto a todas las artes. Pero para ver la huella que dejas en esa gente, ésta se tiene que hacer mayor. Es muy fuerte que alguien te diga que le has cambiado la vida, aunque es más una expresión poética.

-Pero hay huella en quienes están entre los 40 y los 50.

-Había dos efectos. Uno era el de dibujar, pero el efecto bueno fue interesarse por leer, por escribir, por conocer la vida de los grandes genios. Si a un niño le hablas de Shakespeare o Mozart le das unas guías muy sólidas en su vida. Y esa es la huella que he ido descubriendo.

-Lo de la tele fue increíble.

-Hay encuestas que dicen que las tres personas más influyentes que han hecho un programa en televisión, y que han comunicado con más vocación y fervor, son: uno imbatible, Félix Rodríguez de la Fuente, y otros dos que somos Juan Tamarit y yo, en menor escala. Éramos tres locos.

-Pero esa pasión hay que saber transmitirla.

-La tienes que transmirir, claro. Y yo soy un hombre apasionado cuando vivo.

Comentar

0 Comentarios

    Más comentarios