“Soy un raro que hace lo que puede y trata de hacerlo bien”
José María Pérez 'Peridis', arquitecto, dibujante y escritor
José María Pérez, conocido por todos como Peridis (Cabezón de Liébana, 1941), arquitecto de profesión, lleva dibujando en El País desde su primer número y hace unos años decidió probar suerte con la literatura también. En su última novela, El cantar de Liébana (Espasa), Peridis dibuja y escribe una obra que "parece un beato" y que se inspira en el luglievar en el que nació. El dibujante narra la vida Eulalia, una mujer viuda, y la intercala con su vecino más internacional, Beato de Liébana, un monje cántabro del siglo VIII.
–Mucha gente no conoce que son los beatos.
–Umberto Eco decía que son las más prodigiosas creaciones iconográficas de toda la historia del arte Occidental. Son libros ilustrados de una manera fantástica. Son ilustraciones bellísimas que van con el texto de un libro que se llama Comentario al Apocalipsis.
–¡Qué imaginación!
–Son dibujos que tratan de explicar el apocalipsis, cosa que es imposible porque el apocalipsis es una profecía llena de fantasía. Es un libro, o una serie de libros –son 30 los que se conservan– manuscritos entre el siglo VIII y el siglo XIV, profusamente ilustrados siguiendo el texto de Beato. Representa, con entre 80 y 100 dibujos, pequeños, grandes, a toda página... Se realizaban sobre pergaminos y explican el apocalipsis, lo que no se puede ver, lo que es casi inaprensible. Esa es la tarea que acomete Beato.
–Define los beatos como los primeros cómics.
–No sé en otra culturas, pero en el mundo Occidental son los cómics más vistosos. Es contar con dibujos una historia difícil. Tiene un valor extraordinario. Yo creo que Beato, que es santo desde hace muchísimos años, tendría que ser el patrono de los dibujantes y los facedores de cómics.
–¿Es la Edad Media tan oscura como la gente cree?
–No, no, era más oscura porque era corta. La gente tenía una esperanza de vida de 30 años. Con las enfermedades, la higiene, el agua corriente, el alcantarillado, la peste… Alguien lo llamó la edad oscura, pero en realidad la gente ha vivido en la Edad Media hasta hace muy poco. Yo no tenía agua corriente en mi casa cuando era niño, tenía el arroyo del monasterio al lado y cogíamos calderos de agua, tampoco teníamos baños en casa. Es que anteayer no teníamos calefacción y nos sentábamos en la trébede a rezar el rosario por las noches.
–¿Qué dibujaría Beato hoy?
–Yo creo que lo que él pensaba que iba a ocurrir, el fin del mundo, en qué consistiría el fin del mundo. Serían unos cómics absolutamente tenebrosos y apocalípticos.
–¿En qué le inspira Beato?
–Beato sostenía que las imágenes explican a los doctos lo que las letras no pueden y a los indoctos, quienes no saben leer ni escribir, lo que sus ojos no descifran. Una imagen le dice a cualquiera lo que quiere contar. Cuando hablo con El País para ver qué hacemos, me dicen: "Ha estado Feijóo con Sánchez y han dicho esto" y yo no pienso en las palabras que me dicen, veo a Feijóo en caricatura, a Sánchez y procuro hacer una metáfora.
–¿Cuánto le ha marcado el lugar en el que nació?
–A mí me ha marcado todo, sobre todo para esta novela. Tuve la suerte de nacer en un valle, rodeado de montañas nevadas, con los Picos de Europa, con un clima muy bueno, con robles en la puerta de casa, praderas, frutas. Eran pueblecitos pequeños y el río no era un río remansado, era un río jovencito que iba haciendo brincos entre las peñas con renacuajos. Era un mundo natural de una gran calidad.
–Casi paradisiaco.
–Paradisiaco, no casi. Era un pequeño paraíso.
–Eulalia, su protagonista , vive una segunda juventud tras quedarse viuda, ¿le ha dado a usted la literatura una segunda juventud?
–Cuando tenía más de 60 años e iba dejando la arquitectura, dije: "No me puedo quedar parado, tengo que mirar al mundo con ojos de escritor". ¿Qué mejor que la novela para mirar al mundo con esos ojos? He descubierto una nueva mirada y una nueva faceta que me obliga a leer y a mirar a la gente de otra manera. Me obliga a contar historias.
–Eulalia, Crisógono, Exuperio… ¿Cómo se le ocurren los nombres de sus personajes?
–Crisógono era un compañero del colegio en Palencia, le llamábamos Criso, y don Exuperio se corresponde con un cura que había en Potes que se llamaba don Desiderio. Son los nombres de los pueblos de aquella zona y suenan antiguos por lo que para la novela van bien. Además, son fáciles de recordar. ¿Cómo le iba a llamar yo Jaime o Borja al profesor? Le pongo Crisógono y eso da juego.
–Se ha retirado como arquitecto, ¿ahora es un dibujante que escribe o un escritor que dibuja?
–Soy un raro que hace lo que puede y trata de hacerlo bien. Hago lo que me gusta y cuando me gusta y como me gusta. Tengo la suerte de que me lo editan, salgo en la radio con Javier del Pino, salgo de vez en cuando en Aquí la Tierra con Jacob Petrus hablando sobre monumentos. Se trata de estar vivo, da igual lo que hagas. Hay que tratar de hacerlo bien y divertirse y que se diviertan los demás.
–¿Tiene pensado escribir otra novela?
–Ando ahí dando vueltas a la cabeza y me estoy mareando porque no encuentro la salida ni la llegada. Quizás se relacione con cosas que ya he hecho, hice una serie de televisión sobre el Románico. Igual hago algo en torno a algún monumento, una historia del presente, del pasado. Yo qué sé... ¡Un cantar de otro sitio!
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