Política
Carlos Navarro Antolín
Guardiola, ante un nuevo atracón de bellotas con cáscara
Ni José Antonio Xiol, ni Fernando Ledesma, ni Cándido Conde- Pumpido. Tras el acuerdo entre PSOE y PP sobre la composición del nuevo CGPJ, el presidente del Gobierno, José Luis Rodríguez Zapatero, propone el nombramiento de Carlos Dívar como sustituto de Francisco José Hernando al frente del máximo órgano judicial y del Tribunal Supremo.
La propuesta causó en el mundo judicial cierta sorpresa ya que Dívar, presidente de la Audiencia Nacional y ex juez de instrucción de este tribunal, está considerado un hombre de tendencia conservadora y de profunda convicciones religiosas. PSOE y PP acordaron también que el número dos del CGPJ sea Fernando de la Rosa, ex conseller de Justicia de la Generalitat Valenciana y vocal propuesto por los populares.
El próximo presidente del Tribunal Supremo y del CGPJ, natural de Málaga, tiene 66 años e ingresó en la carrera judicial en 1969. Dívar ha desarrollado la mayor parte de su trayectoria en la Audiencia Nacional, a la que llegó en 1980 y en la que permaneció hasta 2001 al frente del Juzgado de Instrucción número 4, desde el que se especializó en la lucha contra el terrorismo etarra y el crimen organizado. En 2001 fue propuesto para presidir la AN en sustitución de Clemente Auger. En diciembre de 2006, por unanimidad, los miembros del CGPJ acordaron su reelección.
Quienes le conocen recuerdan decenas de anécdotas en la biografía de Dívar que retratan bien al nuevo presidente del CGPJ. Dos de ellas son especialmente llamativas. En su época como magistrado del Juzgado de Instrucción Número 4 de la Audiencia Nacional, solía finalizar sus interrogatorios a los etarras a los que, tras largas reflexiones enviaba a la cárcel, con esta recomendación: "Espero que Dios se apiade de usted y durante todo este tiempo le haga meditar sobre el mucho dolor que usted ha causado".
A pesar de ser el magistrado más antiguo de este tribunal, el más mediático de los españoles y hábitat natural de los llamados jueces estrella -como Baltasar Garzón, Fernando Grande-Marlaska o Javier Gómez Bermúdez-, Dívar ha procurado mantenerse siempre alejado de los focos, lo que le ha permitido seguir siendo un desconocido.
Esa vocación de anonimato, sin embargo, no debe interpretarse como voluntad de permanecer al margen de los problemas: durante la instrucción del sumario por los atentados del 11-M, y cuando más arreciaban los ataques de ciertos medios al juez instructor, Dívar no dudó en dar un paso al frente y salir en su defensa.
Sucedió en marzo de 2006, dos años después de la masacre, cuando la "mochila de Vallecas" acaparaba titulares: Dívar se hizo el encontradizo en una escalera con los periodistas que cubren la información de la Audiencia, dijo que el sumario iba bien y que se concluiría bien y terminó recomendando "a quien esté alterado" que se tomara un tranquilizante. El mensaje fue entendido.
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