Política
Carlos Navarro Antolín
Guardiola, ante un nuevo atracón de bellotas con cáscara
las claves
No lo tiene fácil. En el caso de que finalmente sea elegida presidenta, su única posibilidad para ser respetada como máxima autoridad de Cataluña pasa por matar al padre, por alejarse de Puigdemont, el que la ha convertido en un personaje político, el hombre que la llevó a la cima cuando decidió nombrarla presidenta de su campaña electoral y persona de mayor confianza. Sólo si es elegida presidenta, si Elsa Artadi se aleja de las indicaciones emanadas de Bruselas -habría que decir órdenes-, logrará el respeto de los catalanes. Sólo si demuestra que tiene voz propia, capacidad de decidir por sí misma e iniciativa para trabajar sin condicionamientos de nadie, menos aún de alguien que pretende gobernar desde el extranjero, se la verá como una auténtica presidenta del Govern, sin tutelas de ningún tipo, con identidad.
Todo eso en el caso de que resulte elegida, como se da por hecho en las filas del PDeCAT aunque en ERC muestran reticencias y la CUP no acaba de aceptar a esta diputada a la que apenas conocen. Consideran que no tiene más mérito que haber sido señalada por Puigdemont para asesorarlo en su peripecia belga, y que, según los datos que llegan desde Bruselas, en las últimas horas ha conseguido incomodar a Puigdemont. Por lo que cuentan le habría molestado que se deje querer para ser candidata a la Generalitat, porque eso significaría que renuncia a la idea de que se busque una fórmula para que Puigdemont siga mandando en la Generalitat a través de una especie de gabinete títere en el Palau de la Generalitat.
Sabe perfectamente el ex president que Artadi nunca sería títere de nadie por mucha lealtad que le haya demostrado. Pero parece ser que ella ha comprendido antes que Puigdemont que su situación procesal, política y personal, fugado y con el Tribunal Supremo buscándale las vueltas, hacen inviable ser presidente en el exilio con las máximas atribuciones, a través de un comité de electos o consejo republicano.
Gran parte de los ciudadanos de Cataluña, y de la España que sigue con preocupación la peripecia independentista, se pregunta quién es esa mujer que hasta hace pocas semanas era una perfecta desconocida. Como dijo hace años Xabier Arzalluz, despectivamente, cuando se refirió al nuevo obispo de Bilbao como "un tal Blázquez", millones de españoles se preguntan quién es "la tal Elsa Artadi".
Pues lo primero que deben saber es que se llama Elsa Vidal Artadi y no se sabe la razón para cambiar el orden de sus apellidos. Hija de una familia de Sitges, aunque ha vivido casi siempre en Barcelona, su destino estaba marcado: hija de un matrimonio de economistas y hermana de un economista de prestigio, no dudó a la hora de elegir carrera universitaria: Economía, que estudió en la Universidad Pompeu Fabra de Barcelona.
Con su título y un máster bajo el brazo, más unas altas calificaciones, consiguió una beca de La Caixa para hacer el doctorado en Harvard, años que la marcaron profundamente. Los suyos la consideran una mujer muy vinculada al estilo de vida y las tradiciones de EEUU, en Harvard empezó con el yoga, una de sus grandes pasiones -junto al dibujo y la acuarela- y en esa universidad conoció a algunos de sus mejores amigos. Con su título de doctorado dio clases en la Universidad Bocconi de Milán e inició una brillante carrera como avalista en varios foros nacionales, que compaginaba como profesora de la Pompeu Fabra, donde había sido alumna. Matrimonio, divorcio y nuevo matrimonio, sin hijos, con un reputado economista que durante unos años fue diputado nacionalista en el Congreso, aunque no le tentó excesivamente la política y regresó a su profesión.
En la carrera de Artadi hay un hombre que supuso el inicio de la vorágine que vive ahora: Andreu Mas Colell, quien, cuando Artur Mas lo nombró consejero de Economía, incorporó a su equipo, como asesora, a la economista a la que conocía bien por su trayectoria docente y analista económica internacional. Primero asesora, luego directora general de Tributos y Juego -se inventó La Grossa, la lotería de fin de año que pretendía competir con la de Navidad- y después secretaria general de Hacienda. Mas Colell, cuando comenzó la peripecia independentista que ha llevado a la situación actual, prefirió no continuar en el Govern, pero Mas sumó a Artadi a su equipo de máxima confianza, de manera que cuando la CUP se negó a aceptarlo como candidato y eligió a Puigdemont, Artadi ya estaba en la Generalitat, donde ocupó como último destino la Dirección de Coordinación Interdepartamental de la Generalitat.
Mantuvo este cargo durante la aplicación del 155, por cierto, porque en contra de lo que venden los nacionalistas, no se procedió a cesar más que a aquellos cargos vinculados a actividades no relacionadas directamente con la acción de gobierno sino con actividades de promoción del independentismo dentro y fuera de España.
Artadi, que se afilió al PDeCAT en 2016, se dio de baja el pasado noviembre cuando Puigdemont le ofreció la dirección de su campaña en Bruselas, a la que se dedicó con entusiasmo. De lunes a viernes se ocupaba de la coordinación de la Generalitat, su cargo oficial, y los viernes por la tarde viajaba a Bruselas, donde se convirtió en el brazo derecho de Puigdemont pese a su inexperiencia política. Tan evidente era su poder, que ni ella ni él ex president impidieron que fueran objeto de todo tipo de rumores sobre su relación personal, alentada por la distancia de Puigdemont y su mujer, que viajó a Bruselas mucho menos de lo que se esperaba, aunque sí lo hicieron sus dos hijas con más frecuencia.
Hay datos muy significativos que hacían pensar desde hace dos meses que Artadi podía llegar alto: era la primera diputada de la lista de JxCat sin problemas con la Justicia. Participaba en todas las reuniones en las que se definía el futuro de Puigdemont y la manera de que pudiera ejercer la Presidencia en Bruselas. Sólo esta semana se ha puesto su nombre como candidata. O eso dice ERC, que asegura que es el elegido por el PDeCAT, aunque algunos diputados de esta formación lo niegan. Pero son tantos los engaños que ya no se sabe si es candidata o no, si Puigdemont quiere que sea Artadi la presidenta o no, si es cierto que se siente traicionado por ella, si es verdad que ERC no quiere que sea presidenta, o que sí quiere pero negocia nombres en el futuro gobierno haciendo como que la rechaza... ni siquiera se sabe si salen las cuentas, si la CUP la apoya o si podría haber división de voto en JxCat.
Lo único contrastado es que el nombre de Elsa Artadi está hoy en boca de todos. Como también se da por seguro que si es elegida presidenta de la Generalitat, no conseguirá hacerse respetar si no mata al padre.
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