La milicia regresa a san Jerónimo
Elecciones Generales. El candidato es el mensaje. Agustín Rosety, número 1 de Vox por Cádiz
Vox presenta tres generales como candidatos, que serían los primeros en el Congreso en democracia. El de Cádiz no oculta su admiración a Franco como militar
Si como todo apunta, el general de brigada Agustín Rosety obtiene el acta de diputado por Cádiz el próximo 28 de abril, como cabeza de lista de Vox, se puede producir un hecho fugaz pero significativo. A sus 71 años, y a no ser que haya otro candidato de mayor edad en algún lugar que se me escape, es muy posible que integre la mesa de edad que ponga en marcha la nueva legislatura. Durante el tiempo en que se vote la mesa definitiva, Rosety presidirá la sesión. Que un militar presidiera una sesión en la Carrera de San Jerónimo (no vale Tejero) no sucedía, salvo error en mis cálculos y los de Wikipedia, que puede ser, desde Baldomero Espartero. Esto es, 1854.
También será, junto a los otros dos candidatos de Vox que son militares retirados, la primera vez que un general sea diputado. Gutiérrez Mellado, el militar de la Transición, era ministro, pero no diputado. Lo militares de mayor graduación hasta ahora habían sido Julio Padilla, coronel en excedencia mientras fue político y como miembro del Cuerpo Jurídico de las Fuerzas Armadas, o dos hombres clave en la transformación del Ejército, los comandantes Julio Busquets y Carlos Sanjuán, fundadores de la clandestina Unión Militar Democrática, lo que podríamos llamar dos españoles de bien.
Rosety, además, debutará, siempre que le den los votos, que parece que sí, a la edad en la que los políticos se retiran. No es el debutante más mayor. Dolores Ibarruri fue diputada en la Transición por primera vez con 81 años y Alberti con 74. A la edad de Rosety se retira, por ejemplo, uno de los políticos con más sentido del humor de los últimos tiempos, García Margallo, que le disputó a Casado la hegemonía en el PP. Tras conocer los resultados de esas primarias felicitó a los compañeros y agradeció a aquellos que le votaron, “que han sido tan pocos que creo que lo haré uno a uno y personalmente”.
Toda esta serie de aparentes anacronismos no lo son para Vox porque Rosety representa un mensaje muy nítido:la tradición y la figura militar como garante de la unidad de España. Al presentar su candidatura en El Puerto de Santa María, Rosety, académico de número de la Real Academia Hispano Americana y Caballero de la Orden del Santo Sepulcro de Jerusalén, dijo: “España tiene un futuro por el que tenemos que luchar. La España de nuestros padres y abuelos, nuestro país, nuestras costumbres...” Es decir, el futuro de España por el que hay que luchar es la España de nuestros padres y nuestros abuelos, por lo que (espero no tergiversar el razonamiento y dando por hecho que todos nuestros padres y nuestros abuelos tuvieran las mismas costumbres, lo que no es el caso) el futuro es el pasado.
El nombramiento de Rosety como candidato ha causado mucho revuelo en todo el país. De hecho, lo que más revuelo ha causado es que este general que ha hecho carrera durante la democracia ocupando puestos en el Estado Mayor y siendo máximo responsable de tropa y marinería en la dirección general fuera uno de los más de cien firmantes de un manifiesto sobre el dictador Francisco Franco. Rosety dice que lo volvería a firmar por mucho que esto le haya costado que Defensa abriera una investigación.
¿Qué decía ese manifiesto? “De los años posteriores a la contienda, se cuentan ahora sucesos que sacuden la sensibilidad de los más fuertes. Incluso aquellos que puedan atribuirse a hechos reales, se les matiza con episodios faltos de autenticidad y se esquiva la situación del momento en que acaecieron con el fin de criminalizar cualquier actitud por justa que fuera”.
Ese manifiesto, al que se llegaron a sumar casi otro millar de firmas, fue contestado aisladamente. Lo hizo un oficial del Aire, Floren Dimas. Decía: “Es aterrador poder ahora certificar que, tal como sospechábamos, estábamos mandados por los herederos ideológicos de los que hicieron la guerra con Franco. Debíamos soportar para no renunciar a nuestra vocación, tener que sufrir vuestros discursos de inflamado patrioterismo zarzuelero, mientras en las salas de banderas, en las cámaras y cafeterías de oficiales, en los clubs y durante las conversaciones relajadas al final de las maniobras, os dedicabais a soltar la retestinada devoción que os merecían las glorias de aquel dictador (...)”
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