España

La hora de negociar

  • Tacto. En caso de que el PSOE facilitara el Gobierno a Rajoy, no sería un camino de rosas para el PP, que no podrá perder el equilibrio para evitar que todo vuelva a la casilla de salida

RAJOY no pondrá ninguna condición al PSOE si decide abstenerse; Javier Fernández ha respondido que si continúa gobernando el PP, "la estabilidad tendrá que ganársela". Día a día. Tras 10 meses de un Gobierno en funciones y con la amenaza de unas nuevas elecciones que sólo podrían favorecer al PP y a Podemos, parece que se abre una puerta a que los españoles tengan finalmente un Ejecutivo. Pero no será como el actual, con mayoría absoluta, ni como los anteriores, que la lograron también y muy cualificadas. Si finalmente el Comité Federal socialista se inclina por abstenerse en la investidura de Rajoy, su nuevo mandato no va a ser un camino de rosas: tendrá que negociar con varias fuerzas, algunas de ellas incompatibles entre sí, para conseguir aprobar cualquier ley o iniciativa parlamentaria.

El problema para Rajoy no es negociar. Lo que le preocupa es la incompatibilidad entre partidos y grupos: Ciudadanos (C's) no quiere situarse bajo ningún concepto allá donde se encuentren Podemos o PNV, la formación morada no quiere saber nada de los naranjas y mira con recelo a los vascos, Rajoy no quiere saber nada de ERC, Bildu y la antigua CiU -aún debaten la legalidad del nuevo nombre- y en el PSOE, que tendría que ser el principal apoyo de Rajoy, no es seguro que se vaya a dar permanentemente la unidad de voto. De hecho, ni siquiera está garantizado que sea cual sea la decisión del Comité Federal en su próxima reunión, tanto si se inclina por la abstención como por el no, sus 85 votos sean del mismo signo.

Si hay abstención socialista y Rajoy es investido presidente, se inicia una complicada etapa de negociación. Tan difícil que en los círculos políticos se habla con absoluta naturalidad de que se podrían convocar elecciones en mayo. Dice la Constitución que el plazo mínimo que deben transcurrir entre dos elecciones debe ser un año a partir de la primera convocatoria. Las del 26 de junio se convocaron en mayo, luego unas nuevas elecciones tendrían que ser, como primera fecha posible, ese mes.

Para que eso ocurra tendrían que darse dos circunstancias: que Rajoy presentara su renuncia ante la imposibilidad de gobernar y se abriera así un nuevo proceso electoral, o bien que la oposición presentara una moción de censura contra el Gobierno del PP. Con una dificultad: la moción de censura obliga a la presentación de un candidato alternativo... y tendrían que ponerse de acuerdo grupos cuyos escaños sumen una mayoría cualificada para ser elegido. Lo que lleva de nuevo a tener en cuenta las incompatibilidades entre los diferentes partidos.

Para no llegar a esa situación límite es fundamental que la nueva legislatura transcurra con negociaciones permanentes para permitir que el Gobierno pueda tomar al menos las decisiones más acuciantes. Partiendo de la idea de que el presidente sería Rajoy, no podría ser otro si no se celebran nuevas elecciones, la intención del actual presidente en funciones es llevar personalmente cualquier tipo de negociación. Cuando Javier Fernández decida si el primer encuentro se celebra antes o después de la reunión del Comité Federal que tiene que decidir la posición sobre la investidura, Rajoy buscará un hueco en su agenda institucional -con la cita inexcusable del Consejo Europeo- para reunirse con el actual líder del PSOE.

En el futuro negociará con quien sea el secretario -o secretaria- general socialista, siempre ha querido hablar personalmente con los máximos representantes de los otros partidos. Por ejemplo, ha sido él quien ha hablado con Andoni Ortúzar e Íñigo Urkullu cuando ha creído necesario contactar con el PNV, como ha ocurrido en las últimas fechas y seguirá ocurriendo.

La relación con Javier Fernández es cordial, porque éste no es hombre de animadversiones personales. Igualmente se lleva bien el presidente de la gestora socialista con la dirigente del PP en Asturias Mercedes Fernández y con la presidenta del Congreso, Ana Pastor, de los tiempos en que era ministra de Fomento.

En el futuro, si es necesario buscar la estabilidad de Gobierno "día a día", para las grandes cuestiones será Rajoy quien se "moje"; para los asuntos de agenda serán el portavoz parlamentario, Rafael Hernando, y algún otro miembro del equipo de dirección del PP, principalmente Fernando Martínez Maíllo. Por parte del PSOE, es un asunto más difuso, porque los cargos ejecutivos y parlamentarios están sometidos a los resultados del Congreso del partido que se celebrará en unos meses, y que debe empezar por elegir una nueva Ejecutiva.

De momento, será el portavoz en el Congreso, Antonio Hernando, quien comparta con Javier Fernández la responsabilidad de negociar con el Gobierno, y es probable que también tenga algún papel José Enrique Serrano, que desde hace años ha sido siempre "puente" del PP con el PSOE, tanto cuando los socialistas estaban en Gobierno como después en la oposición. Serrano, que no ha tenido escaño en junio, mantiene relaciones muy fluidas con Jorge Moragas, pero también con otros cargos del PP, tanto en el partido como en las instituciones, y es habitual escuchar voces en el PP que lo califican como uno de las figuras más solventes y creíbles del socialismo.

Para Rajoy los asuntos prioritarios a negociar son los que vienen obligados por Bruselas, los presupuestarios y los fiscales; los relacionados con la financiación de las comunidades y el desarrollo de dos leyes muy controvertidas como son la reforma laboral y la Lomce (Educación). Con un capítulo especial para lo que concierne a Cataluña, donde para Rajoy, y también para Fernández, es clave mantener una posición común.

Los próximos días habrá acontecimientos de máxima relevancia: Consejo Europeo que tomará decisiones sobre las cuentas españolas, Comité Federal del PSOE del que saldrá el no o la abstención a Rajoy... o la convocatoria el 31 de octubre de nuevas elecciones si esa fecha no hay presidente.

Si lo hay, comienza la gran cuesta de la negociación, sobre todo para el PP, que tendrá que pelear cada decreto ley sin perder el equilibrio entre lo que debe y lo que puede hacer. Porque si se rompe la baraja, salta el Gobierno... y la ficha regresa a la casilla de inicio.

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