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Los incómodos 'jarrones chinos'

Felipe González fue el primero en referirse a un ex presidente con esta expresión: son tratados como algo muy valioso pero que nadie sabe dónde colocar.

Los incómodos 'jarrones chinos'
Pilar Cernuda

15 de marzo 2015 - 05:05

EL primero en referirse a un ex presidente como jarrón chino fue Felipe González, que un día explicó que eran tratados como tal: algo muy valioso pero que nadie sabe dónde colocar.

Probablemente la frase o reflexión fue producto de su propia experiencia personal. Años después fue Jordi Pujol quien se apropió del término, aunque en su caso no era muy adecuado, porque incluso durante el tripartito fue tratado con una gran consideración, y más aún cuando su delfín Artur Mas ocupó el Palau de la Generalitat. Siempre hubo sitio relevante para él, tanto con Maragall como Montilla y Mas, lo que ahora perjudica a Mas, pues la historia de corrupción de Pujol y su familia perjudica a quien fue su conseller en cap y después, como presidente, dio un especialísimo trato de favor al ya ex honorable president. Ex porque le han despojado de sus títulos, condecoraciones e incluso calles.

Estos días José Luis Rodríguez Zapatero ha provocado polémica por su viaje a Cuba no comunicado al Gobierno, lo que es obligado en un ex alto cargo cuando se encuentra con jefes de Estado o Gobierno. Tras esa visita en la que mantuvo un encuentro con Raúl Castro, fue al Sahara Occidental a participar en un foro sobre el futuro de África organizado por una sociedad sueca. Un foro al que están dando gran importancia las autoridades marroquíes, que consideran territorio propio esa zona del Sahara que reivindican desde tiempo inmemoriales los saharauis. La ONU no reconoce a Marruecos la soberanía, y tampoco la Unión de Estados Africanos, que criticó ese foro.

Zapatero, al contrario de lo que hizo en Cuba, sí informó por carta al ministro García Margallo de su viaje, que realizó aunque sabía que no era bien visto por el Gobierno español, que mantiene una actitud prudente respecto al Sahara -como los anteriores ejecutivos- mientras no se llegue a una resolución en el marco de la ONU.

Lo curioso en el caso de Zapatero -que durante su mandato no expresó excesivo interés por la política exterior, excepto cuando anunció nada más tomar posesión de su cargo que se retirarían de forma inmediata las tropas españolas de Iraq- es que siendo presidente criticó, y con razón, los continuos encuentros de José María Aznar con dignatarios extranjeros, en algunos casos dignatarios que nada querían saber de Rodríguez Zapatero, con el que marcaban distancias, como era el caso de Bush.

Cuando Zapatero dejó el Gobierno se mantuvo durante años en un discreto segundo plano, hasta el punto de que le colocaron el cartel de "mejor ex presidente", pero en los últimos meses ha dado un giro a su actitud y hace cuanto está en su mano para potenciar su presencia internacional. Dicen en su entorno que siempre quiso entrar en el círculo de los ex presidentes que son invitados a foros internacionales, pronuncian conferencias muy bien pagadas e incluso realizan informes y análisis para organismos oficiales; sin embargo, sólo en los últimos tiempos ha logrado introducirse en ese mundo que ansiaba, aunque no ha llegado ni de lejos al nivel alcanzado por González y Aznar. De momento.

Le ha ayudado en ese objetivo Miguel Ángel Moratinos, que fue su ministro de Asuntos Exteriores. Un diplomático que antes de formar parte del Gobierno fue embajador de la UE para Oriente Próximo, lo que le permitió conocer a algunos de los más destacados personajes políticos y empresariales del mundo. Tras unos meses en Qatar trabajando para un organismo oficial, Moratinos ha montado una sociedad de análisis y consultoría internacional. Acompañó a Zapatero a su reciente viaje a Cuba y también al polémico que realizó a Guinea Ecuatorial hace unos meses, aunque no al del Sahara.

Felipe González se mueve en otra esfera. En las más altas. Ha sido asesor de la Unión y la CSCE -Conferencia para la Seguridad y Cooperación en Europa- para conflictos internacionales, entre ellos el futuro de los Balcanes, y ha asesorado a importantes dirigentes latinoamericanos, como el ex presidente argentino Fernando de la Rúa o el candidato a la presidencia venezolana Henrique Capriles. Gratis total, aunque recibe sustanciosos ingresos por las conferencias que pronuncia.

Sin embargo, su actividad más conocida es como asesor del magnate mejicano Carlos Slim, al que ha abierto muchas puertas en países iberoamericanos y también en Marruecos, país al que se siente muy próximo el ex presidente, que mantuvo una excelente relación personal con el rey Hassan II que continuó con su hijo Mohamed VI, y en el que estuvo tentado de construirse una residencia de vacaciones en la costa norte, cerca de Tanger. No lo hizo, pero viaja con frecuencia a ese país en el que cuenta con importantes contactos y un número considerable de amigos.

Aznar se marcó su propia salida cuando creó la Fundación FAES antes incluso de ser presidente de Gobierno. Allí cuenta con su despacho, a través de FAES organiza actos de relieve que le ponen en contacto con personalidades de todo el mundo y de todas las tendencias. Con sus libros, conferencias y contratos con distintas universidades ha logrado un importante patrimonio económico, que complementa con asesoramiento de empresas internacionales y con un asiento en el consejo de Murdoch. Felipe González también fue consejero durante un tiempo de Gas Natural-Fenosa después de haber rechazado ofertas similares, pero finalmente renunció con un argumento curioso: se aburría, según dijo públicamente.

Sólo Rodríguez Zapatero ha ocupado el asiento vitalicio en el Consejo de Estado al que tiene derecho como ex presidente. El trabajo es mínimo porque las grandes cuestiones llegan al pleno analizadas previamente por los expertos, los letrados del Consejo; no es necesario acudir a diario y el sueldo es sustancioso, en torno a los 75.000 euros anuales, que se suman a la misma cantidad que reciben todos los ex presidentes. Además de ese salario todos ellos disponen de despacho, secretaria, automóvil con chófer y escoltas, a cuenta del Estado.

Adolfo Suárez fue un ex presidente atípico, pues al dimitir de su cargo creó un nuevo partido, el CDS, con el que no tuvo excesivo éxito electoral. Las críticas que acumuló durante los últimos meses de su mandato y como presidente del CDS cesaron en cuanto abandonó la política para ocuparse de su familia, invadida por trágicas enfermedades. Su patrimonio era tan escaso que se vio obligado a vender la casa que había construido en Ávila para costear el tratamiento de su mujer sin necesidad de trabajar, ya que quiso dedicarse en exclusividad a ella.

Cuando falleció ocupó durante unos meses la presidencia de la Fundación Víctimas del Terrorismo, donde se empezaron a advertir los primeros síntomas de la enfermedad degenerativa que le fue minando poco a poco hasta que falleció hace un año.

Quizá el ex presidente que mejor aceptó su paso a la reserva fue Leopoldo Calvo Sotelo, empresario antes de entrar en política y que volvió sin problema a su vida anterior. Mantuvo unas relaciones excelentes con Felipe González, su sucesor, con el que hablaba con frecuencia cuando aún era presidente, consciente de que iba a ser quien ocuparía en breve su despacho y quería tenerle al tanto de las cuestiones de Estado. Curiosamente, Felipe González mantiene ahora una muy buena sintonía personal con Mariano Rajoy, con el que habla a menudo de asuntos que preocupan a los dos, como el futuro de Cataluña.

Lo que significa que, cuando en La Moncloa hay personas que piensan más en España que en sus intereses personales, no existen rivalidades ni recelos ante los antecesores, los ex. No los consideran jarrones chinos sino que, por el contrario, agradecen las sugerencias llegadas desde la experiencia.

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