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La lluvia regresa este fin de semana a Sevilla

¿Ferias o trabajas ?

Hay una feria del mirar y otra del ser visto, pero de lo que se trata es de pasar un buen rato. Esta fiesta no es más que un intermedio del trabajo en el real, es la feria del tajo, la de la faena, la feria que hace la Feria

Un niño juega con el albero del real.
Antonio Montero Alcaide

05 de mayo 2011 - 01:00

LA bruja, la bruja del tren sí trabaja pero reconoce que este año le está dando más beneficio la economía sumergida de los conjuros, de los sortilegios, que los pases del tren. Y es que entre los muchos que ferian pero no trabajan sólo queda una inclinación supersticiosa para librarse del negro vaticinio de la realidad. La bruja lo sabe y, a fin de atender como es debido el reclamo de la suerte mágica de los hechizos, hasta ha tenido que contratar a un aprendiz de brujo que se las valga con la escoba en el tren y dispense, no ya hechizos, sino sustos inocentes que consuelen por los quebrantos mayores. Así que la bruja trabaja y da empleo, cortito, bien es verdad, pero a propósito para salir del hoyo, que los aprendices de brujo tampoco conocen la magia de llegar a fin de mes y dejan su currículum en las empresas de trabajo temporal por si cabe, no ya la magia, sino la fortuna de ser contratado.

Por eso la Feria no es que acuse las privaciones de los ninis -ni ferian ni trabajan- sino que en ella, por resuelto escaparate, tanto se advierte el desahogo de los que están de feria como las apreturas de quienes, sin quererlo, ferian antes y después de la Feria. Sabido es que hay una feria del mirar y otra del ser visto, por más que, entre el común de los feriantes, estas pesquisas de la vanidad queden a trasmano del ánimo cuando, de lo que se trata, ni más ni menos, es de pasar un buen rato. Como conocida es también la feria del tajo, en un reparto de faenas que procuran, así es, que haya Feria. Desde los frenéticos prolegómenos del montaje, cuando la fiesta es un barrunto que divaga entre volutas de incienso y humo de freidoras, hasta los sucios epílogos de la resaca, donde el sic transit gloria de los farolillos arrastrados. Con el intermedio, claro está ¿qué es la Feria? pues eso, un intermedio, del trabajo en el real: camareros que conocen los modos y maneras del personal en una bulla que se convierte en razón de ser porque muchos quieren estar; vigilantes más o menos disuasivos que administran el flujo o la reserva de las casetas; operarios afanados en la salida al paso de los apaños para salvar la normalidad de los imprevistos; proveedores solícitos cuando el género mengua y las provisiones faltan; turroneros, también, de reclamos añosos y regusto antiguo; y hasta buscavidas de ocasión que se las valen del ingenio porque, ante tanta concurrencia, siempre cabe el reclamo de lo extraordinario. Es la feria del tajo, la feria de la faena, al cabo, la feria que hace la Feria.

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