Viernes de Feria de 1961: Providenciales toros de Cubero
Curro. Así cuajó la leyenda (III)
Sesenta años de alternativa y del debut de matador de toros en la Feria es argumento sobrado para este serial.
En la cuarta corrida de Feria redondeaba Curro Romero una tarde plena de principio a fin.
CUARTA corrida de Feria de 1961 y ya en la segunda ha puesto caro el papel Juan García Mondeño con una hierática faena a un toro de Antonio Pérez. La ganadería del señor salmantino de San Fernando sigue estando de moda y uno de sus toros ha permitido que la esfinge de Puerto Real le cortase las dos orejas a su segundo. Por si fuera poco, ha debutado en esta Feria Paco Camino como matador de toros y en la tercera corrida le ha cortado una oreja de mucho peso a un buen toro de Peralta.
En ese año ya no existía aquella dulce luna de miel de los yanquis con Fidel Castro, que ya había mostrado sus intenciones entregándose sin condiciones a Nikita Kruschev, el Zar rojo del momento. Ya era John Kennedy el presidente norteamericano y Guantánamo se presentaba como manzana con la que agrandar las discordias y cuando uno ve aquel pasaje de la historia más claro vemos cómo aquel cariñoso recibimiento de dos años antes en la Casa Blanca al sátrapa cubano fue una falsa esperanza de equilibrio universal.
Y como hay que estar en lo que estamos, centrémonos en el lío que va a significar la segunda comparecencia de Curro Romero en esta Feria. En la primera, abriendo Feria con toros de Clemente Tassara y Antonio Ordóñez y Manolo Vázquez flanqueándolo en el paseíllo, apenas pasaron cosas que se quedaran en la memoria. Y llegaba la cuarta corrida en este 21 de abril, viernes de Feria, con un cartel sevillanísimo que reunía la por entonces ganadería favorita de Curro, la marchenera de José Benítez Cubero, con Jaime Ostos y un Diego Puerta ya lanzado como figura grande tras su hazaña del año anterior con Escobero, aquella fiera que llevaba en los lomos el hierro de Miura.
Fue una gran tarde de toros la que ofrecieron los toros y los toreros sevillanos. Jaime estuvo hecho un león toda la tarde, como presumiendo del apodo de Corazón de León que le había adjudicado el gran cronista Gonzalo Carvajal. Asimismo, Diego, arrimándose como un tejón, también hizo honor al apelativo de Diego Valor para que se mostrase faraónico el Faraón de Camas a través de una completa obra de arte con sus dos toros.
Vestido de blanco y plata, Curro dio una de sus tardes más completas en su plaza. Su toreo de capote en aquel tiempo lo hacía mediante unas telas más amplias y con las manos más alejadas de la esclavina, pero siempre con las palmas por delante y tomando el capote como se cogen los cubiertos, con los dedos y sintiendo muy cerca el toreo por el mensaje que recibía de las yemas de sus dedos, directamente de las yemas de sus dedos.
Estuvo cumbre en sus dos toros, magistral, gallardo, pleno de empaque y de majestad. Al primero lo mató bien y al sexto regular después de una de las mayores obras de arte que surgieron de sus muñecas. En el primero le negó inconcebiblemente el presidente la segunda oreja y en el sexto no tuvo más remedio que darle una a pesar de su deficiente interpretación que hizo de la suerte suprema. En aquel tiempo hubo quien escribió que Curro salió de Camas a la Fiesta pidiendo poetas y en esta tarde de viernes de Feria surgió una legión de vates que ya nunca dejarían de dedicarles rimados sus mejores sueños. Viene pidiendo poetas es uno de los primeros títulos que elogiaron las cumbres que prodigó a lo largo de su larga carrera.
Si Gregorio Corrochano dijo un día que el ayudado por alto de Cagancho parecía obra del grandísimo Martínez Montañés, en este día escribió Antonio Díaz Cañabate Cañabate que si el ayudado por alto de Joselito tenía el don de la gracia, en Curro era un indescifrable misterio majestuoso para que en el molinete se reflejase fidedignamente la figura trianera de Juan Belmonte. O el natural largo hasta atrás de la cadera, el redondo eterno o el ayudado por bajo sobrenatural. Y es que Curro Romero, natural de Camas y novio eterno de Sevilla, no habrá sido el mejor torero, pero que ha toreado como nadie lo mantendré hasta la tumba. Volvemos a Gonzalo Carvajal: "Curro Romero viene pidiendo poetas y no prosistas para cantarle. En Sevilla, desde que los relojes dieron las siete de la tarde se ha vuelto a torear por las equinas".
Por aquel entonces ya esperaba Sevilla, toda Sevilla, a Curro como en jamás de los jamases volviese a esperar a ningún otro. Ya estaba trazado el imaginario cordón umbilical del toreo según Sevilla que nació en la calle Betis para cuajar en la Alameda con Chicuelo, prosiguió en San Bernardo de la mano de Pepe Luis y que ahora protagonizaba un torero de la margen derecha, de esa Camas que era como la antesala río arriba de Triana.
Las dos faenas de Curro en esa cuarta corrida de Feria siempre estarán en el recuerdo de cuantos la vimos y aquella noche en los cuartos para cabales de las casetas del Prado sólo se hablaba de Curro, de aquel lance, la larga lagartijera, la media verónica interminable, aquel natural, el ayudado, el molinete girando en la cara del toro, sólo se hablaba de toros, sólo de toros y de Curro, de Curro Romero, sombreros fuera.
Decididamente, el trono de Pepe Luis ya tenía dueño, el inmarcesible Curro Romero.
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