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The souvenir | Festival de Cine de Sevilla

Otro cine, otro cine británico

Honor Swinton Byrne y Tom Burke en la excelente película de Joanna Hogg

Honor Swinton Byrne y Tom Burke en la excelente película de Joanna Hogg

Todo es sorprendente e inesperado en The souvenir (que ya tiene continuación), la última película de la londinense Joanna Hogg. Incluso ella misma parece un imprevisto y feliz alumbramiento cinematográfico, cuando lo cierto es que Unrelated y Archipelago anunciaban ya la buena nueva. Y eso que el título no deja lugar a dudas, lo que vamos a ver es la construcción del recuerdo de una etapa vital de la directora en la que mientras completaba sus estudios sobre cine inició una trágica relación con un hombre mayor que ella, y agregado al Foreign Office, que escondía un turbio secreto.

Lo primero que nos sorprende es ver que en Reino Unido sigue existiendo una burguesía y alguien piensa que merece ocupar también su cuota de protagonismo en las pantallas. Tras décadas de sopa aguada y pan duro de la mano de Ken Loach, Mike Leigh, Andrea Arnold, etcétera, el cambio de menú nos hace relamernos con anticipación. Pero nuestra estupefacción sigue en aumento tras asistir al nacimiento de una marmórea y museística historia de amor entre el alter ego de la directora (admirable Honor Swinton Byrne, hija de Tilda Swinton que encarna aquí a su madre) y un dandi estirado, afectado y algo desabrido (mezcla juvenil de Jesús Hermida y el Jeremy Irons de El misterio Von Bulow) al que da vida un soberbio Tom Burke.

La tradicional corrección y contención british bascula entre el ridículo y la fascinación al ser testigos de cómo esta niña de mamá establece una relación sentimental con el referido pisaverde cuando no ha habido escena alguna, ni tan siquiera en la cama, en la que hayan estado más cerca de medio metro. Pero que nadie se equivoque, aunque silenciosa y contenida (los temblores y dolores del alma sacuden aquí intensamente el off), algo a lo que nos ha desacostumbrado el reciente cine británico, su historia en común es tan emocionante como desgarradora; tanto como para que la cineasta necesite contarla y, al mismo tiempo, haya precisado todos estos años para finalmente atreverse a filmarla.

Y luego está la forma cinematográfica. Joanna Hogg filma maravillosamente; trabaja muy bien el plano, tanto en su composición como en su duración. Suele servirse de espejos y superficies acristaladas para expandir los espacios o para crear una metáfora visual en torno al desequilibrio y la fractura que van produciéndose en esta pareja conforme la mentira va revelándose y la tragedia anunciándose.

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