Festival de Cine Sevilla

"Respeto a los directores con sello propio, pero a mí me encanta experimentar"

  • El malagueño Ramón Salazar compite con '10.000 noches en ninguna parte', un proyecto personal con el que ha tenido "la sensación impagable de estar haciendo mi primera película".

Con su cortometraje Hongos y su primer largometraje, Piedras, el malagueño Ramón Salazar fue celebrado como uno de los directores más prometedores del cine español, pero tras 20 centímetros, su segunda película, apenas se tuvieron noticias de él: firmaba el guión de dos adaptaciones de Federico Moccia, Tres metros sobre el cielo y Tengo ganas de ti, pero el regreso como director tardaba en producirse. Ahora, un Salazar más maduro y consciente de su oficio, al que "el parón de ocho años" le ha hecho "tener más los pies en la tierra con respecto a lo que significa la profesión, contar historias", rompe su silencio y presenta en la competición del Festival de Cine Europeo de Sevilla (SEFF) una obra valiente e inclasificable, 10.000 noches en ninguna parte, un sugerente cuento protagonizado por un hombre (Andrés Gertrúdix) desdoblado en tres escenarios (Madrid, París y Berlín) que reflexiona sobre cómo las oportunidades que descartamos siguen formando parte de nuestras vidas. "Hay un momento en el que echamos la mirada atrás y nos preguntamos qué hubiera pasado si hubiéramos hecho esto o lo otro, si hubiésemos tenido el valor para algo o nos hubiésemos casado con otra persona. Siempre quedan en el aire las opciones, las decisiones. Ése es uno de los temas clave de la película: siempre que tomamos una decisión hay una parte de nosotros que toma justo la contraria".

Madrid sería, en palabras de Gertrúdix, "la parte más claustrofóbica, más real, el ancla que sustenta el resto de la película", la descripción de un tipo gris que carga a medias con su hermana (la debutante Rut Santamaría) con una madre alcohólica que les ha marcado de manera terrible a ambos (una gran Susi Sánchez a la que el cine debía un papel tan lucido como éste). París es el lugar en el que el protagonista resolverá gracias a una amiga quizás imaginaria (Lola Dueñas) "las carencias que arrastra de la infancia, porque el personaje es adulto y tiene que aceptar unas responsabilidades y unas cargas familiares desde muy joven", explica Gertrúdix. Berlín supone la liberación de ese hombre reprimido en su convivencia con una pintora (Najwa Nimri) y sus dos amigos (Paula Medina y Manuel Castillo). El "viaje emocional" de 10.000 noches... no está narrado de forma cronológica, las escenas en las tres ciudades se van mostrando de manera paralela, lo que motivó que Salazar se enfrentara al proceso de montaje "más complicado" de toda su filmografía. "No queríamos que ninguna ciudad pesara más que otra, que el público saliera pensando que alguno de los tres fragmentos tenía más importancia", apunta un director que se niega a creer "que el dinero mueve el cine" y ha descubierto que la libertad rejuvenece. "Respeto mucho a los directores con sello personal", dice, "pero a mí me gusta experimentar. Con este trabajo he tenido la sensación de estar haciendo mi primera película y eso es impagable".

El rodaje tampoco fue convencional: en vez de con un libreto, los actores trabajaban con las biografías de sus personajes que les facilitaba el director, e improvisaban a partir de ese material. Najwa Nimri reconoce que "nunca" tuvo "la sensación de estar improvisando. Ramón es guay, pero nos ata en corto", aclara. "Cuando nos desviábamos de lo que quería contar, nos lanzaba una frase-gancho con la que quería seguir", cuenta la actriz, que admite que tras "un desencuentro con la interpretación, volví a enamorarme de ella en el teatro, con Antígona, y es algo que he sentido también con esta película" gracias a los matices de su personaje, una mujer "que vive como si no hubiera un mañana, en una permanente huida hacia adelante, pero oculta un trauma".

La singularidad del rodaje también estuvo en las condiciones en las que se filmaron algunas secuencias. Lola Dueñas se arrojó a las aguas del Sena sin recurrir a un doble. "Si lo hace Jeanne Moreau en Jules et Jim, ¿cómo no iba a hacerlo yo?", cuestiona la actriz. "Aprovechábamos las horas brujas, la primera media hora del amanecer y la última antes del anochecer", explica Salazar. "Rodamos una escena con Andrés subido a una azotea, casi desnudo. El problema es que en Berlín amanece demasiado pronto, a las cuatro de la mañana", relata el director, que se dio cuenta del sacrificio que le exigía a los actores con algunas tomas furtivas, grabadas sin permisos, cuando Susi Sánchez tenía que bailar en medio de la Gran Vía. "Ella no se lo creía. Me preguntó: ¿Pero no vais a cortar el tráfico? Y me dijo: Macho, ahí te has pasado. Pero se descalzó y lo hizo. Está claro que si no fuera por la pasión con la que todos han trabajado esta película no sería la misma".

No hay reproches por parte del equipo, sino emoción por haber participado en una experiencia única. Para Lola Dueñas, la película es "una canción de amor a Ramón para los que hemos compartido la vida y las películas con él". La actriz expresa su perplejidad ante las complicaciones que se encuentra Salazar a la hora de sacar adelante sus proyectos. "A mí me resulta imposible pensar que un director como Ramón no esté rodando todo el tiempo después de Piedras y de 20 centímetros, igual que me sorprende que Antonio Naharro y Álvaro Pastor no hayan podido hacer nada después de Yo, también. Yo haré lo que sea por ellos para que rueden, y lo que puedo ofrecer es mi trabajo como actriz. En Francia alucinan, me preguntan mucho por ellos", comenta. ¿Y qué es lo que falla exactamente para que se dé esta situación? Dueñas se encoge de hombros. "Desde luego ayuda por parte del Gobierno no tenemos", lamenta la ganadora de premios de interpretación en Cannes y San Sebastián, que ha encontrado una puerta abierta en la cinematografía francesa. "Este año ha sido increíble, he tenido que rechazar dos películas porque no tenía hueco, y es alucinante porque llegué hace dos años y poco", valora. "Vengo de rodar mi primera película como protagonista, lo he conseguido, Alleluia, de Fabrice Du Welz, que es un nombre asiduo en Cannes y tiene una película de culto allí que es Calvaire", desvela.

Como Dueñas, Nimri también ha aparecido en los largometrajes anteriores de Salazar, y aprecia que, a pesar de que "me dirige muchísimo y peleamos bastante, pero las peleas son buenas", es el director "que me he encontrado que más pasión y amor siente por los actores. La mayoría de los directores le cogen manía a los actores, o se enamoran perdidamente, que es casi como cogerles manía. Pero Ramón, mientras dura el rodaje, está perdidamente enamorado de ellos, de nosotros".

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