Cayetana: Una duquesa para la historia
La duquesa de Alba, poseedora de una excepcional fuerza de voluntad, celebra hoy su 84 cumpleaños recuperada totalmente de sus últimos baches de salud y rodeada de sus seres queridos.
Sevilla es la ciudad de sus sueños. Ese lugar donde reconoce sentirse feliz y donde, posiblemente, ha vivido algunas de las experiencias más hermosas de su vida. Y, aunque no nació a la orilla del Guadalquivir –sino en el madrileño palacio de Liria, el 28 de marzo de 1926–, María del Rosario Cayetana Fitz-James Stuart, la XVIII duquesa de Alba, se siente andaluza… “por los cuatro costados”. De hecho, reside en el Palacio de Dueñas, desde donde tiene previsto partir a alguna de sus propiedades para celebrar hoy su 84 aniversario junto a sus seres queridos (¿Alfonso Díez?) y en un entorno que ya huele a ese azahar que a ella tanto le gusta.
Primeros años
Sobre sus hombros recae el peso de la historia de diecisiete antepasados de un país, el nuestro, que ya tenía Duque de Alba antes de que incluso, Cristóbal Colón, descubriera América. De ellos, sólo tres mujeres han sido las herederas por derecho propio de tal honor y, en el caso de “Tanuca”, su apodo cariñoso, a él debe sumarle 45 títulos más, además de ser 20 veces Grande de España. Bautizada en el Palacio Real, con dos padrinos como el rey Alfonso XIII y la reina, Victoria Eugenia, nuestra protagonista fue huérfana de madre desde temprana edad y, su infancia, estuvo marcada por los viajes alrededor del mundo que realizó junto a su padre, Jacobo Fitz-James (de quien tomó su cargo tras la muerte de éste, en 1953). Seis años antes, en 1947, contrajo matrimonio con Luis Martínez de Irujo y Artacoz en el que se consideró el enlace más caro hasta aquel momento (20 millones de pesetas de la época). Seis fueron los hijos fruto de esta unión, a saber, Carlos, duque de Huéscar (Madrid, 2 de octubre de 1948); Alfonso, duque de Aliaga (Madrid, 22 de octubre de 1950); Jacobo, conde de Siruela (Madrid, 15 de julio de 1954); Fernando, marqués de San Vicente del Barco (Madrid, 11 de julio de 1959); y los mediáticos Cayetano, marqués de Salvatierra (Madrid, 4 de abril de 1963) y Eugenia, duquesa de Montoro(Madrid, 10 de diciembre de 1968).
Segundo matrimonio
El 16 de marzo de 1978, Cayetana volvió a dar el “sí, quiero” enamorada del que ha considerado en numerosas ocasiones como “el hombre de su vida”, un antiguo sacerdote llamado Jesús Aguirre. Un amor maduro que no empezó, precisamente, con buen pie pues, según declaraciones del duque consorte, el primer encuentro entre ambos resultó poco halagüeño. “El primer día que nos vimos nos caímos muy mal. Ella dijo de mí que parecía un papel secante y yo pensé que era muy guapa pero insoportable”, declaró este destacado intelectual. Por su parte, la que, después de aquella cita en Marbella –en el hogar de los duques de Arión–, se convertiría en la esposa del que fuera jesuíta, comentaba. “Mi matrimonio con Jesús fue un regalo que no esperaba. Surgió de una manera espontánea y nunca creía que sería tan dichosa”. Fuera como fuese, tras 23 años de unión, la enfermedad le arrebató a su compañero y, en 2001, la duquesa vuelve a enviudar afectada, en esta ocasión, por una profunda tristeza.
Una nueva pasión
Con los ochenta aparecieron los problemas de salud y, sobre todo, una nueva ilusión al lado de un funcionario de la capital llamado Alfonso Díez, con el que ya había coincidido a través de su segundo marido. Sin embargo, el regreso de Alfonso, desde mediados de 2008, ha sido objeto de numerosas polémicas puesto que, para empezar, parece ser que, los descendientes de Cayetana, no eran demasiado proclives a que su madre diera rienda suelta a sus sentimientos hacia este “amigo especial”. Incluso parece ser que, la duquesa, visitó a la reina Sofía para conocer su opinión al respecto y buscar en nuestra monarca un apoyo fiel con vistas a materializar los planes de boda que, muchos rumores, daban por planeados entre los dos miembros de esta singular pareja la cual, esta misma semana, han vuelto a negar tales intenciones. Entretanto, la duquesa pasó por el quirófano, en 2009, para solucionar unos cálculos en la vesícula y, con posterioridad, una hidrocefalia que, poco a poco, había mermado considerablemente su capacidad de movimiento y había provocado que se extendiera una preocupación general en torno a su persona (en concreto, a partir del enlace en Jerez de su nieto,
Javier, donde, su salud, dio señales de alarma e hizo presagiar lo peor).
Solucionado este inconveniente –gracias a una intervención muy exitosa realizada en la sevillana Clínica del Sagrado Corazón y de la que, paso a paso, los medios de comunicación dieron buena cuenta–, la duquesa ha recuperado juventud, su figura y, más que nada, esas ganas de disfrutar cada instante que nunca la han abandonado.
Amante del flamenco, de los toros, de la pintura y del arte, en general, la duquesa de Alba es un ejemplo de mecenas generoso que se implica, además, en infinidad de causas sociales que la reclaman. Poseedora del que es uno de los patrimonios nacionales más importantes –valorado, desde algunos medios, en más de 3.500 millones de euros que gestiona una Fundación con una biblioteca donde hay depositadas joyas como la primera edición de “El Quijote” o la primera “Biblia” en castellano–, si por algo pasará a la historia Cayetana de Alba, aparte de por su manifiesta rebeldía natural, es por poseer una sencillez de la que, con su actitud, hace gala de continuo. Un motivo más para darle la más sincera enhorabuena en una fecha tan importante como la que hoy conmemoramos.
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