Guy Ritchie, cerdos y diamantes

Guy Ritchie, cerdos y diamantes
Guy Ritchie, cerdos y diamantes
F. A. Gallardo

17 de octubre 2008 - 00:00

Al tipo de Guy se le fue escapando la inspiración cuando conoció a su esposa. Casi a la vez que estrenaba en los cines Snatch, cerdos y diamantes, se casaba en Escocia con la reina del pop (oh, qué definición más original), Madonna. A ella le entusiasmó su ingenio, su forma de ver la vida, su estilo de rehacer la existencia y soñar que hay otros mundos y otros empaques. Ya. A ambos se les rompió el amor de usarlo con hastío. Si la distancia es el olvido, las giras de Madonna le llevaron muy lejos del calorcillo del hogar, del de Londres y del de Nueva York, donde la familia Ritchie vivía a caballo, a lomos de la desidia.

La historia por anticipado de este divorcio, que parece fraguado en un rápido apaño de abogados con colmillos puntiagudos, se gestó este verano, meses antes de la actuación sevillana de la rubia inquieta. A principios de julio cazaron al jugador de béisbol Alex Rodriguez saliendo del apartamento neoyorquino de la cantante. La esposa del deportista presentó la demanda en cuanto los periódicos, blancos, amarillos y virtuales, aireaban los revolcones gimnásticos, mientras el tipo de Guy, a miles de kilómetros, preparaba su nueva película sobre Sherlock Holmes. Ah. Le hubiera hecho falta un detective. El amante se quedaba en el portal, como Pedro Picapiedra, Sin embargo Madonna daba la callada por respuesta y llegó a escenificar su “no pasa nada”, yendo de la mano con el cabreado director. Sin inspiración, sin ideas. Sin mujer. Pero con pasta. Los que velan por los intereses del creador de Juegos, trampas, y dos pistolas humeantes, su primer gran éxito, han logrado que su cliente se lleve un pellizco de 77 millones de euros. Sólo tendrá que guardar silencio por sus roces y sus cuernos. Un sacrificio bien pagado.

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