Seguridad alimentaria

Juicio por el despido de un carnicero que vendió por 17€ productos valorados en 155€

  • El despedido dice que fue un error por la práctica de vender, a menor precio, productos a punto de caducar

  • Dos clientes declaran haber comprado productos caducados y con el vacío perdido

Puesto de carne en un mercado

Puesto de carne en un mercado

El juzgado Social 3 de Sevilla celebró este miércoles el juicio por el despido del jefe de Carnicería de una gran superficie, a quien la empresa acusó de envasar para un cliente un pedido valorado en 155,89 euros pero al que colocó una etiqueta de 17,51 euros. Su objetivo, según la empresa, era que  el precio de la compra fuera inferior al que correspondía a los productos que en realidad llevaba.

Los hechos se descubrieron por casualidad cuando el cliente pasó por la línea de cajas y saltó la alarma anti-hurto. El pedido había sido etiquetado como “pollo trasero congelado” con un precio de 17,51 euros cuando en realidad contenía solomillo de vaca, pierna de cordero, pichón francés y chuletas de cordero lechal, con un precio de 155,89 euros.

Además, uno de los productos envasados era un lomo que llevaba un mes caducado y que debería haberse retirado 35 días antes, y otro lote carecía de la obligada etiqueta sobre fecha de envasado y consumo preferente. Por eso, otro motivo del despido disciplinario fue haber puesto en peligro la salud de los consumidores.

El carnicero fue despedido por infracción muy grave y quebranto de la necesaria confianza. Según la empresa, entre sus obligaciones como jefe de Carnicería se encontraba la de comprobar el etiquetado veraz y la fecha de caducidad de los productos puestos a la venta.

La defensa del trabajador alegó que llevaba más de 25 años prestando sus servicios, sin ser objeto de ninguna sanción, y atribuyó el despido a una represalia por haberse reincorporado tras unir sus vacaciones a una Incapacidad Laboral. Pide que el despido disciplinario sea declarado improcedente y argumenta que el jefe de Carnicería “no se lucró personalmente”.

Varios empleados declararon en el juicio que había un tipo de cliente al que llamaban  “de cámara” que “no le hacía ascos” a llevarse los productos a puntos de caducar y se los reservaban, aunque no los exponían “porque no tenían buen aspecto”. También consideraron posible que, por error, se los llevara otro cliente. La empresa “apremiaba” a que se diera salida a esos productos, afirmó un miembro del Comité de Empresa.

“Los productos caducados se retiran, pero al operario se le puede pasar”, reconoció un empleado, y otro remachó: “En toda la tienda he visto a la venta productos caducados y con la etiqueta cambiada tras perder el vacío”.

Un representante empresarial declaró al juez que no se incentiva la venta de alimentos caducados, práctica que “no le beneficia, sino todo lo contrario”. Sus instrucciones son retirar los productos a los que les queden uno o dos días, pero a preguntas del juez reconoció que se trata de un control personal en el que puede haber errores.

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