Escuela Judicial

Una cantera de jueces muy preparados

Pedro Manuel Izquierdo López-Cepero,  Maria Isabel Florea Salado y Francisco Artillo Benítez

Pedro Manuel Izquierdo López-Cepero, Maria Isabel Florea Salado y Francisco Artillo Benítez / José Ángel García

Según el Consejo General del Poder Judicial, aunque son datos de 2017, la media de edad de los que ingresan en la Escuela Judicial es de 27 años, aunque el alumno más joven tenía 23 años y el de más edad, 39. En la preparación de las oposiciones para acceder a la Escuela Judicial habían dedicado una media de cuatro años y siete meses. Por comunidades autónomas Andalucía fue la que aportó más jueces. Además, casi el 70% no tiene en su familia a ningún profesional jurídico. 

Francisco Artillo, María Isabel Florea y Pedro Manuel Izquierdo son tres sevillanos que ya han pasado por la Escuela Judicial y son jueces en práctica hasta el 31 de marzo, cuando estarán solos al frente de un juzgado hasta que en otoño se les de destino y comience una aventura para la que están sobradamente preparados. Ahora están apurando los últimos días de la parte práctica de la formación. Se presentaron junto a más de 4.000 jóvenes para conseguir una de las 62 plazas de juez o 36 de fiscal. 

Ahora están en prácticas , rotando por distintas jurisdicciones: civil, instrucción, violencia de género, familia, etc. tutelados por un profesional en cada jurisdicción al que consultar las dudas y que orienta y guía a los nuevos jueces. Se trata de una especie de segunda fase de la oposición, en la que lo recientes jueces adquieren la práctica enfrentándose directamente a situaciones de la vida diaria.

Francisco Artillo Francisco Artillo

Francisco Artillo / José Ángel García

Francisco Artillo es uno de estos nuevos jueces  después de un examen tipo test y dos exámenes orales en el Tribunal Supremo, una fase eminentemente teórica "que te hace estar versado tanto en el conocimiento como en la aplicación de la ley porque hay que conocerla muy bien". Estudió Derecho y Administración de Empresa. "Me gustaba la parte de la empresa, de las finanzas y lo bancario pero, por encima de todo, el Derecho".

A mitad de la carrera comenzó a llamarle la atención todo lo que se mueve en torno a los tribunales de justicia. "Es muy atractivo: esa solemnidad, el formalismo, la sobriedad. Fue entonces cuando empecé barajar opositar. Creo que también contribuyó en la decisión final el hecho de que tengo vocación de servicio público y la judicatura es una profesión en la que,con tus decisiones, contribuyes de forma casi inmediata, a hacer de tu comunidad un lugar mejor. Esto es gratificante. Todo esto pesó a la hora de elegir judicatura", afirma. Ni en su familia, ni en su entorno había nadie en el mundo del Derecho.

María Isabel Florea María Isabel Florea

María Isabel Florea / José Ángel García

 

La única representante femenina en este trío de jueces jóvenes, María Isabel Florea llegó al Derecho por pura casualidad porque su vocación realmente era la de docente."Mi padre era abogado, mi madre trabaja de camarera de piso de un hotel, y él me recomendó que estudiara Derecho porque a la docencia me podía dedicar posteriormente en la Universidad. Al final me gustó mucho este mundo". Estuvo estudiando la oposiciones unos tres años y medio y aprobó la segunda vez que se presentó.

Decidió opositar cuando llevaba tres años de carrera, y tenía claro que quería dedicarse a la judicatura. "Me animaron profesoras de la facultad porque vieron que tenía capacidad de cantar los temas con rapidez. Me entró el gusanillo y decidí optar por judicatura porque al final es la manera en la que más incide en la vida de las personas. Quien ejerce realmente algún trabajo relacionado con la justicia siempre dice que es la profesión más bonita del mundo. Y es verdad, estás incidiendo en la vida, estás arreglando los problemas a la gente. Un tutor que tuve en Instancia decía: si no existiera la Justicia, estaríamos dando tortas por la calle. Es una manera de ayudar siendo imparcial. Tienes una vocación de ayudar".

Pedro Manuel Izquierdo Pedro Manuel Izquierdo

Pedro Manuel Izquierdo / José Ángel García

Pedro Manuel Izquierdo sabía "algo" de este mundo jurídico y tiene un gran ejemplo en casa. Su madre y su hermana son abogadas laboralistas y su padre, al que admira profundamente, es magistrado y preside la sección primera de la Audiencia de Sevilla, "Él siempre ha sido un referente para mí, reúne todo lo que tiene ser un juez y una persona entregada al el servicio público. La justicia es un servicio que se presta al ciudadano y en numerosas ocasiones hay que ponerse en la piel del ciudadano que necesita una respuesta a un problema. En estas ocasiones, nuestro deber es solventarlo en Derecho aplicando la Ley, que en el fondo no es sino la norma que nos damos todos democráticamente", defiende firmemente. Pedro Izquierdo resume algo que los tres jóvenes jueces consideran irrenunciable. "Una de las cosas mas grandes que se ha dado el ser humano a sí mismo es esta forma de solucionar los conflictos pacíficamente y confiando en un tercero al que se le otorga la autoridad para que resuelva conforme a la Ley", explica.

Vocación de servicio

Los tres tienen claro que la Justicia no es algo abstracto, sino que se ve cada día y que es una actividad con una clara vocación de servicio. "Uno siente una gran satisfacción cuando ve que se solucionan y tiene un impacto en la vida de la gente. Es muy difícil porque uno tiene que prepararse mucho, no todo es blanco o negro, hay que estudiar, comprender, etc", afirma Izquierdo.

Sobre la formación que reciben, Pedro Manuel Izquierdo considera que la oposición es "una criba importante que garantiza –algo que en otros países de Europa no existe- la alta base teórica que se nos exige. No es solo estudiar, sino exponer un tema dos veces, que se dice pronto dos horas hablando ante el Tribunal Supremo, ante jueces, magistrados, abogados del Estado, letrados de la Administración de Justicia, abogados, catedráticos… convencerles a ellos de que estás haciendo una buena exposición. Luego, un año en Barcelona en la Escuela Judicial, te va ubicando en el camino de la Justicia. Por ejemplo, hacemos simulaciones incluso con actores que te ponen en situaciones extremas o tensas para que sepas reaccionar en Derecho y cómo se entiende que debe reaccionar un juez y después viene esta parte práctica que te va metiendo en práctica forense con un tutor que se implica, que son voluntarios y la última parte que es el refuerzo, que está uno solo al frente del juzgado".Él aprobó la tercera vez que llegó al último examen después de cuatro años y medio estudiando.

El próximo paso será estar al frente de un juzgado hasta otoño, donde ya tendrán un destino. "Uno va con la tranquilidad, no plena porque siempre hay ese respeto que le impone la toga y el estrado pasen los años que pasen, pero sí con la tranquilidad de que va bien preparado y con mucha ilusión por hacer las cosas bien", afirma ilusionado Pedro Izquierdo.

Estudio intenso y recompensa

María Isabel Florea recuerda cómo fue el estudio de la oposición cuando estaba delante de los libros seis días a la semana desde las 8:30 a 14:30 y desde las 15:30 hasta las 21:30. "Por supuesto te tienes que olvidar de fiestas, de Semana Santa, de Feria. Yo creo que opositar en Sevilla es lo más complicado del mundo porque te privas de un montón de cosas que aquí son maravillosas, pero te enseña unos valores que es impagable: el tesón, el decir consigo las cosas por mí misma", explica.  Según esta nueva jueza, la oposición es una forma muy objetiva de acceder a la carrera judicial. "Es teoría pura. Te inculca unos valores, una persistencia, un amor propio y un quererse que de otra manera no puedes conseguirlo y esto es muy importante para todos los aspectos de la vida que se te vayan a presentar", afirma.

Una disciplina espartana para sacar una plaza mediante un sistema que en los últimos tiempos ha sido considerado de decimonónico por primar la capacidad de memoria. Según Francisco Artillo, que aprobó las oposiciones la primera vez que se presentó después de un año y diez meses estudiando, estas críticas se quedan solo en la fase teórica. "Obvian que están las prácticas, en las que permanecemos al menos año y medio o más en juzgados. Esto es algo que no ocurre con ningún otro cuerpo, salvo los médicos con el MIR. Por otro lado, un ejercicio en el que tienes que empaparte 320 temas, no sólo es capacidad memorística, al final tienes que tener muchísima claridad conceptual, capacidad de síntesis, gran capacidad relacional, todo eso se obvia cuando se critica el sistema de acceso a la judicatura, que yo creo que es muy bueno y que da una formación tremenda. La oposición garantiza un conocimiento muy bueno de la ley, y eso hay que tenerlo en cuenta", recalca.

Pedro Izquierdo añade que la oposición es un paréntesis desde el punto de vista social "ahora estamos retomando aquello de volver al día a día, a los pequeños placeres; leer un libro, una novela, algo que no sea un texto legal…ir a correr, no estar mirando un reloj todo el rato para cronometrar los tiempos, y volver a nadar y tal". Una vida que hay que retomar pero con la lección aprendida y la capacidad de priorizar. "En oposición vives al minuto, controlando el tiempo cada poco", reconocer Isabel Florea. Es un periodo duro de estudio, pero una gran lección de vida, porque como indica Francisco Artillo, "aprendes a quedarte únicamente con los planes y personas que te aportan porque tienes poco tiempo para dedicárselo a otras personas y primas lo que es más importante para ti. Es verdad que tu vida social se reduce mucho, pero no estamos en una burbuja: también salimos, padecemos, sentimos, y nos dedicamos a nuestro afición".

Lo mejor y lo peor

Sobre lo que esperaban antes de empezar a opositar y lo que ha resultado, Francisco Artillo es contundente: "Es imposible ser consciente a priori de lo que significa opositar. Hasta que no llegas y te sientas delante de los libros el primer día y ves que estás encerrado muchas horas seis días a la semana, no te vas haciendo una idea cabal de lo que supone. De la recompensa a tanto esfuerzo tampoco tienes conciencai hasta que sales de la sala del examen del Tribunal Supremo con el aprobado bajo el brazo. Es la sensación de felicidad más maravillosa del mundo. De momento no he experimentado ningún momento de mi vida que se le pueda comparar".Entre los peores momentos está la repetición de los temarios. "Te llevas tres o cuatro años repitiendo los mismos temas, la misma rutina", explica María Isabel Florea. "A mi me cogió la reforma del Código Penal en 2015 y, de pronto, cambió el temario a mitad de oposición", recuerda Pedro Izquierdo. Cuando se pasan de 300 o 400 plazas a 100 en la Escuela Judicial, "los temas se tienen que cantar de modo casi literal" afirma María Isabel Florea.

Un esfuerzo que no terminó en la oposición, sino que siguió con la formación en la Escuela Judicial y en la fase práctica y que hace que esperen "con mucha ilusión" la fase del refuerzo. "Estamos esperando que asignen juzgado para los próximos seis meses. Con mucho respeto de verte ya sin tutor, pero con la tranquilidad de que vamos con los deberes hechos", explica Pedro Izquierdo. Un paso más hasta que en otoño se oferten plazas y asignen según el escalafón, para comenzar una larga aventura como jueces.

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