La caja negra

Tirar la basura y otros actos de libertad

  • Acudir al contenedor es una oportunidad para atisbar algo de intimidad en una ciudad con un comercio convertido en una suerte de Pompeya

Un vecino del centro usa un contenedor soterrado en el día de ayer

Un vecino del centro usa un contenedor soterrado en el día de ayer / Juan Carlos Vázquez (Sevilla)

LA bajada de la basura se ha convertido en un acto de libertad, el momento en el que el yo se encuentra consigo mismo, cuando la intimidad se recupera por unos segundos, aunque sea un mero atisbo. Bajar la basura es un acto permitido y obligado. Usted baja la basura y se reencuentra con la vía pública nocturna. Hasta puede coincidir con algún vecino que baja en pantuflas, con ese chandal convertido en prenda oficial del régimen de confinamiento y, por supuesto, despeinado. Otros, en cambio, bajan la basura en pantalón de pinza y camisa. Nunca la basura tuvo tanta utilidad como residuo... de libertad. Puede tirar la basura en contenedores de apertura superior, o en los soterrados que obligan a poner el pie en el pedal como San Miguel en el cuello del demonio.

La basura, quién nos lo iba a decir, es el símbolo de la libertad, una libertad anhelada en una ciudad donde también se puede hacer la ruta de los kioskos. ¿No había una ruta de la seda? Pues ahora puede ir de kiosko en kiosko. En el de la Alfalfa hay lista de vecinos que piden que se les lleve el periódico a casa. En el de la Plaza del Salvador se vende más prensa escrita ahora que antes del estado de alarma. “La gente está aburrida, tiene más tiempo y han vuelto al papel”, dice Juan Dávila, que abre a las siete de la mañana, como siempre, pero a la una del mediodía comienza a cerrar. El de Rioja estaba ayer cerrado. El de Reyes Católicos, abierto. El de Ramón y Cajal, también abierto, pero según Eduardo con menos venta de periódicos de papel. “La gente mayor tiene miedo de que el papel tenga el virus. Hay quien lo plancha antes de leerlo y se queda más tranquilo”.

Otra ruta interesante es la de los comercios cerrados. Algunos han dejado un cartel que es toda una metáfora. “Últimos días”. En Bailén esquina con San Eloy hay un escaparate con modelos de primavera que se han quedado sin estrenar. El centro es una especie de Pompeya donde todo se ha quedado con la hora exacta de un cierre del que se cumple un mes. Imagina uno cómo fue el último día de esos comerciantes. Uno cerró de cualquier manera, a otro le dio tiempo a poner papeles de periódico para evitar el desgaste del sol, incluso hubo quien adornó con originalidad el escaparate, caso de la zapatería Los Columpios de la calle Cuna.

Un kiosko de prensa en el día de ayer Un kiosko de prensa en el día de ayer

Un kiosko de prensa en el día de ayer / Juan Carlos Vázquez (Sevilla)

Un conocido ex concejal acude a un supermercado de la calle Boteros pese a que no es ni mucho menos el más próximo a su casa. “Pero tiene menos cola que los demás”. La puerta del Labradores de la sede de Pedro Caravaca está entreabierta. Suenan labores de limpieza. La obra del hotel de la Magdalena tiene movimiento. Se oye, pero no se ve. Una voz de megáfono se extiende por la Plaza del Salvador. Procede de la residencia de San Juan de Dios. Siempre se utiliza, pero ahora se oye con claridad porque no hay ruido alguno. Los acogidos están confinados en sus habitaciones y todo se organiza por megafonía para que no salgan.

Dos adolescentes pasean con mascarillas por la calle San Pablo. Van arrimados, no guardan ninguna distancia. La juventud es prima hermana de la inconsciencia. Dicen que todo pasa. Mientras pase el virus...Por los teléfonos inteligentes, que son autovías con tráfico denso en los días de pandemia comienza a circular un movimiento de contestación contra las bodegas que ofrecen una promoción especial para beber manzanilla en la noche en que debía comenzar la Feria de Abril. Una cosa es que los supermercados coloquen los vinos y cavas en mostradores preferentes y otra que se haga publicidad del kit para el alumbrao en los balcones, con sevillana incluida. Tal vez tengan razón quienes considera que España ofrece una imagen demasiado amable (y festiva) con médicos como héroes que son aplaudidos a diario.

Una usuaria del carril bici Una usuaria del carril bici

Una usuaria del carril bici / Juan Carlos Vázquez (Sevilla)

La ministra Montero da su plática antes de la hora del almuerzo. No tiene tanta chispa como el consejero andaluz Jesús Aguirre. Al menos no nos deja sin telediario, porque la moda de los políticos en esta crisis es solapar el informativo de las tres de la tarde y hablar durante un tiempo excesivo. En la facultad enseñaban que las comparecencias no podían sobrepasar los veinte minutos, preguntas incluidas. Hay sesiones de estos días que son una tortura o directamente una tomadura de pelo por su falta de consideración hacia el cociente intelectual de los espectadores.

Sobre las cuatro y media de la tarde suena un trueno fortísimo en Sevilla. El cielo cruje cuando los kioskos ya está cerrados. Los cajeros informan de cómo pagar los impuestos. Hay entidades que por primera vez en mucho tiempo vuelven a expedir billetes de diez euros. El retorno de la tiesura. Cuatro agentes de la Policía Nacional retienen a un indigente muy cerca del Palacio de San Telmo, le piden la documentación y no le dejan marchar.

Un agente de la Policía Nacional inspecciona los alrededores de un banco Un agente de la Policía Nacional inspecciona los alrededores de un banco

Un agente de la Policía Nacional inspecciona los alrededores de un banco / Juan Carlos Vázquez (Sevilla)

Sales al balcón y ves a una señora con su perro. Al rato vuelves a salir y ves al mismo perro pero ahora con el señor de la casa. El perro es como un moro de Queipo. Es un perro de tiovivo. Ninguno de los amos lleva la basura, luego es de suponer que a la noche uno de los dos volverá a salir. Ypuede que el perro haga entonces su tercera salida. O no, que diría Rajoy, al que han pillado sin perro y sin bolsa de basura. Como no le dejan hacer caminatas por Hinojos con derecho a habitación en el hotel del rascacielos, el gallego ha salido por los alrededores de su casa. Y lo han trincado los amigos de la Sexta. “Chichichí, amigos, chichichi...”, dirá con sorna el ex presidente del Gobierno, feliz de haberse librado del baño de realidad que les ha caído a los aficionados a Juego de Tronos que ahora se sientan en el Consejo de Ministros, donde solo parecen tener un perfil serio Calviño, Planas y quizás Montero.

“En cuanto vuelva la normalidad tendremos de nuevo el chorrreíto de compras”, dice Juan, el kioskero del Salvador. Pero a ver cuándo Rajoy puede alojarse de nuevo en Torre Sevilla. Bajar la basura del rascacielos... eso sí que es un paseo. ¡Viva la libertad!, que gritaron en Cádiz en 1812.

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