La caja negra

Los otros caídos de la pandemia en Sevilla

  • ¿Volveremos al bajo coste del cubo con botellines y el plato de gambas con sal gorda? Hay grandes restaurantes que no abrirán hasta Navidad y de otros se barrunta ya el cierre definitivo

Una terraza de la Alameda de Hércules a mediodía de ayer

Una terraza de la Alameda de Hércules a mediodía de ayer / Juan Carlos Vázquez (Sevilla)

A las ocho de la tarde se ven a muchos veinteañeros con bolsas cargadas con lotes para botellonas. Lo hay que van en bici, otros a pie. El destino deben ser casas particulares, aunque sobre los diez algunas de esas reuniones se ven a la vera de la muralla del Alcázar, en los Jardines de Murillo. Hay edades en las que es difícil quedarse quietos. Las noches de estos sábados de encierro no son como las de antes. Ni mucho menos. El regreso a casa se ha adelantado. Sobre la una se ve a alguno retornar ya a solas con el izquierdo por delante. Pero el vocerío casi ha desaparecido, como la manía de tocar los porteros electrónicos y salir corriendo. Las calles del centro son tomadas por diversos modelos de vehículos de Lipasam en cuanto dan las once de la noche. Los jóvenes y la infantería municipal de la limpieza conviven en unas calles donde son los más activos de las noches de pandemia.

Por un lado quienes se mueven para vivaquear o para trabajan. Por otro los caídos, que da hasta sonrojo celebrar que son ya solo ochenta al día. Y no olviden a los otros caídos de la pandemia que son los negocios, sobre todos los bares y restaurantes. Unos, los menos, han abierto con restricciones. La mesa bloqueando la puerta y a despachar desayunos, tarrinas de caracoles o alguna cerveza si hay mesas altas. Otros no han abierto todavía, se retrasan y ya se habla de que no lo harán hasta las vísperas de Navidad en el mejor de los casos. Pero lo peor es que se barrunta que algunos ya no abrirán. ¿Cómo se paga, por ejemplo, el alquiler del local de un restaurante de alto nivel como La Isla si no hay ingresos durante meses? La hostelería se ha quedado sin temporada alta. Y lo que viene es un verano con calor, sin turistas y con miles de sevillanos pendiendo de un ERTE.

Hay locales de restaurantes en el centro con cuotas de arrendamientos de entre 15.000 y 18.000 euros. Siguen cerrados, además de La Isla, históricos del sector como La Raza, El Traga, Robles, Becerrita, Cañabota, Jaylu... Si el turismo está al borde de la ruina, como reconoce el Gobierno andaluz, los grandes restaurantes están casi sepultados. Sobreviven los más chicos, como en la crisis de 2008, cuando se revalorizaron los locales bien situados y de pocos metros cuadrados. ¿Pero cómo se sostienen negocios con entre 15 y 45 empleados que viven de lo que los demás consumen en sus horas de ocio? En muchos casos se trata de establecimientos que son señas de identidad de la ciudad.

Los comentarios de estos días disparan la lista de los caídos de forma preocupante. Y hay lugares como la Plaza de la Alfalfa donde todavía no han abierto todos los bares. Y eso que hay espacio para terrazas. La Alameda es el lugar con más negocios abiertos. Junto al río han abierto casi todos. El Chile tiene la terraza anterior hasta con cola de espera de clientes. Y en Los Remedios el Santa María está cerrado.

Algunas soluciones provisionales no satisfacen del todo a ciertos públicos. No es lo mismo cuando te llevas o te llevan el plato a casa que disfrutarlo en el local de siempre. Probar la ensaladilla de Becerrita en tu hogar no tiene nada que ver con hacerlo en la barra. Ocurre con los toros, el fútbol o las misas en televisión, que no son lo mismo. Puede ser más cómodo, pero se pierde el sabor. La misa hay que oírla en el templo, no con el teléfono sonando o distrayéndote durante la plática al mirar el lomo de la enciclopedia. La manzanilla no sabe igual en Sanlúcar que en Tenerife.

Existen un ambiente, un patrimonio inmaterial, una atmósfera que hacen única una experiencia. Las cosas tienen su sitio, su hora, su medida y hasta sus circunstancias. Sólo la pizza, el chino o el japonés encajan a la perfección en el hábito de yantar comida de fuera en la morada propia. En los próximos meses veremos si los grandes negocios de la ciudad pueden sobrevivir solo con una clientela de sevillanos. El Hotel Alfonso XIII ha sido siempre el gran emisor de clientes de los restaurantes más cotizados. Igual que un día cerraron las escasas tiendas que vendían sábanas de hilo por falta de público que apreciara y pudiera pagar el producto, podemos estar al borde de asistir a un verdadero desastre en cuanto al persianazo definitivo de grandes nombres de la hostelería. Volveremos al cubo con los botellines de marca blanca y el plato de gambas con sal gorda. Es más que probable.

En un balcón de la calle Jesús del Gran Poder han colgado una cruz de mayo. Los médicos se preguntan para cuándo la remodelación arquitectónica de las urgencias del Hospital Virgen Macarena. El servicio de reparto del Corte Inglés es rapidísimo. En menos de dos horas te llega la mercancía. Los de Amazón trabajan hasta los domingos. La Policía Local se emplea a fondo con los bares. Unos cumplen, otros no. Resulta curioso los padres jóvenes que ocupan un velador guardando la distancia interpersonal, pero sus retoños se mezclan entre ellos mientras juegan.

Hay vecinos del Porvenir que se quejan de que algunos agentes se interesan con especial celo por los residentes de pisos con balcones que exhiben banderas nacionales con mensajes poco afectivos para con Pedro Sánchez. Pablo Iglesias tutea a Matías Prats, quien se dirige al vicepresidente de usted durante toda la entrevista en el telediario de mediodía. El charlatán tuteador es cada vez más insoportable. Los pavos del Alcázar pasean su colorido por la judería. No hay turistas, no hay comida. Hay que salir del palacio para buscar la ración del día. Pero cuidado con llegar a Mateos Gago que está levantada, como media plaza de la Virgen de los Reyes. Pavos durante el día. La edad del pavo es para la noche.  

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