La caja negra

No presionen más al arzobispo

  • Monseñor Asenjo responde a los "nerviosos" que se quejan de no poder confesar, comulgar ni acudir a misa. "No añadan aflicción al afligido, que es este arzobispo". Pide piedad para con su persona y obediencia a las autoridades sanitarias. 

Juan José Asenjo

Juan José Asenjo / Juan Carlos Vázquez (Sevilla)

Son días de presiones. Todo el mundo exige, muchos se desesperan, se aburren como niños y se indignan como líderes vecinales. Está presionado el médico y el que controla el aforo del supermercado. Está presionado el quiosquero al que reclaman la entrega del periódico en el domicilio y el farmacéutico sin mascarillas. Y está presionado el arzobispo de Sevilla. Don Juan José ha pedido paciencia y moderación. Ha asegurado que recibe correos electrónicos y llamadas de teléfono de gente que exige poder participar en la Eucaristía, comulgar y confesarse. Se trata de "numerosas presiones". ¡Más razón que un santo!.

El prelado asegura que le piden que levante las medidas del decreto de alarma que afectan a la Iglesia: "No puedo exponer a mis sacerdotes al contagio, ni tampoco a los fieles", ha tenido que afirmar antes de impartir la bendición al término de una misa. "Tenemos obligación de obedecer las normas dictadas por las autoridades sanitarias", ha recordado el mismo arzobispo que ya en cuaresma dejó claro que es pecado no efectuar la declaración de la renta. Los católicos han de ser ejemplares en el cumplimiento con el Fisco. 

"Pido piedad"

Don Juan José no se cortó el otro día en la réplica a todos los que le incomodan con reclamaciones. Tuvo que defender lo obvio, un tarea que suele ser ingrata: "La prudencia y la obediencia siguen siendo virtudes cristianas". Recordó tiempos muchos peores para los cristianos: "Quiero decir a esas personas y a quienes piensan igual que ellas que en la vida de la Iglesia ha habido épocas sin comunión". Puso el ejemplo del cardenal de Vietnam que alcanzó la santidad "confinado en una celda inmunda, en unas circunstancias terribles". Asenjo recuerda a los reclamantes que basta con "el deseo de bautismo, de comunión espiritual y de contrición perfecta" para estar en paz con Dios. Y ya se confesará y se comulgará cuando se pueda. Cómo no serán las presiones que Asenjo exclamó: "No añadan más aflicción al afligido, que en este caso es el obispo. Pido piedad a quienes se ponen nerviosos".

Son más de cuarenta días de encierro. Los psicólogos dan consejos a los padres para que animen a los niños. Los padres hacen lo que pueden. Los adolescentes se quedan sin esperanza de salir de casa. Mañana es el primer día de paseo para los pequeños. Esta noche era el alumbrao, la primera jornada oficial con zapatos sucios y olor a fritanga, los primeros cabreos y pérdidas de verticalidad, las primeras riñas entre socios por una mesa o por el exceso de invitados del socio nuevo. ¡Eso son otro tipo de aflicciones! Pues de todo eso nos libra el coronavirus. La verdad es que el centro está como en las tardes de Feria. Tranquilito, tranquilito. Sin japonesas con una flor plantada como un plátano en el moño, sin rusos tatuados por el vestíbulo del Alfonso XIII y sin la caseta prefabricada en la Lonja del Barranco.

La verdad de Imbroda

De acuerdo, hoy toca echar de menos la Feria. Pero hay que ser positivos, lo dicen los psicólogos. Hasta hay calma en el Parlamento de Andalucía. ¿Ustedes han visto cómo se arrean sus señorías en Madrid y lo bien que se llevan en las Cinco Llagas? Sale Imbroda y dice una obviedad en plan arzobispo, de esas que conviene recordar por muy palmarias que sean: "El docente es insustituible". ¡Bravo, don Javier! Encienda bien ese puro, que se note que es de alta calidad Tanto ordenador, tanta clase on line, tanta vía telemática... Donde este un profesor que sepa exponer una materia con una tiza en la mano que se quiten los canales esos que fallan cada dos minutos y provocan una crisis en el chat de madres (sí, he dicho solo madres). Y cuando funcionan pareces que estás dentro de la misma clase. ¡Menuda jaula de grillos! Lo bueno es que se puede apagar el micrófono. ¡Y cómo disfrutan esas madres helicóptero que aprovechan para asistir a la clase! Ay, que la cámara chiva el color de la bata. Aquí o te entretienes o te afliges.

Pérez Calero, el alumno de Galera

Se muere el catedrático Hugo Galera. Sevilla despide en silencio a un verdadero personaje, un silencio impuesto por las circunstancias que siempre mandan. Llegó a Sevilla a mitad de los años setenta, cuando en la Facultad de Medicina estaba matriculado un jovencísimo Alberto Máximo Pérez Calero, hoy brillante presidente del Ateneo. El profesor Galera comenzó a dar clases en 1974. A los pocos años el estudiante Pérez Calero obtuvo una beca de investigación gracias a la cual pudo hacer la tesis doctoral, defendida en 1982. Galera fue el maestro que le ayudó en la investigación oncogénica del tiroides. Ambos coincidieron muchas veces. La más inolvidable fue cuando el catedrático encarnó al Rey Baltasar y fue considerado un ateneísta ejemplar.

Honra a los alumnos recordar a sus maestros. Como honra a una nación recordar a sus muertos. Ahora nos conformamos con que no el número de fallecidos haya bajado de los cuatrocientos. Nos ilusiona la posibilidad de entrar en un restaurante separados por cristales, vemos bares abiertos donde hay persianas cerradas, nos hablan de veladores, de cómo organizar el verano, de una evaluación especial en septiembre. ¿Pero de verdad estamos en condiciones de imaginar tan pronto todas esas situaciones? Aquí algunos van más rápidos que Santa Marta de regreso (un saludo a Távora padre e hijo).

Nos quieren dar noticias positivas como sea, cuando estamos en una pandemia que nadie ha conocido antes, cuando la vacuna tardará todavía mucho tiempo, cuando sigue muriendo mucha gente. Al menos consuela que un político afirme una verdad tan poco amiga de quienes venden la vía telemática y la robótica como el vellocino de oro de la educación. El ordenador es una ayuda, una alternativa, un complemento, pero nunca puede sustituir el proceso de transmisión del conocimiento que realiza un profesor en un aula. Igual que los aficionados a dar noticias en las redes sociales no pueden sustituir al informador profesional. Distinto es que se confunda a unos con otros. Seamos positivos: hasta ahora salían los perros, pero cuarenta días después ya podrán salir los niños. ¡Eso es apostar por el progreso!.

No habrá tiempo tras el estado de alarma para acudir a tantos funerales pendientes. Al menos no habrá que darle a la paz a ningún desconocido. Y se habrán acabado por un tiempo esos besuqueos que promovió el Concilio Vaticano II, que algunos parecían estar en un cumpleaños de los que se decide el regalo del niño por un chat a cinco euros por barba. Esos cumpleaños sí que meten presión, sí que afligen a los padres, sí que debería estar permitido asistir espiritualmente para no soportar determinadas palizas que no están pagadas. Bendita distancia la que habrá que guardar cuando esto acabe. Piedad, piedad para todos. Lo dice el pastor: no se pongan nerviosos. Esta muriendo gente. Y no es una broma, aunque el humor sea el lubricante de los días tristes.

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