Pilar Llop

El discreto encanto de la Cámara Alta

  • La presidenta del Senado tiene una relación muy estrecha con la ciudad. Es devota de la Estrella, con casa en el Aljarafe, usuaria del Sevici y asidua a la Bienal de Flamenco. Bautizará a su hija en la iglesia de Santa Ana

Pilar Llop

Pilar Llop / Rosell (Sevilla)

En Sevilla se encuentra uno de nuevo con sevillanos por la calle. Hundido el turismo por la pandemia, los espacios públicos están poblados por lugareños y los negocios están consagrados a la clientela local. Un debate aparte es que puedan salir adelante con una demanda a cargo solo de sevillanos. El otro día ocurrió algo que dicen que no es precisamente extraño. Por la calle Tetuán paseaba la presidenta del Senado, la asturiana Pilar Llop. Dicen que es muy usual verla por el centro y por Triana. Casada con un sevillano, le encanta una ciudad en la que estuvo a punto de pedir plaza como magistrada. Dos días antes de entregar la instancia ante el Consejo General del Poder Judicial, recibió la llamada de Ángel Gabilondo para entrar en la liosta autonómica por Madrid.

Llop es una mujer muy discreta que lleva años sin perderse la Bienal de Flamenco y muchos de los conciertos que se celebran en el Teatro de la Maestranza. Se pirra por la música clásica y por Camarón. Su problema quizás es que cada vez la paran más por Tetuán y la Campana, y entonces puede que Sevilla deje de ser ese oasis en el frenesí de su agenda.

Asidua del Real Alcázar, que nunca se cansa de visitar; de la Torre de Don Fadrique y de la Parroquia de Santa Ana, donde tiene pendiente bautizar a su hija. Todo se ha demorado para que tan importante sacramento se celebre en la catedral del arrabal.

Está matriculada en Historia del Arte en la UNED. Este año cursa seis asignaturas del segundo curso. Por eso disfruta tanto de una ciudad monumental como Sevilla. Sus pasiones son el estudio del Arte y, además, todo lo relacionado con el antiguo Egipto. Tiene como personajes históricos favoritos de Sevilla a Alfonso X El Sabio, don Fadrique y Carlos V

Es devota de la Virgen de la Estrella, a la que visita con frecuencia. Muy feriante. Tanto que es asidua de la cena del alumbrado e intentar estar toda la Feria en Sevilla. Se matriculó en una escuela de danza en Madrid para aprender a bailar sevillanas. A la Feria siempre acude vestida de flamenca. La Feria de 2019 la vivió con su hija recién nacida

Tiene vivienda en Sevilla con vistas al Aljarafe, las Setas, la Cartuja y la Macarena. Pasa horas desde el balcón con la compañía de un buen libro. Por el centro le gusta andar. Dice que así disfruta más. Y no digamos cuando cruza el puente de Triana para visitar a la Virgen. Acude mucho al Zaudín para jugar al golf y dar paseos por el campo.

En el centro intenta tomarse un montadito de chorizo picante en la taberna mínima de Álvaro Peregil, en Mateos Gago. También frecuenta el Blanca Paloma y María Trifulca, ambos en Triana. En verano suele cenar tapas en la plaza Santa Ana, un sitio también preferido por Susana Díaz, secretaria general del PSOE andaluz.

Suele comprar en comercios y plazas de barrio. Amante de la relación directa con los tenderos. Huye de los grandes centros comerciales en Sevilla. Le gusta muchísimo el Museo Bellas Artes. No le importa visitar una y otra vez la misma exposición, como hizo con la de Murillo. Es de las que se refiere al Rectorado por su denominación histórica de la Fábrica de Tabacos, donde le gusta destacar el papel que jugó la mujer para levantar esa industria.

Se casó en Sevilla. Celebró su boda en Oriza. ¡Si le gusta Triana que en condiciones normales no se pierde el Corpus Chico! Le encanta esta procesión. Tiene un pasaje que jamás olvida de sus vivencia de Semana Santa: la salida de la Quinta Angustia desde el interior de la Magdalena.

Le encanta escribir en momentos de tranquilidad. Entre sus obras figura un cuento inspirado en la Sevilla de 1929 que recrea en un paseo por la Avenida de la Palmera y sus palacetes. Es usuaria del Sevici, enamorada del río y de los paseos por el Charco de la Pava.

Tiene especial cariño también por el Museo Arqueológico, uno de los grandes desconocidos para el sevillano. Aprecia muchos detalles del Parque de María Luisa como la recuperación de la cerámica del Pabellón Real. Ella dice en algunas tertulias que “cuando acabe esta locura mi ilusión es estar en las excavaciones de las pirámides en Egipto”. La locura consiste en ser la cuarta magistratura del Estado. Cuando nació su hija, sin la cuarentena aún, la paseó varios días por la Semana Santa de Sevilla. Fue, por cierto, la última Semana Santa que vivimos en la calle.

Era habitual que en Semana Santa llevara pestiños y torrijas a los trabajadores del Cecop los Jueves y Viernes Santo. En más de una ocasión se le vio conversando con los policías sobre el dispositivo de Semana Santa. Por cierto, torrijas y pestiños elaborados por Paulina, su suegra.

Tiene mucha relación con integrantes del Colegio de Abogados y del Colegio de aparejadores de Sevilla. Y muy buenos amigos en los juzgados de Sevilla. Cultiva una estrecha y gran relación con Juan Espadas, alcalde de la ciudad. Es normal que se vean y charlen con asiduidad. Amante de Camarón. Le canta a su hija la canción de Sere, serenito, de Camarón. Le encanta tanto oír las canciones del grupo Triana, los conciertos de Fito, como asistir al Miserere en la Catedral.

Sus amigos la definen como inteligente, constante, extremadamente madrugadora, sencilla y cercana. Hablar de Pilar Llop es un reto por su carácter poliédrico. Sus múltiples facetas, como mujer: madre, magistrada, estudiante universitaria, políglota, viajera, amante del arte, egiptóloga, constante y vitalista. Es una persona no apta para muermos o aburridos.

Dicen que es habitual encontrarla pasadas las cinco de la madrugada estudiando alguna de las asignaturas a las que está matriculada en Historia del Arte. También es fácil verla tratando un asunto parlamentario a cualquier hora del día y, de pronto, se marcha a una clase de inglés, alemán, catalán o francés. Es imprevisible.

En la Asamblea de Madrid es muy frecuente verla conversar con parlamentarios de otros grupos políticos con la mayor naturalidad. Por eso es poliédrica, porque toca todos los palos.

Por su cargo viaja por los Parlamentos de diferentes naciones. Felicita por su cumpleaños a todos los parlamentarios. Da igual la formación política y si se trata de senadores de regiones con lengua propia, lo hace por escrito en la lengua de cada uno.Su letra es muy característica: una grafía ascendente y de fluida textura, unos rasgos que será difícil apreciar en unos años con tanto teclado digital. De hecho, cuando es invitada a firmar en cualquier libro de honor, Pilar le dedica tanto tiempo como si no hubiera un mañana. Se recrea escribiendo y leyendo después lo escrito.

En Salamanca, el rector de la Universidad la presentó diciendo de ella que le había sorprendido el alemán tan fluido que hablaba. Algo “inusual en la clase política”, dijo. Máxime, cuando es capaz de mantener una conversación en catalán y recibe al cuerpo diplomático en el Senado con un fluido inglés, o incluso se defiende en francés.

Su estilo de trabajo es presidencialista. Lo controla todo. Lleva todo en la cabeza. Es capaz de trazar un argumento jurídico basado en la norma más estricta, pero con un baño de diálogo y cintura con capacidad para mantener una conversación con posturas tan dispares como amables a la vez. Mantiene conversaciones con el jardinero, el administrativo, el político y, por supuesto, el propio presidente del Gobierno. A Javier Arenas lo ve poco por la Cámara Alta porque el de Olvera no se prodiga en los últimos tiempos.Llop no tiene ni 50 años y es la magistrada que ocupa el rango protocolario más alto del Estado. Figura por delante de los altos cargos del Tribunal Constitucional y del Tribunal Supremo.

Conduce un utilitario pasadito de años. Acepta los escoltas pero intenta buscar sus huecos de libertad para hablar con sus vecinos de toda la vida, como hace en sus frecuente visitas a Sevilla. Controla un amplio abanico de cocina norteña, ya que se siente y ejerce de asturiana. De esa faceta familiar le viene su amor por la naturaleza y sus paseos por el campo acompañada de su familia.

No le asustan la muerte ni el dolor. Quizás porque se ha hartado de practicar levantamientos de cadáveres. El primero de ellos, el de un joven agente de la Guardia Civil al que había conocido por ser el que le llevaba todos los días los atestados al juzgado. Murió en un accidente de circulación. A este joven le dedicó su primer discurso en los premios Ponle freno que se asignan para reconocer trayectorias en en defensa de la seguridad vial.

Sus padres son su gran devoción. Lo daría todo por ellos. A su madre, una incansable trabajadora de un barrio de Madrid, le debe lo que es. Su padre, taxista y judoka, es el segundo amor de su vida, aunque ahora todos riñen por el protocolo de cariño con su hija, Soledad, la alegría de su casa. Sevilla y Andalucía son su otra vida. Asturias y Cataluña, su historia. Europa e Hispanoamérica, su pasión. Egipto, su asignatura pendiente, pero que la recuperará cuando deje de ser magistrada y espera aprobarla con matrícula de honor. Este año no se quedó sin probar torrijas de cuaresma en pleno centro de Sevilla. Quiso conocer a la primera y única mujer pregonera de la Semana Santa, la periodista Charo Padilla.