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McCain: "El cambio está llegando"

  • El candidato republicano se presentó como un tenaz reformador, aunque con objetivos distintos a los de su rival, Obama · El senador sólo mencionó una vez a Bush, y fue para marcar distancias

La presión sobre John McCain era inmensa. Su propia número dos, Sarah Palin, prácticamente le había robado el show con un discurso inspirador que arrancó de sus asientos a los asistentes a la Convención Republicana en Saint Paul, Minnesota, y la elevó a la categoría de estrella. Desde que por fin hizo su aparición en el Xcel Energy Center, la desfavorable comparación con Barack Obama y su grandiosa proclamación como candidato demócrata frente a 80.000 personas hacía una semana era inevitable.

Con astucia, los republicanos rebajaron de entrada las expectativas. Cuando le preguntaron qué iba a hacer McCain para contrarrestar la brillante retórica y la escenificación de Obama, el escritor de discursos del republicano, Mark Salter, sentenció: "No lo intentamos. Lo que queremos es una comparación de contenidos".

Los dos mensajes principales de McCain quedaron rápidamente claros. El candidato de 72 años se presentó como un tenaz reformador, un partidario del cambio igual que Obama, pero con otros objetivos. Sólo mencionó al impopular presidente George W. Bush una vez y al principio, para marcar distancia y despegarse de la imagen que los demócratas quieren endosarle como continuador de las actuales políticas.

Al mismo tiempo, McCain jugó la carta que Obama no tiene: la de prisionero de guerra en Vietnam y de inconmovible patriota con un amor por EEUU que no necesita ser demostrado. Los rastros de la tortura durante su cautiverio en Vietnam hablan por sí mismos.

También prometió revolucionar la forma de hacer política en Washington junto a Palin, gobernadora de Alaska, y terminar con la corrupción, el derroche y la codicia. "Permítanme ofrecer una advertencia a la vieja gente de Washington de los grandes gastos, de no hacer nada, del yo primero y el país después: llega el cambio", advirtió.

McCain aseguró que no trabaja para sí mismo, para el partido ni para un grupo de intereses particulares: "trabajo para ustedes".

Obama salió bien parado en el discurso de McCain. Palin se encargó la víspera de lanzar cáusticos ataques contra los demócratas, y los analistas de campaña coincidieron en que ésa será la división de trabajo entre los candidatos republicanos hasta las próximas elecciones.

McCain prometió hacer lo que haga falta para terminar con las paralizantes disputas partidarias en Washington, pero subrayó su respeto e incluso admiración por su rival: "tenemos diferencias de opinión pero todos somos estadounidenses, y eso significa para mí mucho más que todo lo demás".

Unos 150 kilos de confeti cayeron entonces y 300.000 globos flotaron para coronar al candidato republicano y comenzar la campaña en serio.

¿Y cómo queda McCain después de la convención? No hay dudas de que la espectacularidad de su proclamación no estuvo a la altura de Obama. Pero los expertos coinciden en que McCain tiene lo que se necesita. El republicano pasó los últimos meses haciendo malabares para contentar a la base conservadora que no lo consideraba suficientemente conservador sin perder su atractivo para moderados e independientes. La víctima principal de estos compromisos y cambios de opinión -como en materia de impuestos- fue su mensaje político, que se diluyó golpeando su credibilidad.

Eligiendo a la ultraconservadora Palin, McCain consiguió liberarse: la base conservadora la adora, y no sólo la calma reina en el frente interno, sino que hay señales incluso de una confianza recuperada. Ahora McCain puede concentrarse en pulir su imagen de maverick, de pensador independiente con coraje para decisiones heterodoxas y enfoques nuevos.

"Está muy bien que la base republicana celebre, pero no puede ganar la elección sólo con eso", admitió a la televisión un estratega de la campaña de McCain. "Debe ganar nuevas capas del electorado", diagnosticó, antes de ponerse a hablar de Palin, como muchos hicieron después del discurso del candidato, la estrella sin dudas de la convención.

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