Un misterio de 40 años
aniversario "Nixon era mucho peor de lo que siempre pensamos", aseguran Woodward y Bernstein
Se cumplen cuatro décadas del estallido del escándalo Watergate, el turbio asunto que precipitó la única dimisión de un presidente en la historia de Estados Unidos
Cuatro presidentes estadounidenses murieron asesinados. Otros cuatro fallecieron de muerte natural durante su mandato. Sólo uno dimitió: Richard Nixon, obligado a dejar el cargo debido al escándalo Watergate, del se cumplen 40 años.
Y fue un pedazo de cinta adhesiva el que cambió la historia de la política estadounidense. Un vigilante lo encontró el 17 de junio de 1972 sobre la cerradura de una puerta en un edificio de oficinas de Washington y llamó a la Policía, que localizó a un par de intrusos que no querían llevarse nada, sino dejar algo: micrófonos.
Lo que en un primer momento pareció un pequeño caso acabó convirtiéndose en el escándalo político por antonomasia, que costó el puesto al hombre más poderoso del mundo. Y es que la oficina en cuestión era la central de la campaña electoral del Partido Demócrata. El nombre del edificio, Watergate, pasó a la historia.
En realidad, el republicano Nixon no parecía necesitar de semejantes trucos sucios, pues su reelección en noviembre parecía segura. Al fin y al cabo, había conseguido poner fin a la guerra de Vietnam, negociar el primer tratado de desarme nuclear y retomar las relaciones con China.
El rival y candidato demócrata era George McGovern, al que muchos le iban a negar el voto porque procedía del ala más izquierdista del partido, que en esos momentos ofrecía una imagen caótica. Así las cosas, casi todos consideraron que lo ocurrido no era más que una minucia.
Pero no fue el caso de Bob Woodward y Carl Bernstein. Los jóvenes periodistas del Washigton Post se preguntaron por qué los intrusos iban vestidos con elegantes trajes y cómo consiguieron ser sacados de allí de inmediato por un abogado. Y también les resultó sospechoso que tuvieran inmejorables contactos con el Partido Republicano y que uno de ellos fuese portador de un cheque de más de 25.000 dólares emitido por el Comité de Reelección del presidente.
Nixon, nacido en una familia humilde, tuvo que labrarse su propio camino, un argumento que empleaba a menudo para burlarse de las viejas y ricas familias americanas.
Cuando en 1960, tras ocho años como vicepresidente, se presentó como candidato, los demócratas optaron por alguien absolutamente antagónico: John F. Kennedy, guapo, encantador, de buena familia y rico. A su lado, Nixon parecía un perro apaleado y ruin. Y a pesar de trabajar más duro que Kennedy, perdió las elecciones ante el radiante héroe.
El candidato republicano se terminó de convencer entonces de que todos estaban contra él, sobre todo la prensa. Así, contaba con extrañas listas de enemigos en las que figuraba todo aquel al que consideraba parte de una conspiración. Y tuvo que esperar hasta 1969 para conseguir convertirse en el trigesimoséptimo presidente de los Estados Unidos.
"Seguid la pista del dinero", aconsejó Garganta Profunda a Woodward y Bernstein. El informante secreto, que en 2005 se identificó como el ex número dos del FBI Mark Felt, fue un importante apoyo para las investigaciones. El resto de la información procedió de las inocentes respuestas a preguntas desde el entorno de Nixon. Así fueron escalando los jóvenes periodistas hasta prácticamente lo más alto.
Más que la irrupción en el edificio Watergate, los estadounidenses quedaron conmocionados por las cintas de audio que registraban prácticamente todo lo que ocurría en la Casa Blanca. Descubrieron al tipo de presidente que tenían: alguien que mentía, humillaba, empleaba los peores insultos, calumniaba y ordenaba que se infringiera la ley.
Y es que, tras lo ocurrido en la central de su reelección, Nixon intentó involucrar al aparato del Estado para frenar las investigaciones sobre los infiltrados. "Si el presidente lo hace, no puede estar equivocado", dijo entonces.
Cada vez eran más los que se iban alejando de Nixon, y aunque luchó como un león, al final tuvo que capitular. El 9 de agosto de 1974 el presidente dimitió.
"Nixon era mucho peor de lo que siempre pensamos", afirman Woodward y Bernstein cuatro décadas después. Para el historiador Kenneth Davis "la guerra de Vietnam y el Watergate fueron el abismo de una profunda crisis de identidad en el que cayó Estados Unidos. Nada volvió a creer lo que decían los de arriba".
También te puede interesar