PABLO MARTOS & PATRICIA ARAUZO | CRÍTICA

En busca de la sonata perdida

Patricia Arauzo y Pablo Martos.

Patricia Arauzo y Pablo Martos. / ACTIDEA

Wagner, Schubert, Saint-Saëns, Fauré. Son algunos de los compositores que Marcel Proust mencionó a lo largo de los años como los inspiradores de esa archifamosa sonata de Vinteuil en la inmortal Recherche. Pero ese septeto, según el propio Proust confesó, se inspira sobre todo en la sonata para violín y piano de Cesar Franck, la misma sonata que se convirtió en el corazón del recital de Pablo Martos y Patricia Arauzo en el Alcázar.

Con un criterio de selección discutible (Ravel y Messiaen tienen poco que ver con el universo estético proustiano), la pieza de Franck fue arropada por otras más breves de orígen francés. Martos comenzó en solitario con la Sonata Ballade de Ysaÿe. Con sonido potente y brillante, supo darle continuidad a un discurso más bien rapsódico, a la vez que resolvió muy bien la exposición de las diversas voces. A continuación, Patricia Arauzo expuso una selección del Tombeau de Couperin de Ravel. Arrancó el preludio de manera confusa y con un sonido plano y muy metálico. La amplificación del piano (excesiva a lo largo de la velada) se comió el juego de colores que la pieza demanda. Mejor resultó el balance global en las dos piezas siguientes, articuladas con claridad y con amplia agilidad de dedos. Ambos intérpretes continuaron con el último número del Cuarteto para el fin de los tiempos de Messiaen. Muy bien sostenido el ostinato del piano sobre el que se elevó ingrávido el sonido de un violín que iba sonando cada vez con tonos más metálicos, sin acabar de sostener en su totalidad el diminuendo final sin quebrar el sonido.

En la sonata de Franck pareció más implicada emocional y expresivamente hablando Arauzo, que supo extraer del teclado ese segundo tema tan romántico del primer tiempo y la torrencialidad inicial del segundo tiempo. Conforme pasaba el tiempo Martos iba perdiendo estabilidad tonal (sobre todo en el Allegretto poco mosso) y su sonido se hacía más estridente.

Comentar

0 Comentarios

    Más comentarios