ORQUESTA ALMACLARA-INÉS ROSALES | CRÍTICA

La Música y sus capas históricas

Almaclara en su formación extensa.

Almaclara en su formación extensa. / Federico Mantecón

Quince años cumple ya esta singular iniciativa de formar una orquesta integrada exclusivamente por mujeres y que presta especial atención a las músicas de compositoras. No en vano su nombre une los de dos compositoras, Alma Schindler-Mahler-Gropius-Werfel y Clara Wieck-Schumann. Quince años a lo largo de los cuales la idea ha ido cuajando en lo artístico, especialmente en el terreno de la música de cámara.

Para la ocasión recurrieron a su formación extensa con una veintena de integrantes. Dadas las fechas que se nos vienen encima, era inevitable una referencia navideña a través del famoso concerto grosso de Corelli. No es el barroco el periodo que más frecuenta Almaclara y ello se notó en un enfoque ya muy obsoleto en la forma de plantear el sonido y el fraseo. Demasiada fuerza en los arcos, exceso de vibrato, poca atención a los contrastes dinámicos y a la acentuación, unido a falta de empaste llevaron a una versión más bien plana.

Mejoró el sonido global, con mayor igualdad en la forma de articular y de definir las frases, en la versión para orquesta de cuerdas de los responsos corales de Amy Beach, aunque llevados a un tempo demasiado lento más allá de lo sostenible. Lo mejor de la velada vino con la recomposición que Max Richter realiza de Las cuatro estaciones de Vivaldi en un juego de palimpsesto sonoro en el que retazos del original son envueltos en un ropaje minimalista. Almaclara dio cumplida cuenta de la fuerza de los ostinati, del cromatismo de los armónicos y las disonancias con riqueza de colores y de cambios rítmicos. Alejandra Navarro aportó la energía de su articulación, la riqueza de su fraseo y su atención al perfil del sonido.

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